Uno de los libros más interesantes que he leído ha sido la archiconocida novela de Bram Stoker, Drácula. El suspense de la novela, la creación del mito, la manera de contar la historia y la capacidad que tuvo esta historia de convertir a una región del mundo en un lugar misterioso, gris y lleno de vampiros, hace de este libro, una obra maestra que debería contar en cualquier biblioteca familiar.
Creo que desde el momento que pude disfrutar de la novela, me surgió curiosidad de visitar Transilvania y comprobar si la atmósfera creada por el célebre novelista era la que se palpaba en la región.
Sin embargo, una vez recorres Transilvania, el gris, la niebla y la oscuridad que te habías imaginado, no es lo que refleja hoy en día. Quizá en la época de las iglesias fortalezas de antaño, la constante amenaza turca, las sanguinarias batallas y represiones como las protagonizadas por Vlad Tepes en la Edad Media, hacían de Transilvania un lugar propicio para crear ambiente en la novela. También he de decir que lo visitamos en una magnífica semana soleada, en primavera, por lo que es difícil verse en el contexto de la decimonónica novela.
Imagina el Londres victoriano de finales del siglo XIX: la ciudad vibra entre el humo de las fábricas y el zumbido de las nuevas máquinas de escribir, mientras los telegramas cruzan distancias a una velocidad inédita. Y, sin embargo, en ese mundo moderno y revolucionario, Bram Stoker decide abrir una ventana hacia lo arcaico, hacia un rincón sombrío de Europa donde aún gobiernan los castillos, las supersticiones y la noche. Así nace Drácula.
Una novela universal
Lo primero que sorprende al lector es su forma. No es una novela contada por un narrador único, sino por varios elementos: diarios, cartas, telegramas, recortes de prensa. Es como si el propio lector estuviera revisando un expediente secreto, un conjunto de pruebas reunidas para demostrar que algo imposible ha sucedido. Este recurso, insólito para la época, da a la historia un aire inquietantemente real.
Pero lo que de verdad marcó un antes y un después fue la figura del conde. Hasta entonces, los vampiros eran campesinos deformes o criaturas del folclore. Stoker los reinventa en un personaje fascinante: un aristócrata culto, seductor y misterioso, que habita en un castillo en ruinas de Transilvania. Ese contraste —la elegancia refinada que oculta la monstruosidad— lo convirtió en un mito universal, y en el personaje ideal que más tarde protagonizaría infinidad de películas (más de 400).
Recreación de un vampiro en el castillo de Bran
La novela es, además, el reflejo de su tiempo. En ella chocan dos mundos: el de los mitos orientales, oscuros y supersticiosos, contra la ciencia y la razón victoriana. Carruajes y crucifijos se enfrentan a trenes y máquinas modernas. Y en ese choque laten también los miedos ocultos de la sociedad: el temor a lo extranjero, la amenaza de lo desconocido, y, por encima de todo, una tensión erótica que desbordaba la rígida moral victoriana. Cada mordisco en el cuello es también una metáfora de deseo prohibido.
Al final, lo que hace distinta a Drácula no es solo su monstruo, sino la atmósfera que crea: un relato gótico que mezcla lo ancestral con lo moderno, lo supersticioso con lo científico, lo erótico con lo siniestro. Y lo más inquietante de todo es que, a diferencia de tantos héroes solitarios, aquí no basta un individuo para derrotar al mal. Solo la unión de varias voces, de varias fuerzas, puede hacer frente a la sombra del conde.
Recreación de la vestimenta de Drácula de una de las películas
El Castillo de Bran
Historia y contexto del castillo de Bran
Esta atmósfera draculiana, nos pone en el contexto adecuado para abordar nuestra visita al castillo, que se le ha asignado la historia ficticia del Drácula de Bram Stoker.
El Castillo de Bran se encuentra en Transilvania, muy cerca de la ciudad de Brașov, y es probablemente el castillo más famoso de Rumanía, por lo comentado de su vinculación con la leyenda de Drácula. Su origen es medieval: la primera mención documentada data de 1377, cuando los sajones de Brașov recibieron del rey Luis I de Hungría el privilegio de levantar una fortaleza para defender el paso estratégico entre Transilvania y Valaquia.
Durante siglos, perteneció a los reyes de Hungría y más tarde al Imperio de los Habsburgo. Por aquí pasaron personajes ilustres como Mihai Viteazul o el mismo Vlad Tepes, pero no fueron propietarios del castillo. Seguramente lo usaron en alguna de sus campañas militares.
