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Segundo día en Tallin: entre gremios, farmacias y torres medievales

Continuación de Qué ver en Tallin el primer día: una ciudad de cuento.

Para nuestra estancia en Estonia, decidimos alojarnos a las afueras del casco histórico, es decir, fuera de la ciudad amurallada. Es una opción muy recomendable: los precios son bastante más asequibles y, al mismo tiempo, se llega al centro histórico en pocos minutos, lo que nos permitió empezar la jornada con energía en el corazón de Tallin: Raekoja Plats, la plaza del ayuntamiento.

Raekoja Plats

Raekoja plats: el corazón medieval de Tallin

Si hay un lugar que resume la esencia de Tallin, ese es Raekoja Plats, la plaza del Ayuntamiento. Desde la Edad Media ha sido el centro de la vida política, comercial y social de la ciudad, y todavía hoy conserva ese aire vibrante que mezcla lo medieval con lo cotidiano.

La plaza nació en el siglo XIV como espacio para el mercado principal de la ciudad baja. Aquí se reunían comerciantes de la Liga Hanseática, artesanos locales y campesinos que traían sus productos desde los alrededores. Durante siglos fue escenario de ferias, festejos y, en los días más oscuros, también de ejecuciones públicas (actividades frecuentes de las plazas de ciudades con pasado medieval).

Lo primero que atrapa la atención es el Ayuntamiento gótico, del siglo XV, que domina la plaza con su torre coronada por Vana Toomas, el “Viejo Tomás”, una veleta en forma de soldado que se convirtió en símbolo de la ciudad. Desde lo alto vigilaba las calles, y para los estonios representa la justicia y la protección de Tallin.

Raekoja plats

Alrededor del Ayuntamiento, las casas de colores pastel cuentan su propia historia: muchas fueron antiguas residencias de mercaderes ricos, con fachadas adornadas, gabletes escalonados y grandes ventanales. Hoy acogen restaurantes, tiendas de recuerdos y cafés, pero mantienen su aspecto medieval.

Raekoja Plats también es famosa por sus mercados estacionales. En verano, la plaza se llena de terrazas y vida nocturna, mientras que en diciembre se transforma en un auténtico cuento de hadas con el mercado de Navidad, uno de los más bellos de Europa. El gran árbol que se coloca cada año en el centro de la plaza tiene una tradición curiosa: Tallin afirma haber sido la primera ciudad del mundo en instalar un árbol de Navidad público, en 1441.

Durante nuestro paseo, no tuvimos suerte de ver la plaza en su pleno esplendor por el frío, agua y nieve que fuimos sufriendo en nuestra etapa en Tallin.

El ayuntamiento de Tallin: un símbolo gótico en el báltico

En un rincón de Raekoja Plats se alza el Ayuntamiento de Tallin de 1404, un edificio que no solo domina la plaza con su elegante torre, sino que también resume siglos de historia. Construido a principios del siglo XV, es el único ayuntamiento de estilo gótico que se conserva en toda Europa del Norte, lo que lo convierte en un auténtico tesoro arquitectónico.

Su fachada, sobria y armónica, refleja el poder que alcanzó Tallin en la época de la Liga Hanseática, cuando la ciudad era un importante centro comercial del Báltico. Desde aquí se administraban las leyes, se regulaban los impuestos y se decidía la vida cotidiana de la ciudad baja. También era el escenario de banquetes oficiales y recepciones para mercaderes y reyes.

El ayuntamiento de frente

Lo más llamativo es su torre de 64 metros, coronada por la figura de Vana Toomas (“el Viejo Tomás”), un soldado medieval que se convirtió en el guardián simbólico de la ciudad. Colocado en 1530 como veleta, Toomas representaba la vigilancia y la protección de Tallin.

El interior, que se puede visitar en verano (y que nosotros desafortunadamente no pudimos visitar), es famoso por su gran salón gótico, con altos techos abovedados donde se celebraban banquetes y reuniones del consejo.

Una gran sala burguesa del Ayuntamiento

El ayuntamiento no es solo un edificio de poder, sino también un símbolo de identidad ciudadana. Sobrevivió a incendios, guerras y ocupaciones, y todavía hoy se utiliza para actos oficiales y culturales.

