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Viajar a Omán: tradición, historia y hospitalidad en el corazón de Arabia

Viajar a Omán es adentrarse en un país que parece suspendido entre el pasado y el presente. Se puede apreciar la modernidad en edificios majestuosos u hoteles de cinco estrellas, pero también la tradición en las costumbres, ropas e identidad omaní.

Aquí, las caravanas de incienso dejaron su rastro en fortalezas de adobe, y las arenas del desierto se funden con las aguas turquesa del golfo de Omán. Situado al sureste de la península arábiga, este sultanato es una joya aún poco explorada, perfecta para quienes buscan autenticidad, paisajes diversos y una cultura ancestral llena de matices.

En mi caso, pude descubrir las posibilidades que ofrecía Omán después de visitar sus stands en Fitur, la famosa feria de turismo que se celebra a finales de cada enero en Madrid. Es un lugar sensacional para conocer agencias locales y programar los viajes del año. De hecho, a Omán le dieron uno de los premios a mejor stand internacional. Hicieron un buen trabajo, prueba de ello fue que me convencieron para realizar el viaje pocos meses después.

Un cruce de caminos entre India, África y Arabia

La historia de Omán se remonta a milenios atrás, cuando su posición estratégica lo convirtió en un punto clave en las rutas comerciales entre India, África Oriental y Oriente Medio. Este privilegio geográfico atrajo el interés de grandes potencias, como los persas y más tarde los portugueses. En 1507, los portugueses ocuparon Mascate y la convirtieron en una base clave en su red comercial, dominando durante más de 150 años las rutas marítimas del Índico. Fortificaron los principales puertos, erigieron fortalezas y defendieron celosamente su control del comercio de especias y esclavos.

Sin embargo, la historia del sultanato daría un giro de poder. En 1650, los omaníes expulsaron a los portugueses y comenzaron una etapa de expansión imperial sorprendente. Durante su época de máximo esplendor, el sultanato de Omán controlaba Zanzíbar (su capital de facto en África Oriental), partes de los actuales Emiratos Árabes Unidos, Irán y hasta Qatar. Con base estratégica en Zanzíbar, Omán se convirtió en uno de los grandes traficantes de esclavos del Índico: los compraban a jefes tribales africanos y los transportaban a India, Persia o Arabia. Fue una potencia marítima e imperial que pocos conocen fuera de la región.

Cuando viajé a Zanzíbar, hace unos pocos años, me sorprendió que quién estaba detrás del mercantilista comercio de esclavos, y del auge y esplendor de la ciudad portuaria en el SXIX, era el sultanato de Omán, ya que para mí eran unos grandes desconocidos en la historia. Según los ingleses, fueron ellos los que ayudaron a abolir la esclavitud de esta región, de la mano de Livingstone. Según los omaníes, si les preguntas, también tienen su particular relato donde los ingleses y estadounidenses estuvieron detrás de la compra indiscriminada y tráfico de esclavos durante décadas.

El renacimiento omaní con el sultán Qaboos

Este poder fue decayendo con el tiempo, hasta que, en 1970, con la llegada al trono del sultán Qaboos bin Said, Omán renació. El país, que hasta entonces había permanecido aislado, inició una profunda modernización sin renunciar a su identidad. Se construyeron carreteras, escuelas, hospitales y puertos. La electricidad y el agua corriente llegaron a los pueblos más remotos. Pero, sobre todo, se fortaleció un modelo de desarrollo basado en la preservación cultural y el orgullo nacional.

Gracias a esta transformación, Omán es hoy una nación moderna pero fiel a sus raíces, donde el visitante encontrará tranquilidad, orden y hospitalidad sin estridencias. A diferencia de sus vecinos del Golfo, aquí no hay megalópolis ni rascacielos de récord. Las ciudades se integran en el paisaje, las montañas rodean las urbes y las mezquitas se alzan serenas entre casas blancas de baja altura.