La ubicación no fue casual: el desfiladero de Bran era un punto clave para el comercio y la defensa militar frente a invasores. A lo largo de los siglos, el castillo cumplió funciones tanto militares como aduaneras, convirtiéndose en un símbolo de control y protección en la región. Aunque no existen pruebas históricas que lo vinculen directamente con Vlad Țepeș, el voivoda de Valaquia que inspiró la figura de Drácula, la tradición popular y la literatura romántica del siglo XIX lo asociaron con el célebre conde, aumentando su aura legendaria.
En el siglo XX, tras la unión de Transilvania con Rumanía (1918), el castillo fue regalado a la reina María, quien lo transformó en una residencia real cargada de encanto y romanticismo. Bajo su cuidado, se convirtió en un lugar de descanso y en un símbolo de la monarquía rumana. Después de la muerte de la reina María en 1938, el castillo fue heredado por su hija, la princesa Ileana. Ella vivió en el castillo hasta 1948, cuando la familia real fue expulsada por el régimen comunista, convirtiéndose desde entonces en museo estatal.
En 2009, el castillo entró en la administración privada de los herederos de la reina María, siendo hoy en día, es un museo abierto al público y una de las atracciones turísticas más visitadas del país.
¿y porqué se relaciona este específico castillo a al de Stoker?
Aunque Bram Stoker nunca puso un pie en Rumanía ni mencionó este castillo en su célebre novela Drácula, la fortaleza de Bran acabó convertida en el escenario perfecto para el mito. Sus torres puntiagudas, encaramadas sobre la roca, y sus pasadizos estrechos, parecían hechas a medida para albergar al conde vampiro.
El castillo de Bran
Lo curioso es que la fama no nació de la pluma de Stoker, sino de la gran pantalla. Las primeras películas de Hollywood en los años treinta y, más tarde, las producciones de la Hammer con Christopher Lee, necesitaban un castillo gótico que encajara con la imagen popular del vampiro (no nos olvidemos de la primera versión no autorizada de Drácula en 1922, “Nosferatu”). Bran, con su silueta de cuento oscuro, se convirtió en el candidato ideal, aunque la conexión fuese más estética que histórica. Durante la época comunista, el régimen aprovechó la popularidad del mito y comenzó a promocionarlo como el “Castillo de Drácula”, atrayendo oleadas de visitantes. Así, entre el cine y el marketing turístico, Bran acabó consagrado como el castillo más famoso de Rumanía, símbolo de un vampiro que en realidad nunca lo habitó.
Arquitectura del Castillo de Bran
El Castillo de Bran se alza sobre una colina rocosa de 60 metros de altura, con una silueta imponente que parece surgir de los bosques transilvanos. Se ha configurado a lo largo de más de 600 años de existencia. Su arquitectura refleja el estilo medieval gótico, con torres puntiagudas, murallas blancas y estrechos pasadizos interiores que evocan la atmósfera misteriosa que tanto fascina a los visitantes. Como materiales de construcción se utilizaron piedras de río, ladrillos y madera.
El castillo fortaleza encima de la colina
El castillo de Bran evolucionó a lo largo de los siglos desde una fortaleza medieval de carácter defensivo hasta convertirse en una residencia más cómoda y moderna. En 1535 contaba con tres torres defensivas, pasarelas de acceso de madera y un sistema de pozos que recogían principalmente agua de lluvia. A lo largo de los siglos XVI y XVII se añadieron y reconstruyeron torres, como la redonda y la cuadrada, reforzadas con contrafuertes y escaleras secretas. Durante el siglo XVIII se realizaron reparaciones en puertas y techos, mientras que en la guerra ruso-romano-turca (1877-1878) se sustituyeron techos de madera por tejas y se modernizó parte de la estructura.
Las restauraciones más significativas llegaron entre 1883-1886 y 1921-1929, ésta última bajo la dirección del arquitecto checo Karel Liman. Estas obras introdujeron un estilo mixto que combinaba elementos góticos, renacentistas y rurales, con fachadas de madera y ladrillo, amplias ventanas con parteluces y pasajes interiores que hicieron más habitable el castillo. En 1937 se instaló un ascensor eléctrico que conectaba el castillo con el parque, y finalmente, tras los daños por deslizamientos de tierra, se consolidaron los cimientos entre 1987 y 1993, garantizando la estabilidad de este icono arquitectónico.
