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Sighișoara: la joya medieval de Transilvania (día 5)

Continuación de Salina Turda y Alba Iulia: historia subterránea y legado imperial (Transilvania – día 4).

Después de la visita a Sibiu y Alba Iulia, nuestro próximo destino de la provincia de Transilvania estaba a poco más de un par de horas de distancia, la encantadora y manejable ciudad de Sighișoara, cuna de uno de sus más famosos personajes e iconos de Rumanía: Vlad Drăculea o Vlad Tepes.

La Torre del Reloj

Breve historia

Sighișoara, situada en el corazón de Transilvania, es uno de los conjuntos medievales habitados mejor conservados de Europa y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1999. Sus orígenes se remontan al siglo XII, cuando colonos sajones, invitados por el rey húngaro Géza II, fundaron un asentamiento fortificado sobre una colina estratégica. En sus inicios fue conocida como Castrum Sex y, más tarde, como Schäßburg en alemán y Segesvár en húngaro.

Durante la Edad Media, Sighișoara prosperó como un importante centro artesanal y comercial. La ciudad estaba protegida por una muralla defensiva de 930 metros, reforzada con 14 torres, cada una construida y mantenida por un gremio (herreros, zapateros, sastres, etc., de las que la mayoría todavía quedan en pie). Entre sus ciudadanos más célebres, como hemos comentado, se encuentra Vlad Drăculea, más conocido como Vlad el Empalador, príncipe de Valaquia e inspiración para la leyenda de Drácula, quien nació aquí en 1431.

Bajo el dominio del Imperio Habsburgo y más tarde del austrohúngaro, Sighișoara mantuvo su carácter multicultural, con comunidades sajonas, húngaras y rumanas conviviendo. La Segunda Guerra Mundial y el periodo comunista provocaron cambios en su estructura social, con la emigración de buena parte de la población sajona hacia Alemania.

Un lugar tranquilo

Actualidad

Hoy, Sighișoara sigue siendo una ciudad viva y habitada, donde la vida cotidiana transcurre entre calles empedradas, casas de colores pastel y torres centenarias. El casco histórico mantiene su esencia medieval, con plazas donde el tiempo parece haberse detenido, y es un imán para visitantes que buscan una experiencia al menos más auténtica que otros lugares europeos más masificados. Aun así, te seguirás encontrando una amplia variedad de cafeterías, restaurantes y tiendas de souvenirs.

La colorida ciudad de Sighișoara

La ciudad celebra cada verano el Festival Medieval de Sighișoara, con recreaciones históricas, música, artesanía y gastronomía local, que atrae a miles de turistas. Su economía se apoya en el turismo, la artesanía tradicional y pequeños negocios familiares, mientras que la parte baja de la ciudad se moderniza con hoteles, restaurantes y tiendas que complementan la experiencia del visitante.

Recorrido por los principales lugares de Sighișoara

Fortaleza medieval de Sighișoara

Lo que más llama la atención de la ciudad es el corazón histórico de la misma – su fortaleza medieval, una ciudadela del siglo XII rodeada de murallas y torres construidas y mantenidas por distintos gremios. Originalmente contaba con 14 torres y 5 baluartes de artillería, de las cuales se conservan hoy solo 9 y dos bastiones, todas con tejados de tejas rojas y nombres que reflejan el oficio que las levantó: la Torre de los Herreros, Torre de los Boteros, la Torre de los Carniceros, la Torre de los Zapateros, etc. Pasear por sus murallas es un viaje al pasado, con vistas panorámicas a las colinas verdes que rodean la ciudad.

Una de las entradas y murallas originales

Torre del Reloj (Turnul cu Ceas)

Emblema de la ciudad, la Torre del Reloj (antigua sede del ayuntamiento) fue construida en el siglo XIV como sede del consejo municipal. Mide 64 metros de altura y destaca por su tejado multicolor de tejas vidriadas, simulando las escamas de un dragón. En su interior alberga el Museo de Historia, con salas dedicadas a la historia de la ciudad, piezas medievales y vistas espectaculares desde su terraza. Su reloj astronómico, con figuras móviles que representan los días de la semana, es uno de los más fotografiados de Rumanía.

