Introducción
Haciendo un repaso de lugares interesantes para pasar unos días de verano con el grupo de amigos, pensamos que Cerdeña podría ser un lugar distinto o alternativo a los que solemos frecuentar en España, como las Baleares o Canarias. No nos equivocamos con esta isla, y en particular, con la Costa Esmeralda, aunque no es apta para todos los bolsillos. Es un rincón en la Europa mediterránea donde el lujo y la naturaleza conviven en perfecta armonía.

Sus aguas turquesas parecen pintadas a mano, sus playas son de postal y sus noches se convierten en experiencias únicas entre clubs míticos y restaurantes de primera línea.
En el corazón de este paraíso mediterráneo se encuentra Porto Cervo, epicentro del ocio más exclusivo de Cerdeña. Aquí pasamos unos días entre playas idílicas, cenas inolvidables y fiestas inigualables que convierten cada jornada en un recuerdo difícil de olvidar.
Aunque suelo dar un enfoque más cultural y exhaustivo a los artículos en mundok, en este voy a darle la vuelta para darle más protagonismo al ocio y poder describir cómo disfrutamos de un ambiente más festivo.
Primera noche: la marina de Poltu Qualtu y Ritual Club
La llegada al primer atardecer en la Costa Esmeralda tuvo nombre propio: Poltu Qualtu Marina. Este puerto deportivo desprende sofisticación desde el primer momento. Yates atracados que parecen palacios flotantes, terrazas llenas de viajeros elegantes disfrutando de una copa de vino sardo y un ambiente vibrante que anticipa la noche.

Para la cena, elegimos Aruana Churrasquería, un rincón inesperado en medio del Mediterráneo donde el rodizio brasileño se mezcla con el estilo italiano. Carnes jugosas, servidas en espadas que iban desfilando una tras otra: picanha jugosa, costillas con glaseado suave, solomillo, pollo marinado y un largo, etc. cada corte era un espectáculo. El contraste era perfecto, un banquete energético antes de sumergirnos en la vida nocturna.

Quiero incidir que los precios en los restaurantes no eran excesivamente caros para la zona. Y la calidad de la comida es alta por lo que al menos pagas la exclusividad, pero tienes buen retorno.
Poltu Qualtu Marina es fantástico. Encontramos un lugar que se llamaba Canteen Sardegna donde pudimos bailar y disfrutar de un ambiente distendido (parece que a día de hoy lo han cerrado). También hay que mencionar que se percibía una atmósfera refinada, con una mezcla de belleza natural y sofisticación humana. El estilo italiano tiene renombre internacional, y más aún, en uno de los ambientes más exclusivos de Italia, donde acuden a veranear principalmente nacionales de las ciudades más punteras del país transalpino.

Ritual Club
La verdadera magia empezó en Ritual Club. Situado en una construcción de piedra que recuerda a un templo, con cuevas, terrazas y miradores, Ritual ofrece una atmósfera casi mística.

Seguramente, Ritual sea uno de los clubs más exclusivos de Europa, y no es fácil su entrada, en particular si eres un grupo de chicos. Mi consejo es llegar lo más pronto posible y pasar por caja (EUR 80-100) dependiendo del día de la semana o si eres mujer o no. De todas formas, más allá de las 23:00 – 00:00 horas la entrada es prácticamente imposible salvo que conozcas a alguien.
Ritual está ubicado en un lugar privilegiado, y su estructura es como una discoteca temática donde lo que más impresiona es la cueva principal donde los juegos de luces y el arte del DJ convertían el lugar en un escenario de fantasía. El resto de la discoteca también es impresionante y su decoración es tribal. El nivel del público nocturno es extremadamente alto y sofisticado, lo que hace, como punto negativo, un público dado a casi no interactuar con el resto de las personas.
Costaba no desentonar. Aun así, la noche fue de las mejores que vivimos en Cerdeña. Era el inicio perfecto para descubrir la Costa Esmeralda.

Ritual no es un club, es una experiencia sensorial.
Segundo día: relax, sabores sardos y Phi Beach
Tras una noche intensa, la jornada pedía calma. El plan fue perfecto: Spiaggia Cala Battistoni, una playa de arena clara y mar en calma donde lo único que parecía importar era relajarse y dejarse llevar por el sol.