Interiores del Castillo de Bran
Y, efectivamente, del Castillo de Bran lo que más merece la pena a priori es el exterior, pues es un castillo en mayúsculas, de los que no te quedarías una noche de tormenta. El interior es mucho más sobrio y medieval. Las habitaciones apenas están decoradas y amuebladas, por lo que han ido rellenando cada sala como una especie de castillo museo. Bran no es Peleş. En este último, cada habitación es una obra de arte. En Bran han hecho una especie de collage con varias temáticas, que, no obstante, merece la pena el circuito si le dedicas tiempo suficiente. Un paseo por el castillo nos cuenta la historia de la familia real rumana de finales del SXIX a principios del SXX (siendo María la última que lo reformó a su gusto), también hay varias habitaciones dedicadas a los mitos y leyendas rumanas, otros a Drácula, e incluso han habilitado varias estancias donde se exponen algunos de los más maquiavélicos instrumentos de tortura medievales.
La sugerente draculiana entrada al Castillo de Bran
Peleş es un coro que canta al unísono. Bran ofrece una mezcla artificial de distintas voces en su interior. Pero lo dicho, pedagógico para profundizar en ciertos aspectos.
Si viajas con niños, el castillo no está habilitado por lo que tendrás que llevarlos cogidos y dejar el carrito en la puerta de abajo. Aun así, es un trayecto asequible de 1h o 1h y media de duración.
En el interior, el recorrido atraviesa estancias decoradas con mobiliario renacentista y objetos personales de la reina María, que le otorgó un carácter más acogedor y elegante. Las salas del recorrido que realizamos son las siguientes:
Sala Gótica
Denominada así debido a la forma del techo con arcadas, la estancia de planta trapezoidal fue por un tiempo la capilla del castillo. Después de 1920, esta estancia del techo abovedado fue llamada el “Salón Amarillo”, en el que la reina María solía leer o tomar el desayuno.
La sala gótica
¿quién era María?
María de Sajonia-Coburgo-Gotha (1875-1938), nacida en Kent, Inglaterra, fue nieta de la reina Victoria del Reino Unido y del zar Alejandro II de Rusia. En 1892 contrajo matrimonio con el príncipe heredero Fernando de Rumanía, con quien tuvo seis hijos. De espíritu fuerte y carismático, se adaptó a su nuevo país mostrando un profundo afecto por la cultura y las tradiciones rumanas. Amaba el arte, la literatura y la arquitectura, dejando huella con la remodelación de palacios y castillos, entre ellos Bran, que convirtió en una residencia cálida y refinada.
María con su hija, la archiduquesa Ileana
Apodada la “Reina de Corazones”, desempeñó un papel crucial durante la Primera Guerra Mundial como enfermera, diplomática y símbolo de unidad nacional. Su presencia en conferencias internacionales, como la de París en 1919, consolidó el reconocimiento de la Gran Rumanía. Inteligente, culta y con un estilo magnético, se ganó el cariño del pueblo rumano por su cercanía y entrega. Tras la coronación en Alba Iulia en 1922, dedicó sus últimos años a la vida cultural y a su familia, siendo recordada como una de las reinas más queridas y carismáticas de Europa.
Sala de Consejo
Hasta el siglo XIX, esta fue una de las salas más importantes del Castillo de Bran. Aquí se tomaban decisiones esenciales relacionadas con aspectos económicos y estratégicos de la región.
Sala del Consejo
El techo es de madera oscura, las paredes presentan frescos de estilo medieval, y las ventanas son profundas, enmarcadas en piedra maciza. Durante las obras de renovación realizadas en tiempos de la Reina María, en el interior de la pared se descubrió una escalera secreta, excavada en el grosor del muro. La escalera conecta el 1er piso con el 3er piso del castillo.
Salón de Música
Proyectado por el arquitecto Karel Liman, el Salón de Música de la Reina se halla en el viejo desván de la fortaleza medieval.
La estancia tiene planta rectangular, con techo de vigas, las ventanas están profundamente incrustadas en la pared y, en el lado este, una chimenea abierta.
La sala de la música con el piano de fondo
El Salón de Música se convirtió en uno de los lugares preferidos de la Reina María. En esta sala, la soberana escuchaba a George Enescu, el más renombrado músico rumano, y a la pianista rumana Cella Delavrancea.
