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Bucarest o la pequeña París: una ciudad atrapada entre imperios, sueños y revoluciones (día 1)

Un viaje por la historia de Bucarest

Situado en las llanuras de Valaquia, entre las faldas de los Cárpatos y el Danubio, la historia de Bucarest comienza oficialmente en 1459, cuando aparece mencionada por primera vez en un documento firmado por Vlad Țepeș (1428/31-1476/77), el voivoda de Valaquia —conocido mundialmente como Vlad el Empalador (que más tarde desarrollaremos) o Drácula—. Este caudillo estableció una fortaleza en la zona llamada Curtea Veche (“Corte Vieja”), en lo que hoy es el corazón del barrio de Lipscani.

Vlad Tepes, príncipe de Valaquia

Durante los siglos XV al XVII, Bucarest alternó su papel como capital con la ciudad de Târgoviște, pero fue creciendo gracias a su posición estratégica entre el Imperio Otomano, Transilvania y Europa Central. Era un punto clave en la red comercial que unía el mundo oriental con Occidente, lo que favoreció el mestizaje cultural y la riqueza artesanal.

Siglo XVIII y XIX: modernización, incendios y ambiciones europeas

A partir del siglo XVIII, Bucarest fue escenario de incendios devastadores, terremotos y frecuentes epidemias. Sin embargo, también vivió un proceso de urbanización que la conectó con las tendencias europeas. En 1862 se convirtió definitivamente en capital de Rumanía unificada, tras la unión de los principados de Valaquia y Moldavia.

Fue entonces cuando Bucarest comenzó a cambiar de forma. Inspirada por el modelo francés, surgieron amplios bulevares, parques urbanos, cafés literarios, tranvías eléctricos (1894), palacios públicos y edificios de estilo Beaux-Arts. El arquitecto Paul Gottereau, formado en París, diseñó joyas arquitectónicas como el Palacio CEC o la Universidad de Bucarest. Por eso, la prensa europea comenzó a llamarla “La Pequeña París del Este” (Micul Paris).

La Bucarest más sofisticada

En las primeras décadas del siglo XX, Bucarest bullía de vida cultural, política y artística: teatros, universidades, cafés intelectuales y una vibrante burguesía que soñaba con una Rumanía moderna y refinada.

Las guerras mundiales: entre la ocupación y la destrucción

La Primera Guerra Mundial (1914–1918) trajo consigo la ocupación alemana de la ciudad, pero fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando Bucarest sufrió un impacto más severo. En 1944, los bombardeos aliados destruyeron amplias zonas del centro, especialmente instalaciones militares y ferrocarriles.

Poco después, el golpe de Estado del 23 de agosto de 1944 cambió el rumbo del país: Rumanía se volvió contra la Alemania nazi y pasó al bando aliado. Sin embargo, este giro provocó la ocupación soviética y abrió la puerta al comunismo.

La era comunista: Ceaușescu, sistematización y control

En 1947, el rey Miguel I fue obligado a abdicar, y se instauró la República Popular de Rumanía, bajo el control del Partido Comunista. A partir de 1965, el dictador Nicolae Ceaușescu lideró un régimen autoritario que alteró profundamente la fisonomía de Bucarest.

Ejemplos de la influencia soviética

Inspirado por el modelo de Corea del Norte, Ceaușescu emprendíó un plan megalómano llamado “sistematización”: barrios enteros fueron demolidos para construir avenidas rectilíneas, bloques de hormigón prefabricado (brutalismo) y una red de edificios administrativos. El caso más emblemático fue la destrucción de parte del casco histórico para levantar el Palacio del Pueblo, hoy conocido como el Palacio del Parlamento, el segundo edificio administrativo más grande del mundo después del Pentágono, el cual se organizan visitas guiadas recomendables, y que posteriormente comentaré.

El brutal Palacio del Parlamento

Durante los años 80, la ciudad se volvió gris, silenciosa y reprimida. La electricidad se cortaba por las noches, había escasez de alimentos y el culto a la personalidad del dictador se intensificaba, hasta que el pueblo se sublevó.