Thomas y el concurso del tiro con arco

Cuenta la tradición que Según la leyenda en un viejo puerto pesquero vivía una pescadora viuda y su única alegría era su hijo Tomás. Como todos los chicos, se ejercitaba con aplicación en el tiro con arco. El chico esperaba con impaciencia las competiciones anuales de los arqueros que pasaban en mayo delante de las puertas Grandes del Mar en el Jardín de los Papagayos. Uno de estos pájaros de madera pintado estaba puesto en un alto poste y aquél que lograba derribar el pájaro recibía la copa del Gran Gremio.

Una vez el pequeño Tomás se encontró en el jardín de los Papagayos. Era el mejor tirador entre los niños de su edad y como los chicos empezaron a animarle lazó la flecha al papagayo de madera sin pensarlo dos veces.

Su tiro resultó certero y el blanco fue derribado, pero en vez de ser premiado con la copa y el título honorífico de rey de los tiradores, el chico fue castigado y obligado a volver a poner el pájaro en el poste porque la competición iba a empezar.

Toda la ciudad supo lo sucedido y la madre del pequeño Tomás tenía miedo de que lo castigaran. Pero sucedió todo lo contrario: un anciano del Gran Gremio llamó a Tomás y le propuso hacerse guardia aprendiz. El pequeño Tomás creció con los años, participó en combates de la guerra de Livonia y recibió el título de portaestandarte por su valentía. Todos en la ciudad le llamaban Viejo Tomás y como tenía largos bigotes y se vestía como la figura del guerrero en la veleta del ayuntamiento, los ciudadanos empezaron a llamar a la veleta por su nombre, el cual ha llegado a nuestros días.

Es el primer personaje ilustre estonio conocido.

La veleta del Viejo Tomás
Escultura del Viejo Tomás

En la fachada del Ayuntamiento de Tallin, además de la torre coronada por Vana Toomas, hay un detalle que sorprende a cualquiera que levante la vista: unos dragones verdes con corona que sobresalen como gárgolas. En realidad son canalones medievales, diseñados para evacuar el agua de lluvia del tejado.

Los dragones, pintados de verde y con expresiones feroces, parecen escupir agua como si fueran criaturas mitológicas protegiendo el edificio. La tradición de usar figuras fantásticas en los canalones era común en la Edad Media, pero en Tallin se hicieron especialmente populares porque conectaban con el gusto báltico por las leyendas y criaturas fabulosas.

Hoy son uno de los símbolos más queridos del Ayuntamiento y muchas postales muestran la imagen del dragón “escupiendo” agua, nieve o hielo.

La farmacia Raepteek – Raekoja Plats 11

Muy cerca  del ayuntamiento se encuentra la Raepteek, la Farmacia del Ayuntamiento de Tallin, una de las farmacias en funcionamiento continuo más antiguas del mundo (mencionada por primera vez en 1422).

Raepteek, la farmacia más famosa de Tallin

El edificio se fue formando con tres alas de estilo gótico: a la izquierda, la antigua casa de pesaje, en el centro la botica original y a la derecha la vivienda del sacerdote de la Iglesia del Espíritu Santo. En 1727, los edificios se unificaron bajo un mismo tejado.

Desde 1583, la farmacia estuvo dirigida por el húngaro Johann Burchard. Sus descendientes, todos llamados Johann, la mantuvieron en la familia hasta 1913.

Una muy curiosa farmacia que parece sacada de una máquina del tiempo

Entrar en ella es retroceder varios siglos: frascos de vidrio, tarros de cerámica y viejas recetas que mezclaban hierbas medicinales con ingredientes tan curiosos como bilis de oso o polvo de momia. Un lugar que combina museo y tienda viva, donde todavía hoy se pueden comprar remedios tradicionales.

Raepteek I
Cantidad de frascos curiosos en Raepteek que hace las delicias de boticarios curiosos
Raepteek parece más un museo que una farmacia en sí

Como aficionado a coleccionar objetos curiosos a lo largo de mis viajes por el mundo, pude comprar allí billetes de distintas épocas de la ocupación extranjera a un precio razonable (billete de la época zarista, de la época nazi y de la época comunista).