Toca una campana y un ángel recibirá sus alas
En nuestro recorrido por el castillo de Bran, nos encontramos con una campana que podíamos hacer sonar. Se trata el símbolo de la solemne marcha del alma de la vida a la eternidad: toca una campana y un ángel recibirá sus alas.
“…Era casi de noche, y cuando miré hacia arriba, vi a un ángel volando. Estaba tan asustada, tan asombrada que me quedé completamente paralizada. No era un sueño, no era una visión, lo vi. Era simplemente algo allí, real, flotando, claro y sencillo. No era un pensamiento ni una imaginación, no era un sueño. Me quedé muy impresionada. Quise hablarle, tocarlo.”
— Princesa Ileana / Madre Alexandra
La Terraza
Construida en el viejo ático de la fortaleza durante el tiempo de la Reina María, la terraza presenta un parapeto con almenas que recuerdan a las antiguas “bocas de fuego”, a través de las cuales los soldados vertían brea caliente sobre los asaltantes. Se obtienen vistas espectaculares de los montes Bucegi y de la región de Transilvania.
Las vistas desde la terraza
Desde aquí, hacia el sur, se puede observar la Casa de la Aduana, el antiguo camino comercial, las murallas defensivas y la planta eléctrica instalada en 1932.
Hacia el norte, se puede ver la estructura de madera de la torre de vigilancia, desde donde los guardianes del castillo vigilaban el paso de Bran.
La Cámara Sajona
Las habitaciones del segundo piso fueron en otro tiempo los dormitorios de la guarnición de la Fortaleza de Bran. La Reina María encargó a los artesanos sajones pintar sus interiores: las puertas, los alféizares de las ventanas y las vigas del techo.
La cámara sajona
La Cámara Sajona es un reflejo de la apreciación de la Reina María por la tradición local, integrada con buen gusto en el diseño general del Castillo de Bran.
Dormitorio Real
El dormitorio real del Castillo de Bran transmite la intimidad y el recogimiento de la nobleza de la época. Amueblado con una cama de madera tallada, muebles de época, conserva un aire sobrio pero elegante, donde predominan los tonos oscuros y la calidez de los tejidos. Llama la atención la corona y el cetro que otrora perteneció a Fernando, como rey de Rumanía.
Dormitorio Real
Fernando I de Rumanía (1865-1927), nacido en Alemania, de la casa de Hohenzollern, fue sobrino del rey Carol I y declarado príncipe heredero en 1889. Pasó su juventud en una estricta formación y en 1892 se casó con la princesa británica María de Sajonia-Coburgo-Gotha. Su carácter tímido y reservado contrastaba con su vasta cultura y pasión por la lectura, los idiomas y la vida sencilla. Junto a la reina María tuvo seis hijos, a quienes inculcó disciplina y amor por el conocimiento.
Apodado “El Unificador”, Fernando se convirtió en rey en 1914, en un contexto de tensiones internacionales. Tras la neutralidad inicial, rompió con su propia familia alemana para alinear a Rumanía con la Entente en la Primera Guerra Mundial, lo que permitió que en 1918 se concretara la Gran Unión con Transilvania, Banato y Bucovina. Coronado junto a la reina María en Alba Iulia en 1922, dedicó sus últimos años a las reformas, la reconstrucción y la consolidación de la Gran Rumanía. Su gesto de sacrificar sus lazos familiares por el deber nacional lo convirtió en un símbolo de patriotismo.
Salón Grande
El gran salón es el corazón social del castillo, un espacio amplio y luminoso que servía para recepciones, banquetes y reuniones diplomáticas. Sus techos altos con vigas de madera, chimenea monumental y mobiliario renacentista evocan la solemnidad y la ostentación del poder.
Salón grande
Comedor Real
Junto al dormitorio del Rey, la Reina María preparó el Comedor Real. En 1927, las vigas del techo fueron pintadas con motivos geométricos y vegetales, así como con los blasones de las ciudades más importantes de Transilvania.
Comedor Real
La Archiduquesa Ileana transformó este espacio en la sala de juegos de niños. El rincón junto a la chimenea se convirtió en uno de los lugares favoritos de sus hijos, hoy en día, los propietarios del Castillo.