La revolución de 1989 y el renacer de la ciudad

El 21 de diciembre de 1989, Bucarest estalló. Multitudes se concentraron en la Plaza de la Universidad para protestar contra el régimen. La represión fue brutal: francotiradores, tanques y fuego cruzado. Pero en solo cuatro días, el régimen de Ceaușescu colapsó. Él y su esposa fueron capturados y ejecutados el 25 de diciembre de 1989.

Tras la revolución, Bucarest entró en una larga etapa de transición. En los años 90, la ciudad era caótica y desigual: una mezcla de ruinas comunistas, edificios históricos descuidados y nuevos proyectos inmobiliarios sin control. Pero poco a poco, con la entrada en la Unión Europea en 2007, comenzaron las inversiones, la restauración patrimonial y el resurgimiento cultural.

Bucarest hoy: entre la nostalgia y la vanguardia

Hoy Bucarest es una ciudad llena de contrastes. En una misma calle puedes ver una iglesia ortodoxa del siglo XVIII, un palacio francés de 1900, un bloque gris comunista y un moderno centro comercial de cristal.

En barrios como Lipscani, Cotroceni o Domenii, la historia ha sido restaurada con respeto. En otros, como Tineretului o Titan, el espíritu del comunismo aún se respira. Y en zonas como Pipera o Herastrau, las oficinas multinacionales y los cafés hipster marcan el ritmo del siglo XXI.

Barrio de Lipscani, a la entrada del famoso restaurante Caru’ cu Bere

La ciudad es imperfecta, caótica y fascinante. Pero sobre todo es auténtica. Y en ese equilibrio entre decadencia y esplendor, entre tradición y modernidad, reside su mayor belleza.

Cierta decadencia es palpable en algunos edificios

En mi opinión, y después de haberla visitado dos veces, en dos ambientes y dos momentos de mi vida diferentes, es una ciudad que no deja indiferente a nadie. O te gusta o la aborreces. No esperes ver la monumentalidad de Viena o la belleza de Florencia. Es una mezcla engarzada de varios movimientos opuestos como la recargada arquitectura francesa con el brutalismo soviético. Y, en particular, es la amabilidad y el carácter acogedor de los ciudadanos rumanos, lo que hace que te sientas cómodo. Compartir una misma raíz de lenguaje con el castellano, al ser el rumano lengua romance, ayuda mucho a aproximarse a su cultura.

Bucarest y su apodo eterno: ¿por qué la llaman La Pequeña París?

Pasear por algunas calles de Bucarest es encontrarse, de pronto, con un reflejo lejano de París (sobre todo cuando te encuentras tanto edificio decadente o heredado de la época soviética). Este apodo —que puede parecer exagerado al principio— tiene raíces profundas, tanto estéticas como culturales.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, la capital rumana vivió un auténtico proceso de occidentalización. El príncipe Carol I promovió una oleada de reformas, construcción de grandes avenidas, jardines públicos, palacios ministeriales y edificios civiles diseñados por arquitectos franceses o formados en Francia.

La Pequeña París

Entre los elementos que justifican su apodo destacan:

La arquitectura Belle Époque y neoclásica: fachadas con frontones, cúpulas, frisos decorados y ventanales arqueados.

El urbanismo afrancesado: avenidas amplias como la Calea Victoriei imitaban el estilo de los bulevares haussmanianos.

El idioma y las costumbres: la aristocracia rumana de la época hablaba francés en los salones, vestía a la moda de París y organizaba tertulias literarias.

Los símbolos importados: la construcción de un Arco del Triunfo (Arcul de Triumf) en el norte de la ciudad (que desarrollo más adelante) fue el gesto definitivo de esta identidad parisina adoptada.

Aunque el comunismo arrasó parte de ese legado, aún hoy muchos visitantes quedan sorprendidos al descubrir el encanto elegante de calles como Strada Doamnei, el CEC Palace, el Ateneo Rumano, o el mismo Pasaje Macca-Vilacrosse, que recuerdan a los pasajes cubiertos de París.

Bucarest no intenta copiar a París: simplemente lo recuerda. Es una ciudad que vivió su momento de esplendor con un pie en los Balcanes y otro en la Ciudad de la Luz. Y aunque las cicatrices del comunismo son palpables, la Pequeña París sigue viva en sus esquinas, en sus cafés nostálgicos, y en la mirada de quienes saben mirar más allá de lo evidente.