La magnífica Torre del Reloj

Torre de los Herreros (Turnul Fierarilor)

Construida en el siglo XIV y remodelada en el XVII, la Torre de los Herreros protegía el sector norte de la ciudadela, junto a la entrada que lleva a la Iglesia de la Colina. Su estructura maciza y rectangular, con un techo inclinado de tejas rojas, estaba equipada con aberturas de tiro para la defensa. Además de su función militar, fue utilizada como arsenal y almacén de pólvora. Su cercanía a la iglesia la convirtió también en un punto estratégico de vigilancia.

La Torre de los Herreros

Torre de los Zapateros (Turnul Cizmarilor)


Levantada en el siglo XV, la Torre de los Zapateros se encuentra en la parte baja de la ciudadela y se reconoce por su base ligeramente inclinada y cubierta de tejas. Originalmente defendida por el gremio de zapateros, era vital para la protección de la muralla sur. Durante siglos albergó armas y munición, y en tiempos de paz funcionó como taller y almacén para el gremio. Su aspecto inclinado y sus pequeñas ventanas defensivas le dan un carácter muy pintoresco.

Torre de los Zapateros

Torre de los Caldereros (Turnul Căldărarilor)


Situada en el extremo suroeste de la muralla, esta torre era custodiada por el gremio de caldereros, dedicados a la fabricación y reparación de recipientes metálicos. Fue reconstruida en el siglo XVII tras un incendio que destruyó parte de las fortificaciones. Aunque de menor tamaño que otras torres, su ubicación controlaba un sector vulnerable de la ciudadela. Hoy es una de las menos conocidas por los visitantes, pero conserva el encanto de su estructura medieval y las huellas del oficio que le dio nombre.

Torre de los Caldereros al fondo

Casa natal de Vlad Drăculea

En la casa natal de Vlad Drăculea, actual restaurante-museo, nació en 1431 el príncipe de Valaquia que pasaría a la historia como Vlad Țepeș (Vlad el Empalador). Allí se dice que vivió sus primeros 4 años.

Casa de Vlad Dracul, con más de 600 años en pie

Decidimos comer allí a pesar de que el reconstruido casa-restaurante vive más de su larga historia y su adornada habitación del Drácula de Bran Stoker, que por su comida. Aun así, la atmósfera del lugar y el decorado, lo hacen uno de los pocos lugares en Transilvania donde puedes tener una experiencia draculiana. No esperéis que, en el famoso castillo de Bran, donde se inspira el castillo original de Drácula y, en particular, las películas del mismo, haya una temática mejorada del célebre vampiro. La comida es aceptable: Zacuscă (o paté vegetal de berenjena, pimientos y cebolla), sopa de alubias en pan hueco, salchichas, entre otros.

El restaurante recoge un cierto ambiente draculiano

En el piso superior se conserva una habitación decorada con temática vampírica, incluyendo una figura de Drácula en persona, una propuesta turística más teatral que histórica, pero que bien te puede jugar un buen susto, como nos pasó a nosotros. Sin embargo, el actor que tienen contratado de Drácula era una versión simpática del mismo, por suerte.

Vlad Țepeș: el príncipe que inspiró al mito

Siguiendo con la historia de Vlad, y dando un poco más de contexto de la contovertida figura histórica, Vlad III, nacido en Sighișoara en 1931, pasó a la historia con un sobrenombre tan inquietante como su reputación: Țepeș, el Empalador. Hijo de Vlad II Dracul, caballero de la Orden del Dragón, creció bajo la sombra de un padre dedicado a la guerra contra el Imperio Otomano. De él heredó no solo el trono de Valaquia, sino también un juramento: mantener la independencia de su tierra frente a cualquier invasor.

Vlad Tepes

Su infancia estuvo marcada por la política brutal de la época. Como garantía de lealtad, fue entregado junto a su hermano Radu como rehén al sultán otomano. Allí, en las cortes de Edirne, aprendió el arte de la guerra y conoció la maquinaria implacable del imperio otomano. Cuando regresó a su tierra, traía consigo un profundo resentimiento hacia los turcos.

A partir de 1456, Vlad gobernó con mano de hierro. En una Valaquia sacudida por traiciones y conflictos, la crueldad se convirtió en su herramienta política.

El empalamiento fue su método de ejecución favorito. La víctima era atravesada con una estaca de madera que se insertaba por el cuerpo (a veces evitando órganos vitales para prolongar la agonía), y se dejaba en exhibición como advertencia.