Sala de la Armería
La Sala de las Armas expone escudos y estandartes de Transilvania y de Valaquia, partes de armaduras – yelmos, dos armaduras completas y armas blancas: alabardas, espadas, hachas de guerra, mazas, una alabarda de gancho, hachas de doble filo y látigos de combate, así como una ballesta.
Uno de los rincones de la sala de la armeríaVarias heráldicas, entre ellas, el escudo de Transilvania arriba a la derechaVestuarios de época
La princesa Ileana de Rumanía (1909-1991), hija favorita de la reina María, fue una mujer carismática, de gran bondad y talento artístico, a quien su madre consideraba la más digna de portar la corona real. En 1931 se casó con el archiduque Antonio de Habsburgo y, tras años de distanciamiento de su tierra por decisión de su hermano, el rey Carol II, regresó a Rumanía en 1939 y se instaló en el castillo de Bran, que convirtió en su residencia permanente. Durante la Segunda Guerra Mundial se dedicó a la atención de soldados heridos, dirigiendo hospitales militares en Brașov y en Bran, siguiendo la vocación humanitaria de su madre.
Tras la llegada del régimen comunista, Ileana se exilió junto a sus hijos, viviendo en Suiza, Argentina y finalmente en Estados Unidos. Allí desarrolló una intensa vida espiritual: en 1961 ingresó en un convento en Francia y en 1967 fundó el Monasterio Ortodoxo de la Santa Transfiguración en Pensilvania, donde tomó el nombre de Madre Alexandra. Autora de memorias como Vivir de nuevo (1951), enfermera en tiempos de guerra y escultora, fue reconocida internacionalmente por su servicio y dedicación. Su vida, marcada por el deber, la fe y la resiliencia, la convirtió en una de las figuras más notables de la realeza rumana del siglo XX.
Patio Interior
El patio interior del castillo de Bran es uno de los rincones más pintorescos y fotogénicos de la fortaleza. Rodeado por galerías de madera con balcones que se entrelazan en varios niveles, ofrece una visión íntima de la vida cotidiana dentro del castillo. Sus paredes encaladas, ventanas góticas y techos de tejas rojas crean un ambiente acogedor que contrasta con la severidad de las murallas exteriores.
El patio interior
En el centro del patio se encuentra el pozo de piedra, una estructura profunda que servía como fuente de agua para los habitantes en caso de asedio. Se dice que además de su función práctica, el pozo está rodeado de leyendas: algunos creen que podría haber servido como pasaje secreto hacia túneles subterráneos. Hoy, junto al sonido del agua y el eco de las pisadas en la piedra, el patio transmite una atmósfera mágica.
Las rosas le dan una estética vampírica
Museo de la Tortura
Pagando un pequeño extra, hay varias estancias habilitadas donde puedes observar algunos de los elementos de tortura medievales más populares en su época. Merece la pena pagar y visitarlo, aunque solo sea para observar una de las famosas estacas que bien podrías haber usado Vlad el Empalador. Entre otras muchas, destaco las siguientes:
La cruz de oración
Un instrumento atroz que servía para la inmovilización en la posición «en cruz» del culpable.
La cruz de oración
El castigo del trono
Este instrumento representaba un cierto tipo de combinación entre un escarnio y un potro de tortura, denominado «trono». La persona investigada era introducida en un trono con la cabeza hacia abajo, los pies bloqueados con bloques de madera. Era la tortura preferida de aquellos investigadores que aplicaban estrictamente la ley. No dejaba huellas visibles en el cuerpo de la víctima por lo que se prestaba a ser utilizado durante mucho tiempo. Cabe añadir que, en el caso de los acusados de brujería, sentados en el «trono» también se les aplicaba al mismo tiempo la tortura con agua o con hierro al rojo vivo.
El castigo del trono
La silla inquisitorial
La silla inquisitorial fue utilizada en Europa Central (Austria, Alemania) durante los interrogatorios judiciales preliminares.
La silla inquisitorial
El acusado era colocado desnudo en esta silla y se le inmovilizaba, haciendo que cualquier mínimo movimiento causara roces y heridas en la piel. Los pinchos de hierro, distribuidos en todo el respaldo y el asiento, amplificaban el dolor de la víctima hasta el máximo. Se empleaba sobre todo para aumentar la presión psicológica durante los interrogatorios judiciales. La dificultad de permanecer inmóvil, sumada al dolor insoportable, obligaba al acusado a confesar. La silla inquisitorial tenía diferentes formas y tamaños, pero todas estaban provistas de pinchos y de algún tipo de sujeción para inmovilizar a la víctima.
