Continuación de Una breve historia de Buenos Aires: de puerto fronterizo a ciudad cosmopolita.
Buenos Aires nos recibió con ese aire señorial que mezcla pasado europeo y alma criolla. La ciudad vibra desde temprano, y nuestro primer día fue una inmersión directa en su corazón histórico: monumentos, plazas, carne asada y la emoción del tango.

Mañana: entre árboles y héroes, el parque San Martín
Comenzamos la jornada sobre las 10:00 en el Parque San Martín, en Retiro, porque nuestro hotel (Argenta Towers) estaba convenientemente cerca. Al cruzar la reja de hierro forjado, el ruido de la avenida se apagó y el canto de los pájaros nos acompañó entre jacarandas y tipas.

Frente a nosotros se alzó la estatua ecuestre del General José de San Martín, Libertador de Argentina, Chile y Perú. La composición, con el caballo en impulso y la capa al viento, condensa su gesta andina.
Nos sentamos en un banco a mirar la escena: turistas, oficinistas, parejas con mate… ese microcosmos porteño que convive con varios siglos de historia.

¿pero quién fue José de San Martín?
José de San Martín (1778–1850) es considerado el Padre de la Patria en Argentina y uno de los libertadores más importantes de Sudamérica. Nació en Yapeyú, en el Virreinato del Río de la Plata, y siendo niño viajó con su familia a España, donde se formó como militar. Luchó en las guerras contra Napoleón y adquirió la disciplina y experiencia que luego aplicaría en las campañas americanas.
En 1812 regresó a Buenos Aires para unirse a la causa independentista. Su primera victoria fue en la batalla de San Lorenzo (1813), al mando de los Granaderos a Caballo. Poco después organizó el Ejército de los Andes, con el que cruzó la cordillera en 1817, una hazaña militar sin precedentes, por la dificultad de cruzar tan imponente cadena montañosa con los medios de hace 200 años. Tras derrotar a los realistas en Chacabuco y Maipú, aseguró la independencia de Chile y preparó el camino hacia Perú.
En 1821 desembarcó en la costa peruana y proclamó la independencia de Lima, asumiendo el título de Protector del Perú. Su visión era clara: la libertad de Argentina no estaría asegurada mientras España controlara Chile y Perú. En 1822 se entrevistó con Simón Bolívar en Guayaquil y, tras esa reunión, decidió retirarse de la vida pública para dejar que Bolívar completara la obra emancipadora.
San Martín murió en el exilio en Francia en 1850, pero sus restos fueron repatriados en 1880 y hoy descansan en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, custodiados por soldados. Su legado es el de un héroe continental, que eligió la causa de la independencia sobre sus ambiciones personales, y cuyo nombre sigue vivo en calles, plazas, monumentos y en la memoria de millones de sudamericanos.

El Microcentro: el pulso económico e histórico de la ciudad
Después de pasear por el Parque San Martín, nos adentramos en el Microcentro porteño, ese entramado de calles que laten con el ritmo frenético de la capital. Aquí conviven bancos, ministerios, galerías comerciales y edificios centenarios; es el corazón financiero de Buenos Aires, pero también un museo a cielo abierto de su historia urbana.
Calle Florida: un desfile de acentos y escaparates
Nuestro recorrido comenzó en la Calle Florida, una peatonal que desde hace décadas es símbolo de compras, encuentros y vida callejera. Músicos con guitarras, bailarines de tango improvisados y vendedores ambulantes comparten espacio con turistas y oficinistas que caminan con paso apurado.
Florida es también un viaje en el tiempo: los edificios art nouveau y art déco de principios del siglo XX se mezclan con locales modernos, y las galerías comerciales —como Pacífico y Güemes— recuerdan los años dorados de la ciudad.

En especial, la Galería Güemes, joya del art nouveau de 1915, nos sorprendió por su elegancia: pisos de mosaico, vidrieras y un ascensor que lleva al mirador. Desde allí, vimos un panorama único del centro con el Río de la Plata brillando a lo lejos.

Corrientes, Lavalle y las calles del espectáculo
Unas calles más allá, la Avenida Corrientes y la calle Lavalle muestran la cara cultural del Microcentro. Corrientes es la “calle que nunca duerme porteña”, repleta de librerías, teatros y pizzerías clásicas (como Las Cuartetas). Lavalle, aunque hoy menos bulliciosa que en su apogeo, conserva cines y bares que evocan otra época dorada del entretenimiento porteño.