Saikang Street

Desde allí nos adentramos en Saikang Street, un estrecho pasaje que conecta la plaza con la iglesia del Espíritu Santo. Este rincón escondido, con sus paredes de piedra y faroles antiguos, conserva toda la atmósfera medieval. Esta calle une Raekoja plats con la famosa calle Pikk.

Saikang Street

La Iglesia del Espíritu Santo: la más entrañable de Tallin

En medio de las callejuelas empedradas de la ciudad baja, casi escondida entre casas de mercaderes, aparece la iglesia del Espíritu Santo, un templo modesto en tamaño pero enorme en encanto e historia. Construida en el siglo XIV, fue durante siglos la parroquia de los ciudadanos estonios, a diferencia de otras iglesias más grandiosas que estaban ligadas a la nobleza alemana o al poder político.

La Iglesia del Espíritu Santo

Lo primero que llama la atención al acercarse es su fachada blanca, sencilla pero elegante, y sobre todo su reloj exterior, pintado en 1684 por Christian Ackermann. Con sus agujas doradas y su cara sonriente, este reloj es considerado uno de los más antiguos de Estonia y servía para que los comerciantes y artesanos pudieran controlar el tiempo en plena plaza del mercado.

En el interior, la nave está revestida de madera tallada, con galerías decoradas y un púlpito renacentista del siglo XVII que está considerado una obra maestra del arte barroco báltico.

Interior de la Iglesia del Espíritu Santo

Consejo viajero: no olvides mirar el reloj exterior desde Saikang Street, una de las mejores perspectivas para fotografiarlo con el ambiente medieval de las callejuelas.

El reloj medieval de la Iglesia del Espíritu Santo

La calle Pikk: la arteria hanseática de Tallin

Pasear por la calle Pikk (que en estonio significa “calle larga”) es como caminar por la columna vertebral de la ciudad vieja. Se extiende desde la Puerta del Mar, cerca de la torre de Fat Margaret, hasta la plaza del Ayuntamiento, y en cada tramo conserva el aire medieval de la época en la que Tallin era un importante centro de la Liga Hanseática.

La adoquinada y colorida Pikk

Durante siglos, Pikk fue el escaparate de los comerciantes más influyentes de la ciudad. A un lado y otro de la calle se alzan casas gremiales y residencias de mercaderes, con fachadas estrechas, portones de madera y gabletes escalonados que servían tanto de viviendas como de almacenes. Hoy algunas son museos, restaurantes o galerías, pero mantienen intacto su espíritu medieval.

Uno de los puntos más llamativos es la Casa del Gran Gremio (Suurgildi Hoone), donde se reunían los grandes comerciantes que controlaban el comercio internacional. El edificio, de imponente estilo gótico, alberga actualmente el Museo de Historia de Estonia. Muy cerca se encuentra también la Casa del Gremio de San Olaf, vinculada a los artesanos locales, con una de las salas medievales más bellas de la ciudad.

Casa del Gran Gremio – complicada la visita con carritos y bebés
Casa del Gremio de San Olaf

En Pikk también se encontraba la sede de la Hermandad de las Cabezas Negras, una asociación de jóvenes mercaderes solteros que dejó su huella en varias fachadas decoradas con escudos y tallas. Su historia refleja el poder y la riqueza que los gremios llegaron a concentrar.

Hermandad de las Cabezas Negras

A lo largo del paseo aparecen también joyas como la casa de las Tres Hermanas, un conjunto de tres casas medievales unidas, hoy convertidas en hotel boutique. Cada edificio tiene su propia historia, pero juntos forman uno de los rincones más fotografiados de la calle.

Tres Hermanas

No todo es comercio y arquitectura. En Pikk se concentran también algunos lugares más oscuros de la historia de Tallin, como las celdas de la KGB en Pagari Street, donde los sótanos recuerdan la represión soviética. Este contraste entre la prosperidad hanseática y las heridas del siglo XX es lo que hace de esta calle un auténtico resumen de la ciudad.