El armamento de los guardianes de las cárceles y de los defensores de la ley
Este armamento se distingue de otros instrumentos semejantes, que son de destino militar, por la función específica de controlar y reprimir a los detenidos, sobre todo durante los disturbios y las revoluciones. Particularmente notoria era la «trampa de cuello» con clavos en el interior y una abertura muy pequeña por donde se introducía el cuello del prisionero. Un prisionero que intentaba esconderse en la multitud era fácilmente detenido por este instrumento, que una vez fijado al cuello le impedía huir, obligándole a seguir a su captor. Este instrumento sigue siendo utilizado incluso hoy en día en algunos países, en una versión muy modificada, que provoca choques eléctricos.
La sierra
La muerte provocada por la sierra era probablemente la más terrible de todas, incluso peor que la producida por la hoguera.
La sierra
Se trataba de la sierra habitual para cortar madera, que debía ser utilizada con cuatro manos; el condenado era colgado de los pies, con la cabeza hacia abajo, y el cuerpo era serrado en dos desde la entrepierna hacia la cabeza. Esta posición, con la cabeza hacia abajo, aseguraba la irrigación sanguínea del cerebro, lo que hacía que la víctima permaneciera consciente durante más tiempo. El uso de este instrumento no estaba reservado únicamente para brujas, sino que se aplicaba para cualquier tipo de delito. En Francia, sin embargo, los jueces la preferían especialmente para los acusados de brujería, con el pretexto de que el instrumento les liberaba de las posesiones diabólicas o del propio demonio. Este castigo se aplicaba también a personas acusadas de haber realizado actos homosexuales.
Ejemplo del uso de la sierra
La virgen de Núremberg
La idea de mecanizar la tortura apareció en Alemania. Allí nació la llamada «Virgen de Núremberg». Se le dio este nombre porque su aspecto exterior recordaba a una muchacha bávara y, en este caso, el prototipo fue construido, introducido y utilizado en el tribunal secreto que existía en los túneles subterráneos de la ciudad. El condenado era encerrado dentro, donde unas láminas de hierro afiladas penetraban en el cuerpo. La colocación de las láminas era muy estudiada, para herir varias partes del cuerpo, pero sin afectar los órganos vitales, de manera que la víctima quedaba sometida a un sufrimiento prolongado y cruel.
La Virgen de Nuremberg
El Cepo
Era un castigo público muy extendido en la Edad Media. El condenado quedaba sujeto en una plaza para ser ridiculizado y expuesto a los insultos, burlas o incluso agresiones de los vecinos. Aunque parecía un castigo “leve”, en ocasiones podía provocar graves heridas o incluso la muerte, ya que la multitud podía arrojar objetos o piedras contra el reo. El mal tiempo añadía sufrimiento adicional.
El cepo – un clásico de los instrumentos de escarnio público
El Estiramiento o Sacudida
Uno de los tormentos más comunes y de los primeros en aplicarse en los juicios de brujería. Se ataban las manos del acusado a la espalda con una cuerda unida a una polea, levantándolo bruscamente en el aire. A veces se añadían pesos a los pies para desgarrar músculos y articulaciones. Fue muy usado en juicios de brujería, como en Mónaco en el SXVII, donde varias personas fueron torturadas hasta confesar delitos imposibles como pactos con el diablo.
El estiramientoEjemplo gráfico del estiramiento
El Trituracabezas
Dispositivo medieval usado sobre todo en Alemania. La barbilla de la víctima se colocaba sobre un soporte y una placa superior se apretaba con un tornillo hacia abajo. Primero se rompían los dientes y la mandíbula, y al aumentar la presión, la masa cerebral podía salir del cráneo. Posteriormente se usó menos como instrumento de ejecución y más como tortura para obtener confesiones.
El trituracabezas
La Rueda de Rompimiento
Era una rueda de carro reforzada con metal. El reo era colocado y los verdugos rompían sus brazos y piernas con la rueda o con golpes directos de esta. Muchas veces, después de la tortura, la víctima era quemada viva en la hoguera. Se desconoce si la rueda tenía un simbolismo concreto o era simplemente práctica por su brutal eficacia.
Rueda de rompimiento
El Garfio o Rastrillo Español
Este instrumento se utilizaba para desgarrar la piel y la carne de las víctimas, normalmente en espalda, brazos o pecho. A menudo se usaba mientras la persona estaba colgada o inmovilizada, lo que hacía el dolor insoportable. Nunca se limpiaba entre usos, lo que garantizaba infecciones fatales.