Nos llamó la atención cómo cada calle tiene su personalidad: Florida, con su perfil turístico y comercial; Corrientes, vibrante y cultural; Lavalle, nostálgica y bohemia.
Arquitectura y poder
Caminar por el Microcentro también es descubrir un paisaje arquitectónico monumental. En pocas cuadras se concentran joyas como:
- El Palacio de Correos (hoy CCK, Centro Cultural Kirchner), con su estilo francés y su imponente cúpula.
- El Banco Nación, símbolo de la fuerza financiera argentina.
- El Edificio Bencich, con su torre neogótica en plena Diagonal Norte, y varias fachadas afrancesadas que cuentan sin hablar la prosperidad de otros tiempos.
- El Palacio Mitre, residencia del expresidente y escritor, del cual veremos su tumba en La Recoleta.


Cada esquina sorprende con cúpulas afrancesadas, frontones clásicos o detalles de fileteado porteño en carteles antiguos.
El ritmo de la ciudad
El Microcentro es el lugar donde se siente con más fuerza la energía urbana, esa mezcla de modernidad y memoria que define a la ciudad.
Nos detuvimos en un café de esquina para tomar un cortado y mirar el desfile incesante de gente. En unos minutos, habían pasado junto a nosotros oficinistas con traje, vendedores con carros de café, y turistas con mapas en la mano. Era como una síntesis perfecta del alma porteña: diversa, ruidosa y siempre en movimiento.
Microcentro hoy: entre tradición y modernidad
Aunque muchos lo asocian a bancos y oficinas, el Microcentro también se ha revitalizado en los últimos años con espacios culturales, cafés modernos y ferias gastronómicas. Al caer la tarde, los edificios iluminados y el bullicio de Corrientes muestran que la zona nunca pierde su protagonismo.
Mediodía: un asado en las Nazarenas
A mediodía, el aroma a brasas nos llevó a Las Nazarenas (Reconquista 1132). Pedimos bife de chorizo y tira de asado, con ensalada criolla y una copa de Malbec de Mendoza. El primer bocado confirmó la fama: carne tierna, bordes dorados y ese humo de leña que solo da la parrilla.

Como curiosidad, la parrilla o el asado argentino suele siempre estar muy hecho. Si pides que el punto de carne quede crudo o al punto, te la pondrán hecha o muy hecha, y eso se debe a la manera de cocinar la carne, que lo hacen lenta y prolongadamente, a brasas de leña o carbón, no con fuego directo. El objetivo es lograr que quede bien cocida por dentro pero suave, y que los cortes más duros se ablanden. Además, en Argentina durante mucho tiempo se pensó que comer carne poco hecha era “peligroso” para la salud, por lo que culturalmente se asoció lo bien cocido con lo “correcto”.
Por eso, si pides un bife “jugoso” en Buenos Aires, lo más probable es que te llegue a punto o pasado según el estándar español o europeo. Los argentinos suelen preferir la carne cocida, con la grasa bien derretida y la superficie como ellos dicen “crocante” o crujiente.
De postre, el clásico panqueque de manzana flambeado: el mozo encendió el licor frente a nuestra mesa y la llama azul arrancó aplausos. Ritual porteño en estado puro.


La Plaza de Mayo: corazón político y emocional de argentina
Llegamos a la Plaza de Mayo justo después de comer. Frente a nosotros se abría ese rectángulo de historia viva: la plaza más antigua y simbólica de Buenos Aires, donde nació el país, donde se celebraron victorias y se lloraron pérdidas.
Aquí todo tiene un significado. Cada piedra ha sido testigo de un momento decisivo.

Un escenario de revoluciones y protestas
La plaza fue trazada en 1580 por Juan de Garay junto al primer Cabildo. Pero su historia moderna comienza en 1810, cuando miles de criollos se congregaron frente al Cabildo para exigir la renuncia del virrey español.
Ese acto, conocido como la Revolución de Mayo, marcó el inicio del proceso de independencia. Por eso, desde entonces, la plaza es el epicentro político y cívico de la nación.
Durante el siglo XIX, fue escenario de pronunciamientos, fusilamientos y celebraciones. Y en el XX, se convirtió en el pulso de la vida democrática:
- Aquí habló Juan Domingo Perón ante multitudes obreras.
- Desde el mismo balcón, Evita arengó a los “descamisados” y anunció derechos laborales y voto femenino.
- En 1982, la plaza se llenó de banderas durante la guerra de Malvinas.
- Y desde 1977, cada jueves, las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a marchar en círculo, con sus pañuelos blancos, pidiendo por sus hijos desaparecidos durante la dictadura.
Hoy, esas huellas de pañuelos pintadas en el suelo son un símbolo de memoria que estremece.
La Pirámide de Mayo
En el centro se alza la Pirámide de Mayo, erigida en 1811 para conmemorar el primer aniversario de la Revolución. Es el monumento más antiguo de la ciudad.
A su alrededor, esculturas alegóricas a la libertad y la república la transforman en un altar laico. Las flores y los pañuelos que la rodean recuerdan que, más que un adorno, es un símbolo de identidad nacional.