No solo castigaba al enemigo, sino que enviaba un mensaje claro: traicionar al voivoda tenía consecuencias ejemplares. La leyenda cuenta que su “Bosque de los Empalados”, con miles de cuerpos atravesados por estacas (unos 20.000), fue suficiente para hacer retroceder al mismísimo Mehmed II, conquistador de Constantinopla.

Su lucha más célebre llegó en 1462. Ante la amenaza de una invasión otomana, Vlad adoptó una estrategia despiadada: incendió pueblos, envenenó pozos y atacó de noche con tácticas de guerrilla. La célebre “Noche del Ataque” contra el campamento turco dejó claro que Valaquia no se rendiría fácilmente. Sin embargo, sus métodos también le granjearon enemigos dentro de su propio territorio, y su vida política fue una sucesión de exilios y breves retornos al poder.

Murió en 1476, probablemente en combate, dejando tras de sí un legado ambivalente. Para sus súbditos, era un gobernante justo que castigaba el crimen y defendía la independencia. Para sus enemigos, un tirano sanguinario.

De hecho, en Sighișoara es recordado con orgullo con una magnífica estatua del cruel vaivoda, que es visita obligatoria dentro de la ciudad fortificada.

Estatua de Vlad

Siglos después, Bram Stoker, fascinado por las leyendas y supersticiones de Europa del Este, tomó prestado su nombre y su aura oscura para dar vida a su conde Drácula.

Hasta qué punto Bram Stoker se basó en Vlad Țepeș

No hay pruebas de que Stoker investigara en profundidad la vida de Vlad Țepeș. De hecho, en sus notas solo aparece una breve referencia a “Drácula” como un nombre tomado de un libro de historia de William Wilkinson, An Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia (1820). En ese libro se mencionaba a un príncipe valaco llamado Drácula que luchó contra los turcos y que era famoso por su crueldad.

Parece que Stoker:

  • Tomó el nombre “Drácula” y el trasfondo geográfico.
  • Añadió rasgos sobrenaturales inspirados en mitos y supersticiones sobre vampiros de Europa del Este.
  • Usó elementos de la tradición popular rumana y de historias góticas victorianas, pero no hizo una biografía disfrazada.

Siguiendo el recorrido en Sighișoara, y habiendo visitado la casa y estatua de Vlad procedemos con:

Iglesia del Monasterio

La Biserica Mănăstirii es una iglesia gótica luterana construida en el siglo XIII como parte de un monasterio dominico. Su interior es sobrio pero elegante, con un altar tallado y vitrales que datan del siglo XIX. Durante siglos fue un centro religioso importante para la comunidad sajona y hoy sigue siendo un lugar de culto y conciertos.

El retablo de la Iglesia del Monasterio

Piața Cetății

La Plaza de la Ciudadela es el centro neurálgico del casco histórico, rodeada de casas coloridas con fachadas barrocas y renacentistas. Aquí se celebraban mercados, ferias y eventos cívicos en la Edad Media. Hoy es un espacio animado con terrazas, tiendas de artesanía y músicos callejeros, ideal para sentarse y empaparse del ambiente medieval.

El ayuntamiento de la ciudad

Escalera escolar cubierta (Scara Școlarilor)

La escalera escolar, de fachada estilo renacentista, es una pasarela de madera cubierta construida en 1642 para proteger a los estudiantes y feligreses del clima durante el ascenso a la Iglesia de la Colina. Sus 175 escalones, protegidos por un techo de tablones oscuros, ofrecen una experiencia única, como si se atravesara un túnel medieval.

La entrada a la Escalera
Los 175 escalones

Una vez te atreves y subes los 175 escalones llegas a la colina de la fortaleza donde se divisa la ciudad entera. Allí te encuentras con la Iglesia de la Colina y el Cementerio Sajón.

La escuela adonde originalmente y hoy en día se dirigen las escaleras

Iglesia de la Colina

La Iglesia de la Colina (Biserica din Deal), levantada a 429 metros sobre el nivel del mar, es el gran emblema de Sighișoara y el templo que domina su horizonte. Su historia es tan antigua como la propia ciudad. Los investigadores no se ponen del todo de acuerdo, pero muchos creen que la torre y el altar tienen un origen anterior al siglo XIV, cuando la zona albergaba una torre de vigilancia independiente.

La Iglesia de la Colina

La construcción pasó por tres etapas: primero, la torre defensiva; después, entre 1429 y 1483, la integración de esta en una iglesia gótica; y finalmente, a comienzos del siglo XVI, la ampliación con las naves laterales y la sacristía. Durante siglos fue un templo católico bajo la advocación de San Nicolás, hasta que en 1547 pasó a ser la principal iglesia luterana de la comunidad sajona local.

