Continuación de Sobre yurtas y águilas en Kirguistán (III etapa).
Salimos de las inmediaciones del lago Issyk-Kul y nos dirigimos a la parte de mayor aventura del viaje, el lago Song-Kol, probablemente la joya de mayor valor de Kirguistán. Llegar hasta allí no es nada fácil puesto que hay que adentrarse por una carretera muy defectuosa subiendo un puerto de montaña que asciende a más de 3000 metros de altura. Si estás pensando realizar un viaje por tu cuenta en Kirguistán y visitar este increíble lugar, tienes que ir preparado con un coche 4*4 y saber al menos cambiar una rueda en caso de que te pasara algo en carretera.
De camino al Song-Kol
A medida que avanzas por el camino que te lleva a este lago de altura, pierdes cualquier tipo de conexión a datos por lo que, si te quedas parado, quedarás a merced de la hospitalidad de algún alma buena que justamente esté tomando la misma dirección que tú. La cadencia de coches por esa carretera es más bien escasa.
Si bien la temperatura en Bishkek era de unos 30 grados, y en el lago Issyk-Kul bajó considerablemente a 20 grados, cuando por fin llegamos por el camino de cabras hasta el puerto que da entrada al Song-Kol, nos encontramos que nos estaba nevando a una temperatura de 0 grados en verano.
Una vez pasada la ventisca y haber dejado atrás el paso de Kalmak-Ashuu a unos 3447 metros de altura, se nos abrió un valle extenso, con un color verde muy vivo y un lago a la distancia, el Song-Kol.
Llama la atención la escasez de árboles que nos encontramos en este valle, sin embargo, esto es debido principalmente a la altitud, ya a que a partir de cierta altura solo admite vegetación algunos pastos verdes. De hecho, este tipo de vegetación es muy rica para la ganadería extensiva que abunda en el Kirguistán. Multitud de ganaderos, conducen a sus rebaños de vacas, caballos y demás animales, durante los meses de verano a pastar en estos campos. La flexibilidad de las yurtas les permite asentarse durante dichos meses, y al llegar el invierno recogen todo y migran a zonas con temperaturas más amables. Tened en cuenta que la temperatura en este valle alcanza los 30-35 bajo cero y la nieve alcanza varios metros de espesor.
El único animal que pueden permitirse dejar en estas zonas tan hostiles en invierno es el famoso yak. El yak es un animal domesticado perteneciente a la familia bovina de tamaño medio y con una piel de lana muy gruesa que les permite vivir a grandes alturas en Asia Central durante todo el año. Puede llegar a pesar unos 700-1000kgs y llegar a tener una altura de 1,4 metros. También pueden cruzarse con las vacas, generando mestizos más produciendo más leche con mayor contenido graso.
Poco antes de llegar al lago hicimos una breve parada en un campo de yurtas. Nuestro guía tenía un encargo muy especial de varias personas de su entorno: leche de yegua. En Kirguistán ya hemos visto que la leche de yegua es muy típica y es considerada un manjar. Según nos comentaba Miguel, puedes encontrar leche de yegua en Biskek, pero no te aseguran de que sea pura (le suelen añadir agua). Sin embargo, en esta región te aseguras de que lo que te dan tiene 100 por 100 pureza. Aunque sonaba apetecible, no es recomendable para un turista que no esté acostumbrado a este tipo de leche, intentar ingerir un poco ya que el resultado puede no ser el deseado.
Song-Kol y el campo de yurtas
Y por fin llegamos al magnífico Song Kol, un lago mucho más pequeño y frío que el Issyk-Kul, de unos 29 km de largo y 16 km de ancho, con una profundidad máxima de 14 metros, una profundidad media de 8 metros y de agua potable. Es uno de los lugares más especiales de Kirguistán en cuanto a naturaleza se refiere y en el que puedo destacar un color de agua que cambia según la hora del día. Una auténtica joya.
Proseguimos durante una hora más nuestra ruta hasta llegar a nuestro campo de yurtas de esa tarde noche. A diferencia del anterior día, el campo no era permanente por lo que estaba habilitado solo durante los meses de verano. Esto lo que suponía era que no había instalaciones de casi ningún tipo. No teníamos datos de teléfono (estábamos sin cobertura), no teníamos electricidad (en las yurtas), no había duchas y solo contábamos con un baño portátil (que no era poco). El único lugar donde consiguieron algo de energía y electricidad era la yurta comedor donde cenamos y desayunamos.
Aun siendo más incómodo, la comida menos elaborada y pasamos algo de frío, sin duda este era la versión experiencia en yurta más auténtica y menos adaptada al turismo. Al bajar la temperatura, estuvimos bebiendo té caliente en la yurta comedor durante varias horas, y conseguían calentar la misma con una estufa alimentada por carbón y estiércol.
Cada yurta también disponía de estufas por lo que pudimos dormir calentitos. También ayudó el hecho de que teníamos entre 3-4 edredones cada uno. Aquí estuvimos un poco más preocupados por la noche por caer intoxicados por la estufa interna y cometimos el error de dejar la puerta de la yurta un poco abierta. De esta manera, nos despertó de forma violenta a medianoche una tormenta que provocó entrada de agua en la yurta y que se escapase todo el calor producido por la estufa. Al menos, no nos morimos intoxicados.
Paseo a caballo por el Song-Kol
Al día siguiente, después de desayunar, quise realizar una de las actividades propias del pueblo kirguiso: montar a caballo. A los caballos se les conoce como las “alas del pueblo kirguiso” y tienen un hueco especial en el corazón de la nación. Muchos juegos nacionales se realizan a caballo – ya sea ulak tartysh (polo), kiz-kumai (besar a la chica), oodarrysh (lucha sobre caballo) o chabysh (carrera de larga distancia), entre otros.
Después de preguntar sobre si podíamos realizar alguna actividad a caballo, nos ofrecieron por un módico precio dar un paseo en caballo de una hora por la orilla del lago. Yo ya había montado a caballo y tenía buenas nociones, pero mi madre era la primera vez que montaba. Aun así, pudo unirse al guía y a mí en un caballo manso el cual estaba sujetado por una cuerda que agarraba el guía en casi todo momento. El paseo fue espectacular y muy recomendable porque te ayuda a vivir la mejor experiencia kirguisa en uno de sus lugares más majestuosos.
Desafortunadamente duró solo una hora y no teníamos tiempo para más. Algunos viajeros suelen montar a caballo para desplazarse de pueblo a pueblo en una jornada de travesía. Otros viajeros deciden pasar el invierno bajo cero en este lugar libre de cobertura para desconectar plenamente de los vaivenes del día a día. Kirguistán te ofrece la máxima conexión posible con la naturaleza.
Una vez regresado al campo de yurtas, metimos las maletas en el coche y nos dirigimos de vuelta a la capital, a la cual llegamos después de unas cinco horas por la misma sinuosa carretera que tomamos para venir el día anterior. Una vez en el capital, después de descansar unas horas en un alojamiento muy adecuado, embarcamos en el aeropuerto de Manas de vuelta a España.