El garfio
El Empalamiento
Consistía en atravesar el cuerpo de la víctima con una estaca de madera afilada, normalmente desde el recto o la vagina hasta salir por el hombro, el pecho o incluso la boca, procurando que los órganos vitales no fueran dañados al instante para prolongar la agonía. Después, la estaca se fijaba en vertical en el suelo, dejando al condenado colgado de ella, a la vista de todos.
El ejemplo de estaca de madera
La muerte podía tardar entre horas y días, dependiendo de la precisión del verdugo. Era un espectáculo público, destinado a sembrar el terror. En ocasiones, se empalaba a decenas o cientos de personas a la vez, alineadas en campos o carreteras, para dar un mensaje de advertencia a ejércitos enemigos o pueblos rebeldes.
El empalamiento en Rumanía
Vlad el Empalador utilizó este método de forma masiva contra turcos, traidores y criminales. Según las crónicas, en 1462 empaló a más de 20.000 prisioneros otomanos en un solo episodio, lo que horrorizó incluso al ejército enemigo. Para los contemporáneos, este castigo representaba no solo el dolor físico extremo, sino también la humillación y la imposibilidad de un entierro digno.
¿Vivían separados Fernando I y María?
En realidad no vivían separados en el sentido matrimonial. El rey Fernando I y la reina María compartían las residencias reales principales (como el Palacio de Cotroceni en Bucarest o el Castillo de Peleș en Sinaia). Lo que ocurría es que María tenía un vínculo muy personal con el Castillo de Bran (y también con el Palacio de Balchik, en la costa del Mar Negro). Allí pasaba temporadas largas, escribía, recibía visitas íntimas y desarrollaba su faceta más artística y espiritual. Fernando, mucho más reservado y amante de la vida discreta, prefería otros lugares. Podría decirse que, aunque seguían unidos, tenían espacios distintos: ella encontraba en Bran su refugio personal, mientras él seguía la vida oficial de monarca.
María y Fernando
Una historia de terrores en Transilvania
El Castillo de Bran ofrece una incursión en la historia de los mitos y terrores locales, de los símbolos y de sus significados.
En el 4º piso del castillo de Bran, en cuatro salas sucesivas del castillo, nos recibe “una historia de presagios”, nacida de la representación de ciertos personajes sobrenaturales: el Santo Andador, el Iele, la Parca, los Fantasmas, los Strigoi, el Solomonar y los Hombres Lobo, entre otros.
Es el reino de la mitología rumana. La noche y la oscuridad sirven de escenario que amplifica la historia de estos personajes, todo un símbolo del mal y de los temores olvidados en la niebla del tiempo. Nos encontramos con estos seres temibles que vagan alrededor del castillo en la oscuridad y causan un verdadero temor.
La historia de estos seres no estaría completa sin mencionar, al ya comentado y detallado “Drácula”.
Os dejo el resumen de algunos de ellos:
🚶♂️✨El Santo Andador
El Santo Andador (en rumano: Sfântul Umblător o Sântul Umblător, según la tradición oral) es una figura del folclore rumano, menos conocida fuera del país, pero muy presente en los relatos campesinos.
Se le describe como un viajero sagrado o ermitaño errante, una especie de santo que recorre pueblos y caminos, apareciendo de manera inesperada para probar la bondad y hospitalidad de las personas. Muchas veces va vestido de manera humilde, como un mendigo, y pide agua, pan o refugio. Aquellos que lo ayudan reciben bendiciones, mientras que quienes lo rechazan sufren desgracias.
🌑 El Lele
El Lele es una figura femenina demoníaca del folclore rumano. Se la suele describir como una bruja o espíritu maligno que vaga de noche para atormentar a los viajeros. Se la asocia con la locura: en el pasado, cuando alguien sufría de delirios o enfermedades mentales, se decía que estaba “poseído por el Lele”. A veces toma la forma de una mujer muy anciana, otras de una joven seductora, siempre con un aire inquietante. Representa lo imprevisible, el miedo a perder la razón y el peligro de lo desconocido.