Primer día en Bucarest: un paseo por Lipscani con niños

Después de un vuelo directo desde Madrid, dos parejas y nuestros dos pequeños exploradores (de 1,5 y 2 años) aterrizamos en una ciudad vibrante y cargada de historia. Para este primer día, elegimos Lipscani, el corazón peatonal del casco antiguo de Bucarest, ideal para caminar con carritos, disfrutar del ambiente local y sumergirse en el pasado de la ciudad sin prisa.

El barrio de Lipscani: donde todo comenzó

Lipscani es mucho más que una postal bonita: es el alma vieja de Bucarest. Durante siglos fue el centro comercial y artesanal de la ciudad, donde convivían zapateros, libreros, peleteros y comerciantes de todas las culturas —rumanos, griegos, armenios, judíos y otomanos—. El nombre Lipscani proviene de los comerciantes que traían mercancías desde Leipzig (Lipsca en rumano). De hecho, mucho de estos oficios se recuerdan en calles como Str. Covaci (calle de los Herreros) o Str Şelari (calle de los Talabarteros o aquellos que trabajaban en diversos artículos de cuero o guarniciones para caballerías).

Lipscani

Este barrio delimita el corazón histórico de la ciudad, que data cuando Bucarest era capital de Valaquia en los siglos XV y SVI, y en los que se centran la mayoría de los esfuerzos para convertir en Bucarest en una capital europea atractivo para ciudadanos y turistas.

Aunque decayó durante el comunismo, en las últimas dos décadas ha sido cuidadosamente restaurado. Hoy es un espacio peatonal y vibrante, lleno de terrazas, librerías, restaurantes tradicionales, galerías de arte y tiendas con encanto. Las fachadas muestran un mosaico de estilos: neoclásico, barroco, art nouveau… lo que le da un aire romántico y profundamente bucurestino.

Hay un pequeño recorrido con los puntos más importantes del barrio

A continuación, pudimos recorrer varios de los hitos más importantes de Lipscani que se pueden hacer en 2 o 3 horas, a un ritmo lento con niños, pudiendo disfrutar de alguna de sus amables terrazas o restaurantes locales.

Pasaje Macca-Vilacrosse – El París secreto de cristal

Este elegante pasaje comercial en forma de herradura, cubierto con vidrieras de color amarillo dorado que filtran la luz como si se tratara de un teatro al aire libre, y decorado de bajorrelieves y estucados, fue construido en 1891 por Felix Xenopol.

Pasaje Macca-Vilacrosse

Tenía el papel de hacer de enlace entre dos calles comerciales, Calea Vicoriei y Eugeniu Cara, donde se encuentra la sede del imponente Banco Nacional. En la planta de abajo hay espacios comerciales, bares y restaurantes, y en la planta de arriba viviendas.

El pasaje tiene dos alas, una denominada en honor a Xavier Villacrosse, arquitecto jefe de Bucarest entre 1840 y 1850, y la otra lleva el nombre de su cuñado, Mihalache Macca. También fue sede de la primera bolsa de valores de la ciudad.

Pasaje Macca-Vilacrosse

El diseño neoclásico con columnas corintias, el ambiente bohemio y los cafés bajo techo hacen que te sientas en un rincón de París… pero con alma rumana. En tiempos comunistas, se llamó “Pasajul Bijuteria (joyería)”. Hoy, es perfecto para tomar un café con carrito, protegido del sol o la lluvia.

Calea Victoriei (calle de la Victoria)

Calea Victoriei o calle de la Victoria es el eje principal de Lipscani y de Bucarest, desplegándose sobre 2,7 km de largo, entre la Plaza de las Naciones Unidas y la Plaza de la Victoria. En esta calle hay algunas de las más elegantes construcciones de Bucarest, como el Museo Nacional de Historia, el Palacio CEC, el Ateneo Rumano, entre otros. También se pueden admirar las bellas casas señoriales y los palacios, testigos de la Belle Époque, así como las tiendas de lujo, los teatros, los hoteles elegantes y los cafés.

