Una visita imprescindible: el Palacio del Parlamento
Continuación de Bucarest o la Pequeña París (día 1).
Madrugamos para visitar uno de los lugares más impresionantes —y controvertidos— de Bucarest: el Palacio del Parlamento. Como las entradas requieren reserva previa por teléfono, es muy recomendable que el personal del alojamiento te ayude a hacer la llamada el día anterior, ya que no siempre hablan inglés con fluidez y las visitas son limitadas.

Ubicado en lo alto de una colina artificial, el palacio domina la ciudad con su silueta colosal. En los años 80, Ceaușescu planeó erigir allí una catedral monumental, pero el proyecto fue reemplazado por esta sede gubernamental, concebida como parte de su megalómano plan de “sistematización”. Su construcción comenzó en 1984, y en ella trabajaron más de 20.000 obreros y artesanos. La idea original era alojar allí las sedes de la Presidencia, del Comité Central del Partido Comunista y algunos ministerios.

Cuando Ceaușescu fue derrocado y ejecutado en diciembre de 1989, el edificio estaba completado en un 65%. A partir de 1991, el nuevo gobierno rumano decidió terminar las obras y darle uso institucional. Hoy alberga tanto la Cámara de Diputados como el Senado, el Centro Internacional de Conferencias, la SECI, el SPOC, además de salas para congresos internacionales, recepciones de estado y visitas turísticas.
Algunos datos impresionantes:
- Es el edificio administrativo más grande de Europa y el más pesado del mundo.
- El edificio tiene una altura de 84 metros y una profundidad de 92 metros.
- Tiene un volumen de más de 2,5 millones de metros cúbicos.
- Todos los materiales utilizados en su construcción son de origen rumano: mármoles, maderas nobles, vidrieras, alfombras tejidas a mano y bronce moldeado.
La visita guiada cubre apenas un 5% del total del palacio, pero es suficiente para asombrarse. Nuestro recorrido incluyó:
🗞️ Galería de Prensa: utilizada para transmisiones televisivas en directo. Además, acogía una exposición de trajes tradicionales que mostraba la diversidad étnica de Rumanía.

🎖️ Galería del Honor: una de las más largas e impresionantes, con 150 metros de longitud. El suelo y las paredes están revestidos con toneladas de mármol blanco, rosa y gris, traído de distintas regiones del país. Antiguamente se usaba para recibir a jefes de Estado y personalidades.


🏰 Sala estilo Castillo de Peleș: inspirada en el palacio favorito de Ceaușescu. Está decorada con detalles neorrenacentistas, cortinas de seda de Sighișoara, y carpintería tallada de forma artesanal.

🧶 Sala de conferencias con alfombra monumental: posee una de las alfombras más grandes de Europa, con más de 220.000 metros cuadrados. La sensación de amplitud y lujo es sobrecogedora.


🌸 El Salón Rosa: decorado en tonos pastel, lámparas colgantes y detalles ornamentales. Es un salón de recepciones más íntimo pero igual de majestuoso.

🕯️ Sala de los derechos humanos (o de reunión del Partido Comunista): originalmente diseñada como auditorio político, nunca llegó a utilizarse como tal. Alberga una lámpara central de 2,5 toneladas y hoy se usa para eventos y conferencias.


Gran parte de estas salas y salones se pueden alquilar. Se organizan conferencias, simposios, seminarios, exposiciones y otros acontecimientos.
Aunque no pudimos acceder a la Cámara de los Diputados, la visita fue profunda, educativa y muy recomendable incluso para niños, siempre que se combine con momentos de descanso posteriores.
La Plaza de la Revolución y el Memorial del Renacimiento
Desde el Parlamento fuimos caminando, atravesando la Plaza de la Constitución y gran parte de Lipscani hasta llegar a la emblemática Plaza de la Revolución (unos 30 minutos caminando, que se hace fácil con carritos de bebés), epicentro de los sucesos que marcaron el fin del comunismo en 1989.
La amplia Plaza de la Revolución, conocida antes como la Plaza del Palacio, está rodeada por el antiguo edificio que era el Palacio Real (hoy en día, el Museo de Arte), por el Ministerio de la Administración y el de Interior, por la Biblioteca Central de la Universidad de Bucarest, el Ateneo Rumano y la iglesia Kretzulescu. Me llamó bastante la atención, un feo aparcamiento que ocupaba gran parte de la plaza, disminuyendo sustancialmente las posibilidades de disfrutar del espacio tal y como es. Mientras en otras ciudades europeas más sofisticadas, realizan un gran esfuerzo en mejorar y embellecer sus espacios, haciéndolos “sin contaminación” o “sin coches”, a Bucarest le queda algo de recorrido para seguir mejorando.

En esta plaza tuvo lugar el famoso discurso final de Ceaușescu desde el balcón del antiguo Comité Central del Partido Comunista, el cual fue interrumpido por una multitud enfurecida. Entre los gritos de “¡Abajo Ceaușescu!”, el dictador logró escapar (por poco tiempo) en helicóptero desde el tejado, mientras el pueblo era acribillado a balazos, con muchas víctimas mortales. Hoy, el edificio es la sede del Ministerio del Interior.

En el centro de la plaza se erige el controvertido Memorial del Renacimiento (Memorialul Renașterii), un monumento moderno que simboliza el renacer de Rumanía. Es un obelisco blanco atravesado por una corona de metal, cuya estética no ha dejado a nadie indiferente. Aunque genera opiniones divididas, invita a reflexionar sobre la memoria colectiva y la transición política del país.

