El monte Fuji o Fujiyama es uno de los iconos de Japón. Si te imaginaras una primera imagen que se identifique con la nación del sol naciente probablemente elegiríamos a Tokio o algún templo / pagoda o algunos cerezos en flor con la montaña Fuji nevada de fondo.
El Monte Fuji como montaña sagrada y volcán
El monte Fuji es una montaña sagrada. Este patrón de imponente montaña solitaria considerada sagrada suele ser muy frecuente a lo largo y ancho del mundo. Las distintas religiones suelen venerar, respetar y considerar sagradas este tipo de montañas o volcanes o monolitos solitarios. Ocurre por ejemplo con el Kilimanjaro (Tanzania) el cual es venerado por las tribus de los masais, la roca Uluru (antiguamente conocida como Ayers Rock) considerada sagrada por los aborígenes australianos, el monte Ararat en Turquía – Armenia (Arca de Noé), el Mauna Kea en Hawaii, el monte Olimpo en Grecia y un largo etcétera.
El Monte Fuji (3776 metros y montaña más alta de Japón) es un volcán que crece por estratos de la lava y ceniza que ha ido emergiendo de sus entrañas a lo largo de los siglos. Aunque se considera extinto o mejor dicho “durmiente” cuenta con una última erupción en el año 1708, habiendo despertado hasta 17 veces entre los siglos VIII y XVIII.
Al igual que su historia geológica, también su historia sagrada ha crecido en estratos ya que diferentes religiones y mitos han ido añadiendo su granito de arena a lo largo de los siglos. Considerada sagrada desde tiempos antiguos, realmente empezó a ser venerado de forma general con la llegada del Sintoísmo en el SVI que actualmente es la religión predominante en Japón. Según sus creencias, lugares naturales como ríos, rocas o montañas son espacios de residencia de espíritus llamados kami, que influyen en el día a día de las personas y responden a los ritos y oraciones de los creyentes. Se cree que los kami se concentran sobre todo en zonas montañosas. Por ello, también se erigen santuarios o pagodas en estos lugares para poder estar próximos a ellos. En el caso del Fuji, existen hasta 8 santuarios construidos a su alrededor siendo el Hongu Sengen Taisha el más importante. Más tarde, el Fuji se convirtió en el hogar de la diosa sintoísta Konohana Sakuya Hime (de los árboles en flor – lo cual no sorprende por la cantidad de cerezos en flor en las faldas de la montaña).
Con la llegada del Budismo desde China se generalizó la práctica de venerar la montaña puesto que los budistas entienden que la ascensión de una montaña es una metáfora del ascenso espiritual a la iluminación. Adicionalmente, el movimiento religioso Shugendo tomó como doctrina la práctica de escalar las montañas ya que creían que en la cima podrían estar cerca de los dioses e incluso podrían adquirir superpoderes.
Ya en el SXIV se generalizó la escalada a la montaña trazando la primera ruta que guiaba hasta la cima. Durante los siguientes siglos, se popularizó la veneración de este volcán, convirtiéndose en un símbolo de la peregrinación para todos los japoneses y para todos aquellos extranjeros que quisieran unirse a este movimiento. Es curioso que a diferencia de otras montañas sagradas, debido a la herencia cultural del monte Fuji, se invita a escalarlo como símbolo de realización personal y espiritual. De ahí que entre 200.000 y 300.000 personas lo escalan todos los años durante el periodo estival (cuando no hay nieve), siendo muy popular escalarlo por la noche para poder ver el amanecer desde la cima.
El nombre “Fuji” se cree que proviene de la palabra Fuchi, el dios Ainu (antiguos habitantes indígenas de Japón) del fuego – lo cual tampoco sorprende viniendo de un volcán otrora muy activo.
La preparación para la escalada del Monte Fuji
Ahora sí, tras un poco de historia, cultura y simbolismo que nos dan una buena justificación para acometer su escalada decidimos que el monte Fuji estuviera en nuestra hoja de ruta en Japón. Quizá lo más complicado es llegar hasta allí sin que te descuadren demasiado los días y encontrar alojamiento (aunque últimamente parece que esto lo han facilitado algo más).
La forma más fácil de llegar es a través del tren desde Tokio. Si tomamos como referencia la estación de Shinjuku (me estaba alojando a escasos metros de allí), hay que llegar a la estación de Kawaguchiko. El tiempo estimado hasta aquí puede variar entre dos a tres horas. Puedes usar tu Japan Rail Pass para llegar hasta aquí, sin embargo, es importante prestar atención para subirse a los trenes más rápidos (los express). Saber usar el sistema de trenes más sofisticado del mundo es un auténtico arte ya que en función de los trenes (estamos hablando en este caso de algo similar al “cercanías” en una macro urbe de 37 millones de habitantes) puedes encontrarte con los express (más veloces y con pocas paradas), los normales (con unas pocas paradas más) y los lentos (que se paran en todas y cada una de las paradas del recorrido). A todo esto suma que este sistema está descrito en caracteres japoneses y puedes cometer el error subiéndote a trenes lentos que te ralentizan varias horas de recorrido.