Omán es una alternativa de viaje en la península Arábiga que contrasta con sus vecinos, y la hace muy atractiva. No es un hecho menor que, durante el periodo primaveral tardío y estival, las temperaturas son menos hostiles y más secas que otros países del Golfo.

Una sociedad tradicional, diversa y hospitalaria

Omán cuenta con unos 5 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente la mitad son extranjeros, procedentes principalmente de India, Pakistán, Bangladesh y países africanos. Esto ha configurado una sociedad diversa, pero al mismo tiempo muy unida por su identidad nacional y sus valores tradicionales.

La sociedad omaní es conservadora, pero respetuosa y abierta al visitante. La religión dominante es el islam ibadí, una rama poco conocida del islam, que predica la tolerancia, la moderación y la paz.

La forma de vestir refleja esta tradición: los hombres visten con la dishdasha (túnica blanca larga) y el característico gorro bordado llamado kumma o el turbante massar, mientras que las mujeres suelen llevar abayas negras y pañuelos que cubren el cabello, aunque sin la rigidez que se observa en otros países vecinos (como Arabia Saudí o Bahréin). El código de vestimenta es importante, y se recomienda a los viajeros vestir con recato, especialmente en zonas rurales o durante visitas a mezquitas.

Una experiencia que deja huella

Ya sea explorando las dunas del Wahiba Sands, caminando por los valles verdes de Jabal Akhdar, perdiéndose en los zocos de Nizwa, haciendo esnórquel entre tortugas verdes marinas, navegando entre delfines frente a Sur o escuchando las historias de los pescadores en los puertos de piedra, viajar a Omán es sumergirse en un relato vivo, donde la esencia de Arabia se respira sin filtros.

Mascate

Área metropolitana de Mascate

La ciudad se extiende unos 40 km a lo largo del mar arábigo, un aeropuerto y desiertos, salpicada de urbanizaciones de villas y hoteles. El nombre indica únicamente una parte de la capital (la vieja Mascate), pero en la práctica abarca toda la ciudad.

Historia

El auge de Mascate como puerto se remonta al s. I d.C., cuando ya era conocido por los comerciantes griegos. Fue codiciado por muchos y durante siglos pasó de mano en mano: en 1507 los portugueses lo ocuparon y lo fortificaron; los persas lo atacaron repetidamente y los omaníes lo reconquistaron en 1650, lo cual puso fin a la era portuguesa.

Omán en 1749 y desde el s. XIX el sultán de Mascate ha residido aquí. En 1970, tras el ascenso al trono del sultán Qaboos, Mascate se convirtió en capital del país unificado.

El auge de la ciudad se debe en parte al petróleo y en parte al turismo. A diferencia de otras capitales del golfo, Mascate no ha sucumbido a la modernidad desenfrenada. La ciudad ha mantenido su carácter árabe tradicional: los edificios altos están prohibidos, las casas blancas predominan y la Corniche ofrece un paseo muy agradable entre el mar y las casas bajas.

Destaco el pequeño puerto pesquero de Mutrah, que ha sabido preservar su atmósfera tradicional, con calles estrechas que suben y bajan entre casas encaladas, con puertas de madera tallada y rejas artísticas. Aunque es la zona más afectada por el tráfico, sigue siendo el alma de la ciudad y su visita resulta imprescindible. La mayoría de los edificios han sido restaurados, aunque otros están en ruinas y algunos están abandonados. Es preferible recorrer la zona a pie, pues en coche resulta complicado orientarse.

Mascate se articula alrededor de tres bahías que se abren en el golfo de Omán. En las partes centrales se hallan las principales construcciones administrativas y oficiales, así como dos palacios reales: Qasr al-‘Alam, que no puede visitarse, pero sí admirarse desde fuera, y Bait al-Baranda, que sí abre sus puertas al público. La ciudad moderna se ha expandido hacia el oeste, siguiendo la línea de la costa, con varios puntos de interés repartidos entre Qurm, Bawshar, Ghubrah y Seeb. Cada uno presenta una fisonomía diferente, pero todos comparten la hospitalidad y permanente tranquilidad que caracterizan a la capital y al país.