Uno de los viajes que más me han llenado desde un punto de vista cultural-histórico-religioso ha sido Jerusalén. Centro de peregrinación de las tres religiones monoteístas más significativas (judaísmo, cristianismo e islam), ha sido maltratada a la vez que ansiada por las distintas civilizaciones occidentales y orientales desde prácticamente el primer milenio antes de Cristo hasta nuestros días. Desde los babilonios con la invasión y la destrucción del templo de Salomón, siguiendo con la invasión romana y la destrucción del segundo templo de los judíos por el general romano Tito, pasando por las cruzadas, la dominación otomana y la posterior creación del estado de Israel que es la que llega a nuestros días.
La inestabilidad que azota esta región es una constante por lo que Jerusalén no es un lugar que todavía puede entenderse como turismo de masas. Es un lugar para el peregrino, para aquel que sienta la religión, y desde el punto de vista cristiano, para alguien que quiera descubrir la tierra que vio crecer y morir a Jesús.
Una breve introducción
En este artículo quiero centrarme en algo muy concreto y la vez con alta simbología para el mundo cristiano, y esto es la visita a los lugares más importantes para el cristianismo dentro de la ciudad de Jerusalén durante la semana más importante para esta religión, en otras palabras, un recorrido de la Semana Santa a través de Jerusalén.
En la lectura del Nuevo Testamento a través de los evangelistas, prácticamente todo el recorrido que hace Jesús desde su llegada a Jerusalén (Domingo de Ramos) hasta la Pasión de Cristo (desde la última cena (el jueves santo) hasta su resurrección (el domingo)) ocurre en la ciudad de Jerusalén.
Ahora bien, la ciudad de Jerusalén es una ciudad creada en estratos. La ciudad antigua de la época romana no es la que vemos con nuestros ojos, sino que está por debajo de la ciudad actual, en que las construcciones son mayoritariamente del SXVI en adelante. Las murallas que vemos, símbolo único de Jerusalén de todos los tiempos, fueron restauradas por última vez en la época del sultán Otomano, Solimán el Magnífico, entre 1537 y 1541. Fue ese sultán también quien embelleció Jerusalén con multitud de nuevos edificios que perduran hasta nuestros días.
Por tanto, cuando intentas imaginarte la época de Jesús tienes que hacer un esfuerzo de traslado hasta esos días menos sofisticados y más rudimentarios. Los lugares que recorres para ver los hitos del Nuevo Testamento son mayoritariamente construcciones realizadas con bastante posterioridad a los días de Cristo en forma de iglesias, santuarios, conventos, y demás construcciones religiosas, que rinden culto al hito de la biblia correspondiente.
Un breve resumen del recorrido cristiano durante la Semana Santa podría ser el siguiente (el cual hice de forma desordenada en las Navidades de 2013) – es un recorrido que se debería encajar con visitas a otros magníficos lugares de Jerusalén ya que la visita bien podría durar entre 4 días y una semana:
Domingo de Ramos – Dominus Flevit y peregrinación a Jerusalén bajando el Monte de los Olivos y llegando a la puerta de los leones.
Lunes santo – Otrora Templo de Jerusalén (ahora Explanada de las Mezquitas) y la Tumba de Lázaro en Betania
Jueves Santo – Cenáculo y San Pedro In Gallicantu
Viernes Santo – Getsemaní y Vía Crucis
A continuación Domingo de Ramos– Dominus Flevit (Segunda Parte).