Un enfoque más cercano a las celdas de la KGB en Pagari

El edificio de la calle Pagari 1 fue originalmente una elegante vivienda privada, pero en 1918 albergó al primer Gobierno provisional de Estonia y al Ministerio de Guerra de la joven república. Tras la independencia de 1940, el NKVD soviético (posterior KGB) lo convirtió en su sede, y los sótanos pasaron a ser celdas de interrogatorio y prisión. Aquí, un comentario equivocado o una simple sospecha bastaba para ser arrestado y encerrado.

El ex-edificio de la calle Pagari de la KGB es de obligada visita

Tras la ocupación soviética de 1940, el NKVD empezó a detener a políticos, intelectuales, empresarios y ciudadanos comunes acusados de “enemigos del pueblo”. Muchos fueron ejecutados o enviados a campos de trabajo en Siberia. En 1941, más de 10.000 personas fueron deportadas desde Estonia; la mayoría nunca regresó.

Los terroríficos pasillos del sótano con una muestra cronológica desde principios del SXX

Cuando los soviéticos regresaron en 1944, reanudaron el terror. Se calcula que 75.000 personas fueron arrestadas o deportadas en los años siguientes. Las celdas de Pagari eran lugares de tortura física y psicológica: los prisioneros pasaban semanas encerrados, aislados y sometidos a interrogatorios brutales. Testimonios hablan de dolor insoportable, privación de sueño y humillaciones constantes.

Podían dejar días a los detenidos en estos minúsculos espacios

Tras la muerte de Stalin en 1953, el número de ejecuciones y encarcelamientos disminuyó, pero la represión continuó. Se prohibía difundir ideas contrarias al régimen, y los estudiantes o intelectuales que desafiaban el sistema eran perseguidos. Se controlaba el correo, las llamadas telefónicas y la vida privada. Aunque hubo una ligera “apertura”, Estonia siguió bajo la vigilancia de la KGB hasta la independencia en 1991.

Las inhóspitas celdas
Las inhóspitas celdas

Hoy, convertido en museo, Pagari 1 nos enfrenta con la memoria incómoda de un país que sufrió durante décadas, pero que también resistió hasta recuperar su independencia en 1991.

Hay un espacio dedicado a los disidentes que hoy en día siguen perseguidos por el régimen ruso

Uno de los aspectos que más me llamaron la atención fue una serie de hojas sobre una mesa en una celda en que se transcribía en máquina de escribir una serie de recomendaciones por parte de los disidentes soviéticos de cómo comportarse durante un interrogatorio del KGB o de las autoridades en la URSS:

Una de las sillas de los interrogatorios

Resumen de las directrices para interrogatorios (samizdat, 1977)

  1. Sé consciente de que el interrogatorio es inevitable y hostil.
    • Puede ocurrir en cualquier momento y lugar: con investigadores, policías, fiscales, maestros, funcionarios del partido, etc.
    • Cualquier conversación donde se te pidan explicaciones o informes puede considerarse un interrogatorio.
  2. No des información que comprometa a otros ni a ti mismo.
    • Cada testimonio se usará contra alguien: nunca vincules tu nombre con el de otras personas.
    • No intentes “alabar” a alguien para defenderlo, porque eso solo aumenta la sospecha contra ti y contra él.
  3. No creas en amenazas ni en historias de confesiones forzadas.
    • Muchos que confiesan lo hacen por presión, no porque tengan pruebas.
    • El interrogador no tiene poder real si tú no colaboras.
  4. Interrogatorios “no oficiales” no son obligatorios.
    • Solo debes responder si hay una citación legal y firmada con tu estatus (sospechoso, testigo, víctima, acusado), nombre del investigador, fecha y sello oficial.
    • Si no cumplen estas condiciones, puedes negarte sin consecuencias legales.
  5. Prepárate si recibes una citación formal.
    • Usa ese tiempo para hablar con tus amigos y organizarte.
    • No sientas curiosidad por lo que quieran de ti: no necesitan nada de ti, buscan errores o información indebida.
    • Es recomendable incluso dejar tu residencia por un tiempo para evitar presiones adicionales.
  6. En el tribunal o en interrogatorios oficiales, responde con cautela.
    • Nunca digas nombres o hechos “por tu cuenta”.
    • Escucha más de lo que hablas.
    • Si te niegas a declarar, hazlo con una justificación clara (por ejemplo, señalando irregularidades del investigador). Cuanto más documentada y legal sea tu negativa, más difícil será que abran un caso contra ti.
  7. La clave es protegerte y proteger a los tuyos.
    • Guarda silencio o responde lo mínimo.
    • Evita dar detalles que luego puedan usarse en otros interrogatorios.
    • Mantén siempre la calma: el objetivo es resistir sin dar armas al investigador.