Palacio CEC – Belle Époque al estilo rumano

Justo en la Calea Victoriei, el Palacio del Banco de Ahorros (CEC) es una joya arquitectónica de 1900 diseñada por el francés Paul Gottereau. Su cúpula de vidrio y metal, su fachada con columnas corintias y sus puertas de roble tallado son un testimonio del refinamiento de la Bucarest de la Belle Époque.

Es uno de los mejores ejemplos de la transformación financiera-bancaria que modernizó Bucarest a principios del SXX. Se construyeron imponente sedes de bancos, realizadas por los mejores arquitectos de la época, llegando a existir unos 200 bancos en la ciudad en el año 1913.

Palacio CEC
Palacio CEC en 2013

No se puede visitar por dentro sin invitación oficial, pero su exterior es impresionante. Frente al edificio, la plaza es amplia, ideal para una parada de descanso, sacar fotos familiares o simplemente disfrutar del contraste entre lo antiguo y lo moderno.

Iglesia Stavropoleos – un templo escondido entre las piedras

La pequeña iglesia ortodoxa de Stavropoleos, escondida detrás del Museo Nacional de Historia, está considerada el más bello y representativo monumento de arte rumano estilo brâncovenesc (barroco rumano), y está dedicada a los arcángeles San Miguel y San Gabriel.

La pequeña iglesia ortodoxa de Stavropoleos en el corazón de Lipscani

Fue construida en 1724 como kommandarík o posada-monasterio por el griego Ioanichie Stratonikeas. Como en muchos casos, la posada representaba una fuente de ingresos para el monasterio en cuyo recinto se encontraba. La decoración exterior del claustro añadido en 1730, previsto con cuatro columnas, cinco arcadas y barandilla, está tallado en piedra. Representan flores y plantas trepadoras, así como la escena bíblica de la lucha de Salomón con el león.

En 1904, el arquitecto Ion Mincu inició un programa de restauración de la iglesia y del recinto de la vieja posada. Hoy en día se puede observar una biblioteca, un refectorio de convento, una sala de exposiciones, así como las celdas de las monjas del monasterio de Stavropoleos, que restauran los viejos libros e iconos.

Dentro, frescos originales y un impresionante iconostasio ortodoxo iluminan el espacio con un aire místico. En el jardín interior, los niños pueden estirar las piernas mientras los adultos disfrutan del silencio. Es un oasis de tranquilidad en el centro de la ciudad.

Museo Nacional de Historia de Rumanía – Tesoros y leyendas

Ubicado en el antiguo Palacio de Correos hasta 1970, este museo impresiona desde fuera con sus columnas gigantes dóricas y su escalinata. Fue construido al estilo neoclásico entre 1894 y 1900.

Las muestras y los documentos de las 60 salas que ocupan una superficie de 8000 m2, recrean el desarrollo de las comunidades rumanas o en territorio rumano, desde los tiempos remotos hasta nuestros días.

En su interior, destaca la colección de joyas dacias y romanas, esculturas y una réplica exacta de la Columna de Trajano (que narra en relieves la conquista de Dacia por el emperador Trajano). También se encuentran la colección Lapidarium (comprendiendo monumentos griegos y rumanos) o el Tesoro Histórico (que alberga varios tesoros como los de Agighiol, Peretu o Poroina, entre otros muchos).

Aunque no es un museo diseñado exclusivamente para niños, tiene espacios donde pueden curiosear, y resulta ideal para comprender la historia de Dacia, Roma y la Rumanía moderna. También dispone de baños limpios y zona para dejar cochecitos.

A nosotros en particular no nos dio tiempo para visitarlo, pero es sin duda una parada interesante para sumergirte en la cultura e historia rumana.

Pequeña mención a la Estatua de Trajano y el lobo capitolino

Ubicada frente al Museo Nacional de Historia, nos encontramos con una de las esculturas más curiosas y comentadas de Bucarest: la Estatua de Trajano con el lobo capitolino. Se trata de una obra contemporánea del escultor Vasile Gorduz que representa al emperador romano Trajano desnudo, portando en sus brazos un lobo con cuerpo de serpiente, símbolo de la Dacia romana. Aunque su estilo ha generado polémica, la estatua rinde homenaje al pasado romano de Rumanía y a la fusión cultural entre dacios y romanos tras la conquista en el siglo II.