Otro símbolo a tener en cuenta en la plaza es la estatua ecuestre de Carol I, que fue el primer rey de Rumanía, reinando entre 1866 y 1914. La estatua se inauguró el 6 de diciembre de 2010, obra del escultor rumano Florin Codre. Tiene 13 metros, está hecha en bronce y pesa también alrededor de 13 toneladas. La versión original fue creada por el escultor croata Ivan Mestrovic e inaugurada en 1939. Tras la abdicación del rey Miguel I, la estatua fue derribada por el régimen comunista y posteriormente fundida para crear una estatua de Lenin. El nuevo monumento fue encargado en 2007 por el ayuntamiento de Bucarest, aunque el intento de reproducir la obra original no fue posible, siendo objeto de duras críticas. Es un punto focal en muchas ceremonias conmemorativas, en especial la del 10 de mayo (proclamación de independencia).

Biblioteca Central de la Universidad de Bucarest (exterior)
Junto a la plaza se alza la majestuosa Biblioteca Central Universitaria, un edificio de inspiración francesa construido en el siglo XIX, que fue dañado durante la revolución y luego restaurado. Aunque solo lo vimos por fuera, su fachada clásica y equilibrada contrasta con el dinamismo de la plaza.

El Ateneo Rumano y su parque
De camino al siguiente descanso, pasamos por el exterior del Ateneo Rumano, uno de los mayores símbolos culturales de Bucarest. Este impresionante edificio de estilo neoclásico con elementos eclécticos fue inaugurado en 1888 gracias a una campaña ciudadana cuyo lema era “Donad un leu por el Ateneo” (Dați un leu pentru Ateneu), lo que refleja el apego del pueblo rumano por su patrimonio artístico.

El Ateneo es sede de la Filarmónica George Enescu (que ofrece un amplio repertorio de conciertos de septiembre a mayo), y en su interior acoge una sala de conciertos con una acústica excelente y un fresco circular de 75 metros que representa momentos clave de la historia de Rumanía. Su fachada con columnas corintias, cúpula semiesférica y detalles decorativos remiten al esplendor clásico y hacen de este lugar uno de los más fotogénicos de la ciudad.
El peristilo está decorado con mosaicos de cinco dirigentes rumanos, entre ellos el príncipe moldavo Vasile Lupu, el señor de Valaquia Matei Basarab y el rey Carol I. Solo 10 años más tarde de su inauguración, en 1898, debutó en él, el compositor rumano George Enescu; el estreno de su obra maestra Rapsodia Rumana sonaría cinco años después.
A su alrededor, el Parque del Ateneo ofrece un espacio tranquilo con bancos, árboles altos, esculturas de figuras ilustres y sombra abundante, perfecto para una pausa con los peques o simplemente para sentarse y observar el bullicio suave de la ciudad en uno de sus rincones más elegantes.

Atardecer en el Parque Cismigiu
Terminamos el día en el apacible Parque Cismigiu, el jardín público más antiguo y querido de Bucarest. Abierto en 1854 e inspirado en los parques ingleses de la época, fue diseñado por el paisajista alemán Carl Friedrich Wilhelm Meyer y se extiende a lo largo de más de 16 hectáreas.

Se plantaron unos 30.000 árboles y arbustos traídos de los departamentos de Dambovita y Gorj, así como plantas ornamentales traídas de Brasov y Viena: plátanos, fresnos, avellanos y magnolias. También hay arbustos exóticos como el Ginkgo o el pino rojo japonés.

Con lagos, cisnes, senderos sombreados, glorietas románticas y bancos centenarios, es un remanso de naturaleza en pleno centro. Dispone de zonas de juegos infantiles, alquiler de barcas en primavera-verano, quioscos con helados, y muchas familias locales paseando con sus hijos o dando de comer a los patos.
El parque está principalmente asentado alrededor de un lago, dividido en sectores que llevan nombres de estilo romántico; la Senda de los Enamorados, el Rincón de los Ajedrecistas, el Jardín de las Rosas o Jardín Japonés, entre otros.

Es el único parque cercano al centro que merece la pena pasear e ir a pasar tiempo con la familia y niños pequeños. Tuvimos la suerte de que hacía un día soleado y tranquilo para pasear y disfrutar de la primavera y el parque en su máxima expresión floral. También los adultos pudimos desconectar un poco después de dos días bastante intensos por la ciudad. No es de extrañar que sea el lugar preferido de recreo de los bucarestinos.

También se puede visitar el Monumento a los Héroes Franceses, la Rotonda de los Escritores con bustos de literatos rumanos, y pequeñas cafeterías escondidas entre los árboles. Un broche natural y relajado para terminar un día cargado de historia y arquitectura monumental, especialmente agradecido para quienes viajan con niños pequeños y necesitan cerrar la jornada con tranquilidad.


Cena relajada en el barrio de Lipscani
Después de una jornada intensa de visitas y paseo, regresamos a Lipscani, nuestro rincón favorito de Bucarest, para cenar y tomar algo con tranquilidad. Aunque de día está lleno de historia, al anochecer el barrio cobra una atmósfera distinta: luces cálidas, terrazas animadas, pero sin agobios, músicos callejeros suaves y una sensación acogedora que invita a quedarse un poco más.
Elegimos una de las muchas tabernas tradicionales que ofrecen tanto platos locales como opciones más internacionales, ideal para las familias. Los niños pudieron comer tranquilamente en tronas mientras nosotros disfrutábamos de un merecido descanso con cerveza rumana y algún dulce local para compartir (seguramente papanași de nuevo). Entre los platos que probamos hubo costillas asadas y la clásica sarmale (rollitos de col rellenos de carne y arroz, uno de los platos más representativos de la cocina rumana), que completaron a la perfección nuestra experiencia gastronómica del día. Un cierre perfecto para un segundo día en Bucarest lleno de historia, cultura y momentos en familia.


A continuación Transilvania.