En pocas palabras:


No hables más de lo necesario, no des nombres ni detalles, exige siempre citación legal, y si respondes, hazlo con cautela y justificando tus negativas.

La iglesia de San Olaf: la aguja que tocaba el cielo

Un poco más adelante, entre los tejados rojos de la ciudad vieja se alza una silueta inconfundible: la iglesia de San Olaf, con su esbelta aguja verde que parece querer alcanzar las nubes. Es uno de los edificios más emblemáticos de Tallin y, durante siglos, también uno de los más altos del mundo.

El templo original se construyó en el siglo XIII y recibió su nombre en honor a San Olaf II de Noruega, el rey que difundió el cristianismo en Escandinavia. Con el auge de la ciudad en la Liga Hanseática, la iglesia fue ampliada y su aguja convertida en un auténtico símbolo del poder comercial y religioso de Tallin.

San Olaf

Lo más impresionante es que, entre los siglos XVI y XVII, la torre de San Olaf alcanzó una altura de más de 150 metros, lo que la convirtió en el edificio más alto del mundo durante una época. Sin embargo, esa altura también tenía un inconveniente: la aguja fue alcanzada por rayos en numerosas ocasiones, provocando incendios devastadores. Tras varias reconstrucciones, hoy mide unos 124 metros, aún suficiente para imponerse en el skyline de la ciudad.

San Olaf

Aunque por falta de tiempo solo la vimos desde fuera, vale la pena detenerse a admirar su arquitectura: una mezcla de estilos gótico y posterior restauración barroca, con una nave amplia y una torre que domina el horizonte. Quienes se animan a subir los 232 escalones que llevan al mirador de la torre reciben una de las vistas más espectaculares de Tallin: los tejados medievales, las murallas, el mar Báltico e incluso, en días despejados, la silueta de Helsinki en el horizonte.

Una iglesia realmente alta

Fat Margaret: la guardiana del puerto

Al salir de la ciudad vieja por el norte, lo primero que aparece es la imponente silueta de la Fat Margaret, la “Margarita la Gorda”. Su nombre, tan pintoresco como popular, se debe a sus proporciones: una torre baja, ancha y maciza, con muros de casi cinco metros de grosor. Construida a principios del siglo XVI, su función principal era proteger la entrada desde el puerto y causar una fuerte impresión a los visitantes que llegaban por mar.

La salida de la ciudad amurallada

Desde el exterior, Fat Margaret parece un gigante de piedra, más ancho que alto. Era parte esencial del sistema defensivo: no solo servía para vigilar, sino que estaba equipada para resistir cañones y ataques de artillería ligera, lo que la convertía en una de las torres más modernas de su época.

Pero su historia no es solo militar. Durante siglos también se utilizó como almacén de pólvora y, más tarde, incluso como prisión. Hoy su interior alberga el Museo Marítimo de Estonia, que cuenta la historia naval del país desde la Edad Media hasta la actualidad, con modelos de barcos, mapas y objetos relacionados con el comercio báltico.

La imponente Fat Margaret

Las murallas de Tallin: guardianas de piedra del báltico

Pocos cascos antiguos en Europa conservan tan bien sus murallas como Tallin. Lo que hoy vemos es solo una parte de lo que fue en su época dorada, pero aún así resulta imponente: casi 2 kilómetros de muralla y más de 20 torres defensivas sobreviven rodeando la ciudad vieja, como si siguieran cumpliendo su misión de vigilar el paso del tiempo.