Estatua de Trajano
Imagen de nuestra primera visita a Bucarest en 2013

Curtea Veche – Palacio de los voivodas y cuna de Bucarest

Este yacimiento arqueológico alberga los restos del palacio del voivoda Vlad Tepes, más conocido como Drácula. Fue la primera corte principesca de Bucarest, construida en el siglo XV. Aunque quedan solo muros y cimientos, el sitio transmite un aire misterioso y épico.

Justo al lado, la Iglesia de Curtea Veche (1545), es la más antigua de Bucarest aún en pie, con frescos originales del SXVI y un campanario austero. La portada, de piedra tallada, es un añadido de 1715.

Curtea Veche y la iglesia

Banco Nacional de Rumanía – Belleza y seguridad

El edificio del Banco Nacional, con sus leones esculpidos y puertas de hierro forjado, representa el poder financiero de la Rumanía moderna desde 1880 (y que ya hemos comentado previamente hablando del palacio CEC. Solo puede visitarse por fuera, pero su estilo neoclásico lo convierte en un lugar imponente y elegante. Está a dos minutos del resto de atracciones, así que forma parte natural del paseo.

Banco Nacional de Rumanía

Plaza de la Universidad – Corazón de la memoria contemporánea

La Plaza de la Universidad es el punto donde la historia reciente de Rumanía cobra vida. Aquí tuvieron lugar las manifestaciones clave de la Revolución de 1989 que derrocó a Ceaușescu. También aquí el lugar recibió el estatuto simbólico de Km 0 de la ciudad. La plazoleta situada entre la Universidad y la Facultad de arquitectura, conocida bajo el nombre de la Plaza 21 de diciembre de 1989, tiene como elemento central un pozo artesiano, un popular lugar de encuentro para los jóvenes.

La Plaza de la Universidad

En el otro lado de la Univerdad, hacia la avenida Reina Elisabeta, está dominada por las estatuas de varias personalidades; Miguel el Valiente, Gheorghe Lazar, Ion Heliade Radulescu, entre otros, denominándose este lugar como la Explanada de las Estatuas.

Para las familias, es un lugar amplio donde los niños pueden moverse con seguridad mientras los adultos disfrutan de su relevancia simbólica.

Manuc’s Inn – Comerciantes, caravasares y vino

Construida en 1808 por el comerciante armenio Manuc Bei, esta antigua han (posada de caravanas) es un rincón mágico. Con su patio interior de madera, galerías de dos pisos y bodega subterránea, era una parada de comerciantes y diplomáticos. Hoy es un restaurante con comida tradicional y espectáculos folclóricos por las noches.

Manuc’s Inn

Pasar por su patio es como viajar en el tiempo. Incluso con niños pequeños, es accesible y acogedor.

A pesar de no cenar allí, sí pudimos acercarnos y ver de primera mano, un ambiente festivo y acogedor, que será parada obligatoria en nuestra próxima visita a Bucarest.

Linden Tree Inn – Hospitalidad tradicional

Un espacio más sencillo que Manuc’s Inn, pero cargado de encanto. Aquí también se hospedaban mercaderes y viajeros. Restaurada con gusto, es hoy una casa de té y restaurante. Ideal para una merienda tranquila y una pausa antes de seguir explorando.

En el momento en el que pasamos se encontraba cerrado

Iglesia de San Antonio y su altar original

Muy cerca de Curtea Veche, esta iglesia más moderna alberga el altar recuperado de la antigua Iglesia de San Antonio, destruida por terremotos. Un rincón menos turístico, pero que merece ser visitado por su valor patrimonial y tranquilidad. Perfecto para cerrar el paseo con un momento sereno.

Altar original de la iglesia de San Antonio

Cena en Caru’ cu Bere – Un festín en un teatro gastronómico

Por último, nada como cerrar el día en Caru’ cu Bere, el restaurante más emblemático de Bucarest. Fundado en 1879 y ubicado en un edificio neogótico con vidrieras, frescos y mobiliario original, parece sacado de una ópera de época. La imponente puerta de la entrada nos introduce en el pasado, en una sala de gran refinamiento y elegancia, que recrea el ambiente de las cervecerías alemanas. El decorado del interior es de estilo romántico, con pinturas murales estucados, las mencionadas vidrieras, elementos de herraje, candelabros, etc.