En su interior destacan frescos del siglo XV y un púlpito de piedra tallado en 1480. El altar mayor, procedente de la antigua iglesia del convento, luce un estilo gótico de 1520 y se atribuye a Johann Stoss, hijo del célebre escultor Veit Stoss. También sorprende un órgano del siglo XIX, un armario sacramental de 1500 decorado con azulejos blancos y un conjunto de lápidas que narran siglos de historia local.

El interior de la iglesia
El imponente altar de cerca
Interesantes trípticos y algunos frescos en las paredes

Pero la Iglesia de la Colina no solo es piedra y arte: llegar hasta ella, subiendo por la famosa Escalera Escolar de madera, es una experiencia que mezcla el esfuerzo con la recompensa de las vistas. A un lado se extiende el cementerio sajón, tranquilo y salpicado de lápidas centenarias, que añade un toque melancólico y evocador al conjunto.

Cementerio sajón

A su alrededor se extiende el cementerio sajón, un lugar sereno donde las lápidas, muchas con inscripciones en alemán antiguo, narran la historia de generaciones de colonos sajones que vivieron y murieron aquí. Pasear entre sus tumbas, bajo la sombra de árboles centenarios, es una experiencia tan melancólica como hermosa.

Un lugar amable para familias

Es posible llevar un carrito con bebé o ir con niños por esta pequeña y amable ciudad, aun así, hay que tener en cuenta que es una ciudad fortaleza y a la misma, se accede por una cuesta pronunciada. También se puede hacer difícil subir a la Iglesia de la Colina por la escalera escolar ya que los niños pueden cansarse fácilmente. De todas formas, a pesar de no haber mucha oferta atractiva para ellos, sí que puede accederse a un trenecito por un módico precio que te da una vuelta por el casco histórico.

El tren en la Piața Cetății

Casa Steluta, el genuino lugar donde pasamos la noche en Sighișoara

Se trata de una casa de estilo sajón-transilvano adaptado a la vida contemporánea, con una estructura alargada que da a un patio empedrado común, muy típico en alojamientos familiares de esta región. La fachada combina paredes encaladas con una galería de madera oscura que recorre toda la planta superior. Esta galería elevada, accesible por escaleras exteriores, no es solo un elemento estético: históricamente servía como pasillo de acceso a las distintas habitaciones y como espacio para secar hierbas, ropa o almacenar pequeños objetos.

La madera está tratada y barnizada, conservando su tono rojizo natural, y adornada con macetas en las barandillas que aportan un toque hogareño. El entramado de vigas y columnas de madera también recuerda a las casas campesinas de los Cárpatos, donde la calidez de este material contrasta con la solidez de la piedra o el ladrillo del resto de la estructura.

Los pintorescos alrededores de Casa Steluta

En conjunto, la casa transmite funcionalidad, calidez y un encanto rural que encaja perfectamente con el espíritu acogedor de Sighișoara y sus alrededores.

Mención especial del artículo a Sándor Petőfi

A raíz de una magnífica estatua de Sándor Petőfi (1823-1849) quise indagar algo más en su persona. Fue el poeta nacional de Hungría y una de las figuras clave de la Revolución Húngara de 1848 contra el dominio de los Habsburgo. De origen humilde y con una juventud marcada por trabajos itinerantes como actor y soldado, se convirtió en un símbolo del romanticismo húngaro gracias a su estilo claro y accesible, cercano al pueblo. Entre sus obras más conocidas destaca el poema épico János Vitéz (Juan el Valiente) y el patriótico Nemzeti dal (Canto Nacional), que inspiró a miles de húngaros a unirse a la causa independentista.

En marzo de 1848, Petőfi recitó públicamente Nemzeti dal en Pest, encendiendo el espíritu revolucionario. Se alistó como oficial en el ejército húngaro y combatió hasta caer el 31 de julio de 1849, en la Batalla de Segesvár (actual Sighișoara, Rumanía), frente a las tropas rusas que apoyaban a Austria. Su figura sigue viva como emblema de la libertad y la independencia, y su nombre da vida a calles, plazas y monumentos en Hungría y parece que también en la ciudad de Sighișoara (donde se ve la influencia húngara y sajona hasta en las estatuas de quiénes rinden homenaje).