Los edificios que la rodean
Cada lado de la plaza narra una parte distinta de la historia argentina:
- La Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo, combina arquitectura italiana y francesa.
- El Cabildo, de fachada colonial blanca, fue el corazón administrativo del virreinato y escenario de las deliberaciones de 1810.
- La Catedral Metropolitana, con su pórtico de columnas corintias, recuerda un templo clásico más que una iglesia.
- El Banco Nación y el Palacio del Gobierno de la Ciudad completan el conjunto, mezclando estilos neoclásicos y art déco que hablan de la prosperidad de otras épocas.
Una plaza viva
La Plaza de Mayo no es un museo, sino un espacio vivo donde la historia sigue latiendo. Aquí se celebran los actos del 25 de Mayo y el 9 de Julio, se despiden campeones del mundo, se reclama justicia y se renuevan promesas de libertad.
Nos sentamos un momento frente a la Pirámide, con la Casa Rosada a un lado y la Catedral al otro, y sentimos algo difícil de describir: esa mezcla de orgullo, memoria y emoción que solo transmiten los lugares que han visto nacer una nación.
La Casa Rosada: el balcón más famoso de argentina
Frente a la Plaza de Mayo, la fachada rosada destaca como un telón de fondo de la historia nacional. La Casa Rosada es mucho más que el palacio presidencial: es un símbolo cargado de gestos, discursos y emociones que marcaron a generaciones enteras de argentinos.

Un edificio con muchas vidas
El origen de la Casa Rosada se remonta al siglo XIX. En el solar se levantaba primero el Fuerte de Buenos Aires, fundado en la época colonial para defender el puerto. Con el tiempo, fue transformándose en distintas sedes administrativas hasta que, en 1873, el presidente Domingo Faustino Sarmiento ordenó unificar las construcciones y pintarlas de un tono rosado característico.
Se dice que el color proviene de la mezcla de cal con sangre de vaca —usada como sellador—, aunque otros historiadores señalan un simbolismo político: el rosa sería la conciliación entre los colores de las dos facciones enfrentadas en el siglo XIX, los unitarios (blancos) y los federales (rojos).
El balcón que habla al pueblo
Lo más icónico de la Casa Rosada no está en su interior, sino en su balcón principal, que da a la Plaza de Mayo. Allí, en 1945, Juan Domingo Perón apareció junto a Eva Perón para saludar a las multitudes que reclamaban su liberación. Fue el inicio del vínculo entre el peronismo y el pueblo más obrero.
Desde ese mismo balcón, Evita anunció la conquista del voto femenino, Perón habló de justicia social, y décadas después presidentes democráticos como Raúl Alfonsín o Néstor Kirchner se dirigieron a la nación en momentos de esperanza y crisis.
El balcón de la Casa Rosada es el escenario político más cargado de simbolismo en Argentina.

Un interior que guarda historias
Aunque no nos dio tiempo a visitar, por dentro, la Casa Rosada conserva un aire señorial, con escaleras de mármol de Carrara, salones decorados con arañas de cristal y techos pintados al fresco. Entre sus espacios más destacados están:
- El Salón Blanco, donde los presidentes toman juramento al asumir.
- El Salón de los Bustos, con esculturas de los mandatarios.
- El Patio de las Palmeras, un oasis en medio del edificio.
Además, bajo la Casa Rosada se encuentra el Museo del Bicentenario, que expone piezas arqueológicas del antiguo fuerte, carruajes presidenciales y objetos que narran dos siglos de historia.
La Casa Rosada hoy
Actualmente, sigue siendo la sede del Poder Ejecutivo argentino. Aunque el presidente no reside aquí —su residencia oficial está en Olivos, al norte de la ciudad—, la Casa Rosada es el lugar donde se toman decisiones, se dan conferencias y se celebran actos oficiales.
Para los visitantes, es posible recorrerla con visitas guiadas gratuitas (fines de semana y festivos).
El Cabildo: testigo blanco de la revolución
A un costado de la Plaza de Mayo, su fachada blanca y sus arcos coloniales parecen modestos comparados con la majestuosidad de la Casa Rosada. Pero el Cabildo guarda un peso simbólico inmenso: aquí comenzó la historia independiente de Argentina.

El edificio fue la sede del gobierno local en tiempos del Virreinato del Río de la Plata. En sus salas se reunieron, en mayo de 1810, los criollos que exigieron la destitución del virrey Cisneros. Aquel encuentro, conocido como el Cabildo Abierto del 25 de mayo, marcó el nacimiento de la Primera Junta de Gobierno y el inicio del camino hacia la independencia.