Justamente ese es el error que cometí a la ida y acabamos llegando tarde a la estación de Kawaguchiko. De ahí tomamos un bus que nos dejó 45-50 minutos después en el centro de información del monte Fuji a 2400 metros de altura sobre el nivel del mar.
Estaba anocheciendo.
Abro paréntesis. Dos meses antes. Cuando estaba planeando este día tuve verdadera dificultad para encontrar alojamientos disponibles puesto que (1) gran parte estaban completos debido a la gran afluencia de peregrinos y (2) me era imposible entender las páginas webs en japonés de los albergues. Al ser lugares de alojamiento estacional, poco sofisticados, no estaban en ningún buscador como Booking ni siquiera había versión inglesa de la web por lo que tenías que manejarte con el japonés. Por lo que he visto recientemente, la accesibilidad a estos lugares ha mejorado y puedes hacer la reserva en inglés. Yo tuve que gestionarlo a través de un amable recepcionista de un hotel en Tokio.
Os dejo un listado de los alojamientos en el camino a la cumbre: List of Mountain Huts on the Mount Fuji Yoshida Trail | japanistry.com
Yo me alojé en el [Toyo-kan Inn] A mountain hut located at the Mt.Fuji – Yoshida route. (fuji-toyokan.jp)
Son caros, duermes mal y poco. La cena es pobre. El desayuno es más pobre aún. Pero a 3000 metros de altura, de madrugada y con temperaturas de pocos grados sobre 0 lo agradeces como un hotel de cinco estrellas. Particularmente, lo agradeces cuando algunos peregrinos se quedan a dormir por el camino o llegan directamente a la cumbre sin dormir (cosa que no aconsejo). Cierro paréntesis.
La escalada al Monte Fuji
Estaba anocheciendo en el Monte Fuji. Nosotros acabábamos de llegar al centro de información donde te piden que te registres, informes a tu alojamiento de que vas a llegar en algún momento de la tarde noche y que hagas una donación por la entrada, que va destinada a la limpieza y la conservación de la ruta (llamada Yoshida Trail) y la montaña.
ALERTA: hay que llevar calzado adecuado que no resbale en piedra volcánica, estar abrigado preferiblemente con un cortaviento, llevar un bastón de escalada y una linterna (estos dos últimos MUY necesarios los compré allí mismo).
Bien equipados comenzamos la escalada ya de noche. La subida no es dura. Se puede decir que es para todas las edades pero es aconsejable estar en buena forma. Fui con mi madre que a pesar de no ser una jovenzuela, pudo hacer gran parte del recorrido. El hecho de que fuera de noche tapaba la pendiente que tendrías ante tus ojos de día, por lo que desde un punto de vista psicológico te permitía avanzar mejor.
Después de casi tres horas ininterrumpidas caminando y escalando con cuidado por pendientes moderadas llegamos al Toyo-kan. El camino no es peligroso, pero es exigente. He de decir que el ambiente de escalada era fantástico. Parecía que íbamos cientos de personas en procesión iluminando con todas las linternas el Yoshida Trail. El cielo nocturno era maravilloso, totalmente despejado por lo que podías ver las estrellas con claridad y también infinidad de aviones cruzando Japón en todas las direcciones cardinales.
Debimos de hacer el check-in sobre las 21:00 o 22:00. Acto seguido nos dieron de cenar algo ligero y nos habilitaron una de las múltiples cabinas disponibles dentro de una habitación grande. El check-out era a las 5:00 de la mañana ya que lo que más merecía la pena era el amanecer.
Amaneció ese día sobre un mar de nubes impresionante. Quizá ese sea el momento en el que las religiones Sintoístas y Budistas se refieren como realización espiritual. No adquirimos superpoderes pero tenías una sensación de poder, como si estuvieras observando el mundo desde las alturas de uno de los lugares más icónicos del mundo.
Seguimos subiendo la montaña pero no hicimos cumbre. No quería poner en riesgo la integridad física de mi madre y según algunos peregrinos la cumbre estaba tan masificada que perdía todo el encanto.
La bajada y la vuelta
Nosotros satisfechos emprendimos y disfrutamos la bajada de vuelta que realizamos en mucho menos tiempo que la subida (apenas una hora).
En el tren de vuelta a Tokio no olvidéis de subiros al express. Aquí no volví a cometer el error de la ida.
Como dato curioso he de decir que en este tren estaba trabajando una de las personas más eficientes que he conocido en mi vida. Se trataba de una mujer de mediana edad multitarea. A continuación os enumero el listado de tareas que pude observar en el plazo de 15-20 minutos:
- conducía el tren;
- tocaba la campana en cada parada llamando a los pasajeros a subirse al tren;
- limpiaba a fondo al tren entre parada y parada (puede observarse en la foto lo impoluto que lo tenía);
- pasaba un carrito de comida y bebida;
- pasaba con un carrito de venta de accesorios; y
- alguna otra cosa más que no recuerdo – siempre con una sonrisa.
Aquí me hizo recordar la asombrosa eficiencia de los trabajadores japoneses que es algo que nunca veremos al otro lado del mundo.