Las primeras murallas se levantaron en el siglo XIII, poco después de la conquista danesa, pero fue en los siglos XIV y XV, durante el auge de la Liga Hanseática, cuando el sistema defensivo alcanzó su máximo esplendor. En su momento de mayor extensión, las murallas de Tallin medían más de 4 kilómetros y estaban reforzadas por 46 torres.

Towers’ Square

Cada torre tenía su nombre, su función y, a menudo, una historia curiosa: desde la imponente Fat Margaret, que defendía la entrada al puerto, hasta la Sauna Tower o la Pierna Dorada. Muchas de ellas estaban conectadas por pasadizos y tramos de ronda, lo que permitía a los defensores desplazarse rápidamente en caso de ataque.

Las torres desde el mirador Patkuli

Lo fascinante es cómo estas murallas, que nacieron para proteger a la ciudad de caballeros teutónicos, suecos o rusos, han sobrevivido a asedios, incendios y guerras. Hoy ya no contienen soldados ni cañones, sino turistas y vecinos que pasean a su sombra, artistas callejeros que animan sus plazas y cafeterías que se esconden en sus muros.

El mejor lugar para disfrutar de ellas es el Towers’ Square (Tornide väljak), donde varias torres se alinean mostrando toda la grandeza medieval. Y allí precisamente nos acercamos para admirar de cerca la grandiosidad de este tramo amurallado.

Un paseo por las torres de la muralla de Tallin

Caminar junto a las murallas de Tallin es como hojear un libro medieval. Cada torre tiene un nombre curioso, una historia particular y un destino distinto a lo largo de los siglos.

La Behind-the-Nuns Tower fue una de las primeras en llamarnos la atención. Levantada en el siglo XIV junto al convento cisterciense de San Miguel, nació como torre defensiva con varios niveles: cañones en la base y armas ligeras en los pisos superiores. Su vida cambió con el tiempo, porque perdió su función militar y terminó integrada en viviendas particulares. Restaurada en varias ocasiones, es un buen ejemplo de cómo las murallas pasaron de ser bastiones de guerra a formar parte de la vida urbana.

Behind-the-Nuns Tower
El “skywall” de Tallin

Muy cerca se encuentra la Golden Leg Tower (Kuldjala torn), documentada desde 1534. Su nombre suena a leyenda y, de hecho, parece tener un halo misterioso. Era una de las torres más sólidas y altas, diseñada para soportar ataques de artillería ligera. Aunque sufrió daños en conflictos posteriores, sus restauraciones del siglo XX devolvieron parte del esplendor a esta pieza clave del cinturón defensivo de Tallin.

Golden Leg Tower

La Sauna Tower es quizá la más pintoresca. Recibe su nombre de la sauna del convento vecino y conserva ménsulas originales que sostuvieron sus niveles superiores. Se construyó en el siglo XIV, con apenas ocho metros de altura, pero en el siglo XV se le añadieron más pisos. Su aspecto actual combina partes medievales con restauraciones de 1898 y de mediados del siglo XX.

La rectangular Sauna Tower

La Nun’s Tower (Nunnatorn) completa el recorrido. Se construyó a comienzos del siglo XIV como parte de la misma línea de defensa junto al convento de San Miguel. Originalmente tenía forma rectangular y unos 14 metros de altura. Contaba con varios niveles defensivos y troneras para armas, que en el siglo XV se reforzaron para resistir mejor los ataques. Con el paso del tiempo, también esta torre perdió protagonismo militar y acabó adaptándose a usos más civiles. Fue restaurada en varias ocasiones, la última en 2004, lo que nos permite hoy contemplarla en buen estado.

Maiasmokk café: un viaje dulce al siglo xix

Después de recorrer calles, iglesias y murallas, hicimos una pausa en el lugar más emblemático para los golosos de Tallin: el Maiasmokk Café, cuya traducción literal sería algo así como “goloso”. Fundado en 1864, es el café más antiguo de Estonia que todavía sigue en funcionamiento, y entrar en él es como retroceder más de un siglo.