El hermoso edificio donde se encuentra el Caru’ cu Bere

La atmósfera está animada con músicos y conjuntos de bailes folclóricos que tuvimos la suerte de disfrutar.

Pedimos, entre una amplia carta de comida:

  • Ciorbă de fasole cu afumătură în pâine: sopa caliente de alubias y cerdo servida dentro de un pan hueco.
  • Stufat de miel: estofado tradicional de cordero con eneldo y cebollas verdes.
  • Papanashi: donuts caseros rellenos de queso dulce y cubiertos con mermelada y crema agria. A los niños les encantaron.
Sopa caliente servida dentro de pan
Stufat de miel
El delicioso Papanashi

La carta también ofrecía platos contundentes como el ciolan de porc (codillo) o el mâncarea marelui logofăt (el banquete del gran logofat) que incluye carne asada, embutidos tradicionales o guarniciones locales (como la polenta – mămăligă). Todo acompañado de cerveza artesanal rumana, servida con ritual.

La primera planta del restaurante nos recuerda a una cervecería alemana
Bailes folclóricos en Caru’ cu Bere

Preguntas frecuentes

❓ ¿Lipscani es accesible con carritos? Sí, las calles adoquinadas son regulares y peatonales. Hay baños, bancos y terrazas que aceptan carritos.

🚖 ¿Qué transporte es mejor desde el aeropuerto? Uber y taxi son accesibles y fiables. Se recomienda asiento plegable o silla propia para los niños.

🌳 ¿Hay zonas de juego cerca? Sí, a 5 minutos caminando está el Parque Cismigiu, el más antiguo de Bucarest, con columpios, lago y zonas arboladas.

👟 ¿Qué ropa llevar? En primavera u otoño, lo ideal es llevar varias capas, una chaqueta ligera y calzado cómodo para caminar sobre adoquines.

🍽️ ¿Dónde comer con niños pequeños? Restaurantes como Caru’ cu Bere o Manuc’s Inn tienen menú variado, espacio suficiente para carritos y tronas disponibles.

📷 ¿Qué lugares son más fotogénicos? El Palacio CEC, el Pasaje Macca-Vilacrosse y la Iglesia Stavropoleos son ideales para hacer fotos tanto de día como al atardecer.

📍 ¿Cuánto tiempo dedicar al casco antiguo? Unas 3 a 4 horas permiten recorrerlo con calma, hacer paradas para descansar, comer o tomar un café.

🕊️ ¿Es una zona segura para familias? Sí, Lipscani es peatonal, vigilado y frecuentado por turistas y locales. Se puede pasear tranquilamente incluso al anochecer.

¿Cómo vestir en primavera/otoño?
Capas ligeras, un impermeable y calzado cómodo para caminar en adoquines.

Mención para terminar del Arco del Triunfo de Bucarest

De camino del aeropuerto al taxi, uno de los primeros monumentos que puedes encontrarte de bruces es el Arco del Triunfo de Bucarest, símbolo de la Pequeña París comentada.

Aunque está fuera de Lipscani, incluimos este icono en nuestro recorrido del primer día para completar la visión de la Pequeña París. El Arcul de Triumf, situado al norte de la ciudad, fue construido por primera vez en 1878 para celebrar la independencia de Rumanía y reconstruido en piedra en 1936. Con sus 27 metros de altura, recuerda al Arco de Triunfo de París y conmemora tanto la independencia como la participación de Rumanía en la Primera Guerra Mundial. Desde su plataforma superior, accesible en fechas especiales, se obtienen vistas panorámicas espectaculares de Bucarest.

El Arco del Triunfo que te recibe a la llegada a la ciudad

Su ubicación, en una gran rotonda rodeada de parques como Herăstrău, lo convierte en una visita agradable que combina historia, arquitectura y un paseo al aire libre.

A continuación Bucarest (día 2).