Lele
💀 Moartea (la Muerte)
En el imaginario rumano, Moartea es la personificación de la Muerte. Se le suele imaginar como una figura femenina vestida de blanco o negro, que aparece al borde de la cama de los moribundos. A diferencia de la versión occidental del “Grim Reaper”, Moartea puede ser tanto severa como compasiva: a veces se la invoca para aliviar el sufrimiento. Está muy presente en canciones, proverbios y rezos populares.
⚰️ The Grim Reaper (la Parca)
Aunque no es originalmente rumano, la figura del Grim Reaper (la Parca con guadaña) llegó a los Cárpatos a través de las influencias occidentales, especialmente alemanas y austrohúngaras. Con el tiempo se mezcló con Moartea, pero mantuvo sus características: un esqueleto con túnica negra y guadaña que siega las almas. Los campesinos rumanos a menudo no diferenciaban mucho entre Moartea y la Parca, viéndolas como dos caras del mismo destino.
Recreación de la muerte
🩸 Strigoi
Quizás los más famosos. Los Strigoi son espíritus inquietos o muertos que regresan de la tumba para atormentar a los vivos. Existen dos tipos:
Strigoi vii (vivos): personas con poderes sobrenaturales, capaces de transformarse en animales o volverse invisibles.
Strigoi morți (muertos): cadáveres que se levantan de la tumba para chupar la sangre de los vivos, atormentarlos en sueños o llevar desgracias.
El strigoi
Se les considera los verdaderos antecesores del mito del vampiro, incluido el Drácula de Bram Stoker. En muchos pueblos, para “neutralizar” a un Strigoi, se practicaban rituales que incluían clavar estacas en el corazón, desenterrar cadáveres o quemarlos.
🐺 Los hombres lobo (vârcolaci)
En Rumanía, los hombres lobo son llamados vârcolaci, y no siempre son lobos: a veces se los describe como perros, gatos o incluso dragones. Lo curioso es que, además de devorar ganado o personas, se creía que los vârcolaci podían devorar el sol y la luna durante los eclipses. Así que en el folclore rumano, los hombres lobo no solo eran monstruos terrenales, sino también cósmicos, capaces de afectar el orden del universo.
El hombre lobo
📚 Los Solomonarii
Estos son de lo más misterioso y fascinante. Los Solomonarii eran magos o brujos, discípulos secretos del rey Salomón (de ahí su nombre). Según la leyenda, viajaban con enormes libros de magia, sabían controlar el clima, convocar tormentas y montar dragones alados llamados zmeii. Eran respetados y temidos, porque podían arruinar cosechas o traer prosperidad según su voluntad. Se decía que vivían apartados en cuevas en las montañas, estudiando artes ocultas y descendiendo al mundo de los humanos solo para cumplir sus designios.
Solomonarii
Los jardines del castillo de Bran
Al salir de las salas interiores del castillo, el visitante se encuentra con sus jardines y patios exteriores, que rodean la fortaleza a los pies de la colina. Aunque no son jardines extensos al estilo de los palacios europeos, poseen un encanto rústico y montañés, rodeados por los bosques de Transilvania. Los caminos empedrados serpentean entre zonas de césped, fuentes pequeñas y árboles que enmarcan la silueta del castillo desde abajo, ofreciendo una de las vistas más icónicas para las fotografías. Realmente es el único punto donde puedes realizar una foto ya que, desde el exterior, la vegetación y las verjas impiden realmente tomar una foto decente. También es un buen lugar para dar un paseo tranquilo.
Puestos de comida y tiendas en el exterior
Nada más salir del recinto, el visitante se encuentra con un mercado turístico muy animado. Se disponen filas de puestos de madera que venden desde recuerdos tradicionales hasta delicias locales. Allí puedes encontrar:
Artesanía rumana: iconos pintados en madera, blusas bordadas (ie), máscaras rituales, tallas de madera y cerámica típica de Transilvania.
Souvenirs temáticos de Drácula: camisetas, imanes, copas, espadas de utilería y botellas de licor con la figura del famoso vampiro.
Gastronomía local: hay puestos que venden pan recién horneado, empanadas saladas, quesos ahumados, embutidos tradicionales y dulces como kürtőskalács (el pastel chimenea, originario de la zona de los székely). También se pueden degustar vinos rumanos, aguardiente (țuică) o miel de producción local.
Son ideales para que la parada del almuerzo no lleve mucho tiempo y te deje tiempo para visitar Braşov o Peleş (dependiendo de la dirección que estés llevando en el viaje). En nuestro caso, Peleş.