El elegante Maiasmokk Café

Nada más cruzar la puerta, la decoración te transporta a finales del XIX: espejos ornamentales, lámparas de época, vitrinas de madera oscura y camareros que parecen encajar en un decorado clásico. Todo está cuidado para mantener el espíritu original, como si el tiempo se hubiera detenido.

Un restaurante-café de época

La especialidad de la casa es el mazapán, que en Estonia tiene una larga tradición. Se cuenta que ya en la Edad Media los boticarios de la cercana farmacia Raepteek preparaban mazapán como medicina, y con el paso del tiempo se convirtió en un dulce popular. En Maiasmokk no solo puedes probarlo en tartas y bombones, sino también visitar el Museo del Mazapán, donde figuras de azúcar y almendra se transforman en pequeñas obras de arte.

Puedes comprar todo tipo de mazapanes
El mazapán es su especialidad

La ciudadela baja: el encanto de Santa Catalina, Viru Gate y Muurivahe

Después de recorrer torres, iglesias y plazas, nos adentramos en la parte más pintoresca de la ciudadela baja, donde la atmósfera medieval se junta con el bullicio actual.

St. Catherine’s passage: un rincón detenido en el tiempo

El pasaje de Santa Catalina (St. Catherine’s Passage) es quizá el rincón más fotogénico de todo Tallin. Se trata de un estrecho callejón empedrado que conecta la calle Vene con Müürivahe, flanqueado por casas de piedra medieval y bóvedas que parecen sacadas de un grabado antiguo. Pasear por él es como atravesar varios siglos en unos pocos metros.

La entrada al Pasaje de St. Catherine

Lo que hace especial al pasaje es que todavía hoy alberga talleres de artesanos: sopladores de vidrio, ceramistas, joyeros… Desde sus pequeños escaparates y talleres abiertos al público, uno puede ver cómo trabajan siguiendo técnicas tradicionales. En las paredes se conservan también lápidas góticas del antiguo convento dominico, que refuerzan la sensación de estar dentro de un museo al aire libre.

El estrecho pasaje St. Catherine
El estrecho pasaje St. Catherine

Viru Gate: la entrada más icónica

Unos pasos más allá nos encontramos con la Puerta Viru, la entrada más conocida a la ciudad vieja. Formaba parte de las murallas del siglo XIV, aunque hoy solo se conservan dos torres redondas que flanquean la entrada como centinelas de piedra.

Puerta Viru

Atravesar la Puerta Viru es casi un ritual para cualquier viajero: al otro lado se abre la moderna calle Viru, llena de tiendas y cafés, mientras detrás quedan los adoquines y los muros medievales.

Muurivahe Street: la calle de los mercaderes

La calle Müürivahe bordea un tramo de muralla y sigue transmitiendo la esencia comercial de la ciudad. Hoy se llena de pequeños puestos de artesanía, recuerdos y textiles, pero en el pasado fue un importante eje para los mercaderes locales. El nombre mismo significa “junto al muro”, recordando que aquí se levantaban edificios apoyados en la muralla defensiva.

Muurivahe Street

Recorrer Müürivahe es un buen final para la jornada, porque une el ambiente medieval con la vida cotidiana actual de la ciudad: turistas buscando recuerdos, estonios tomando café y, de fondo, las murallas que recuerdan que todo esto nació hace más de 700 años.

La iglesia de San Nicolás

Muy cerca de la plaza del Ayuntamiento se alza la iglesia de San Nicolás, conocida en estonio como Niguliste kirik. Su silueta gótica, con una torre que domina el perfil urbano, recuerda el papel central que tuvo en la vida medieval de Tallin.

La iglesia fue fundada en el siglo XIII por mercaderes alemanes que vivían en la ciudad baja, y se dedicó a San Nicolás de Bari, patrón de los marineros y comerciantes. No es casualidad: en una ciudad portuaria como Tallin, en plena ruta hanseática, los mercaderes querían tener a su santo protector bien presente.