Por fuera, todavía conserva su estilo colonial, aunque reducido: el trazado original tenía once arcadas y llegaba hasta donde hoy se extiende la Avenida de Mayo, pero sucesivas reformas lo recortaron. Aun así, su torre con reloj y su blanco encalado siguen siendo un imán para las fotos.
Entramos al Museo Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo, que conserva documentos, mapas y objetos de época: desde mobiliario del siglo XVIII hasta banderas y retratos de los protagonistas de 1810.
La Catedral Metropolitana: un templo clásico con héroes dentro
Frente al Cabildo, en el otro extremo de la plaza, se alza la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Su fachada sorprende: no tiene torres ni gótico, sino un pórtico de doce columnas corintias que recuerdan a un templo romano. La actual construcción se completó en el siglo XIX y es fruto de varias reconstrucciones tras derrumbes y reformas.

Entramos por sus grandes puertas de bronce y enseguida nos envolvió una atmósfera solemne. Los mosaicos venecianos del piso, los altares dorados y los frescos del techo le dan un aire majestuoso. Pero lo que más nos impactó fue el Mausoleo del General José de San Martín, custodiado día y noche por granaderos con uniforme histórico.
San Martín descansa aquí desde 1880, acompañado de banderas de Argentina, Chile y Perú, recordando su papel como libertador continental. Fue muy interesante ver cómo la figura que habíamos contemplado en la estatua del Parque San Martín en la mañana tenía aquí su reposo definitivo, en el corazón de la ciudad.
La Catedral también tiene otra huella notable: aquí ofició como arzobispo Jorge Bergoglio, quien más tarde se convertiría en el Papa Francisco.

Una trilogía que cuenta un país
Al recorrer la Plaza de Mayo, sentimos que sus tres grandes edificios —Casa Rosada, Cabildo y Catedral— forman una especie de trilogía.
- El Cabildo habla del nacimiento de la patria.
- La Catedral, de la espiritualidad y de sus héroes.
- La Casa Rosada, de la política viva y de los discursos que siguen marcando generaciones.
Estar allí no es solo hacer turismo: es caminar sobre un escenario donde se ha escrito, y se sigue escribiendo, la historia argentina.
Noche: cena con tango en Piazzolla
Con la noche encendida, reservamos en Piazzolla Tango, dentro del antiguo Teatro Astor Piazzolla, una joya restaurada estilo Belle Époque.
La cena combina platos criollos y buen vino; después, se apagan las luces y comienza el espectáculo: una orquesta en vivo, parejas que se mueven con precisión entre pasión y melancolía. El tango es más que un baile: es una forma de sentir, una historia de inmigrantes y arrabales contada en pasos y miradas.

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Salimos con esa música pegada al cuerpo: en un solo día, Buenos Aires nos había mostrado su historia, su sabor y su alma.


UNAS NOTAS SOBRE EL TANGO
El tango nació a fines del siglo XIX en los barrios populares de Buenos Aires y Montevideo, especialmente en La Boca, San Telmo y Barracas. En esos conventillos convivían inmigrantes europeos, afrodescendientes y criollos, compartiendo patios, nostalgias y lenguajes. De esa mezcla surgió un ritmo nuevo, acompañado por el bandoneón, que pronto se convirtió en su instrumento emblema.
El tango es hijo de la melancolía del inmigrante que añoraba su tierra, de la soledad de los arrabales y del encuentro entre culturas. Por eso, sus letras suelen hablar de amor perdido, nostalgia, barrio y memoria.
POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL DE BAILAR
A diferencia de otros bailes más coreografiados, el tango se basa en la improvisación y en la conexión entre la pareja.
No hay pasos rígidos: lo esencial es el abrazo cerrado y la comunicación sutil entre líder y seguidor.
Cada movimiento se decide en el momento, siguiendo el pulso de la música y la respiración del compañero.
Requiere equilibrio, precisión y confianza mutua: un pequeño gesto de hombro o un cambio en la presión de la mano marca la dirección.
Por eso se dice que aprender tango es como aprender a hablar un idioma con el cuerpo: se empieza torpe, pero cuando fluye, la conversación es infinita.

Otros restaurantes recomendables (centro)
- La Estancia Asador Criollo (Lavalle 941): carnes al carbón en ambiente clásico.
- Las Cuartetas (Corrientes 838): pizzería histórica de masa alta, ideal antes o después del teatro.
Resumen del día
✔ Historia: San Martín, Plaza de Mayo, Casa Rosada
✔ Arquitectura: Galería Güemes, palacios del centro
✔ Gastronomía: asado, Malbec y panqueque flambeado
✔ Cultura: tango en vivo en un teatro histórico
A continuación Buenos Aires en 2 días: Recoleta, Palermo, San Telmo y el colorido barrio de La Boca.