La Iglesia de San Nicolás

A lo largo de los siglos, Niguliste fue tanto lugar de culto como espacio de prestigio social, ya que las familias adineradas financiaban capillas y altares privados en su interior. Su riqueza artística la convirtió en una de las iglesias más espléndidas del Báltico.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la iglesia sufrió graves daños en los bombardeos de 1944: el techo se derrumbó, muchas obras fueron destruidas y el templo quedó en ruinas. Tras la guerra fue restaurada y, en lugar de volver a ser una iglesia parroquial, se convirtió en un museo de arte sacro bajo la administración del Museo de Arte de Estonia.

Hoy, San Nicolás es uno de los mejores lugares para descubrir el arte medieval báltico:

  • Alberga el famoso fragmento del retablo La Danza Macabra de Bernt Notke, una obra maestra del siglo XV que refleja la visión medieval de la muerte como fuerza igualadora.
  • Conserva retablos góticos, plata eclesiástica y esculturas que sobrevivieron a los saqueos y las guerras.
  • Su acústica excepcional la ha transformado también en sala de conciertos, donde se celebran regularmente recitales de órgano y música clásica.
Danza Macabra de Bernt Notke

La Danza Macabra de Bernt Notke, realizada a finales del siglo XV, es una de las piezas más impactantes del arte medieval báltico. Se trata de un gran mural pintado sobre tabla que representaba originalmente a más de 50 figuras, aunque hoy solo se conserva un fragmento en Tallin. En él aparecen la Muerte, personificada como un esqueleto danzante, que va tomando de la mano a personajes de todas las clases sociales: desde el papa y el emperador hasta comerciantes, caballeros y campesinos. La idea era clara: la muerte no hace distinciones y tarde o temprano iguala a todos los hombres.

Este motivo era muy popular en la Europa de finales de la Edad Media, marcada por pestes, guerras y una fuerte religiosidad. Notke, uno de los pintores más célebres del Báltico, supo darle un tono teatral y directo que impresionaba a los fieles: un recordatorio visual de que la vida es frágil y que la vanidad terrenal carece de sentido frente al destino inevitable. Hoy, contemplar este fragmento en la iglesia de San Nicolás es viajar a la mentalidad medieval, donde arte y fe se unían en una advertencia universal que aún resulta estremecedora.

Aunque en nuestra visita solo pudimos verla por fuera, su imponente torre y su historia la convierten en una parada imprescindible para comprender cómo la riqueza mercantil de Tallin se reflejó en la vida religiosa y artística de la ciudad.

Quizá el coste de la entrada y la antipatía del encargado de vender los tickets para entrar a la iglesia hizo que nos pensáramos dos veces entrar en la misma e ir a una cafetería cercana a descansar de la ajetreada jornada. Y así acabamos de nuevo en Raekoja Plats, donde nos sentamos en uno de sus establecimientos para descansar y ver cómo la plaza se iba apagando poco a poco con la llegada de la tarde. Nada extraordinario, pero perfecto para digerir la intensidad de dos días en los que Tallin nos mostró su historia, su arte y también sus heridas recientes.

Un lugar calentito para refugiarnos del temporal

conclusión: Tallin, entre leyendas y resistencia

Recorrer Tallin es mucho más que pasear por un casco histórico bien conservado: es adentrarse en una ciudad que ha sabido mantener vivo su espíritu medieval al mismo tiempo que cicatriza las heridas del siglo XX. Entre torres que parecen sacadas de un cuento, plazas llenas de vida, iglesias góticas y pasajes secretos, la capital de Estonia nos habla de mercaderes hanseáticos, de leyendas como la de Vana Toomas o el monje encapuchado, pero también de la represión de las celdas de la KGB y del coraje de un pueblo que recuperó su libertad hace apenas unas décadas.

En dos días descubrimos una ciudad vibrante, donde lo pintoresco se mezcla con lo profundo. Desde los miradores de Toompea hasta las calles empedradas de la ciudad baja, pasando por cafés históricos como Maiasmokk o talleres artesanales en Santa Catalina, Tallin ofrece una experiencia completa: historia, misterio, arte, dulces tradiciones y un ambiente que, de día o de noche, nunca pierde su magnetismo.

Visitar Tallin es dejarse llevar por un viaje en el tiempo, pero también entender cómo la identidad estonia se forjó entre murallas, mitos y resistencia. Una ciudad pequeña en tamaño, pero inmensa en historias.