Aunque las playas de la Costa Esmeralda son de una belleza difícil de superar —aguas turquesas, arenas doradas y paisajes de postal—, hay algo que sorprende al viajero que llega por primera vez a Italia: muchas playas son pequeñas y de acceso limitado. A menudo, el espacio disponible se reparte entre zonas libres muy reducidas y establecimientos privados que gestionan hamacas y sombrillas.
Eso significa que en pleno verano es habitual tener que pagar por una tumbona si quieres comodidad y algo de espacio. No es raro encontrar playas casi totalmente ocupadas por estos “lidos”, con precios que varían según la ubicación: cuanto más cerca del mar, más caro. En la Costa Esmeralda, además, esa exclusividad se acentúa, y encontrar hueco en la arena libre puede convertirse en todo un reto.
No llega a empañar la experiencia, porque la belleza del lugar compensa, pero conviene saberlo de antemano: en Italia, disfrutar de una playa paradisíaca no siempre significa extender la toalla gratis frente al mar (como por ejemplo en España).
Aquí dejar un inciso que nos ocurrió en una de las playas más famosas de Cerdeña: la Pelosa, famosa por sus arenas blancas y aguas turquesas. Cuando llegamos a primera hora de la mañana, y después de recorrer kilómetros buscando una ansiada plaza de garaje, nos dieron una desagradable noticia. Parece que no habíamos reservado con anterioridad y que, para el día en curso, la playa no aceptaba nuevos huéspedes. Cuando creíamos que teníamos que volver y, lo que es peor, privarnos de conocer la playa por excelencia de Cerdeña, un señor italiano se acercó a nosotros y nos contó un matiz legal que no sabíamos.


Siempre y cuando no “estaciones” tu toalla en un lugar de arena de la playa, y te mantengas dando un paseo por la playa, las autoridades no pueden pedirte que abandones la playa. Podías dejar tus cosas, y quedarte en la zona de piedras y rocas, que aunque no es una solución ideal, te permite poder disfrutar de la arena y la playa.
Tengo también que decir que gran parte de las playas a las que fuimos en Costa Esmeralda no destacan tanto entre otras playas, por lo que había alguna zona libre para poder liberar, aquí sí, la toalla. La parte más negativa normalmente de las islas con poco espacio es poder encontrar un hueco para aparcar tu coche.
Más tarde, a media mañana, nos acercamos a News Café, uno de los locales clásicos de Porto Cervo, ideal para desayunar y almorzar ligero. Croissants recién horneados, café intenso y ensaladas frescas para recuperar fuerzas mientras veíamos el ir y venir de coches de lujo y turistas curiosos.
La tarde nos llevó a Fantasia Beach, un chiringuito moderno con camas balinesas, música chill-out y una vista perfecta para ver cómo el sol comenzaba a caer sobre el Mediterráneo. Era el anticipo perfecto para lo que vendría después.
La cena tuvo lugar en La Rocca da Chiara, un restaurante sardo donde el plato estrella es la pasta con langosta local sarda. Uno de los aspectos que más nos llamó la atención fue el babero para marisco personalizado con la imagen de una langosta que tuvieron el detalle de ponernos encima de nuestra indumentaria festiva. Un detalle que quitaba solemnidad y recordaba que, incluso en un entorno elegante, comer marisco siempre tiene algo de juego. La langosta, servida con una salsa intensa y acompañada de un vinos blancos y tintos locales, fue uno de esos momentos gastronómicos que se quedan grabados.




Phi Beach
Pero el gran protagonista del día llegaba por la noche: Phi Beach. Este club está considerado uno de los mejores del mundo para ver la puesta de sol, y no es un título gratuito. Desafortunadamente llegamos cuando ya era de noche cerrada, pedimos cervezas y nos acomodamos en una mesa para picar algo en el restaurante del lugar. En ocasiones normales, reservar en el restaurante conlleva una consumición mínima de 150 EUR por persona (este importe va variando año a año) pero pudimos hacernos con una mesa libre sin este requisito prohibitivo.

La entrada en Phi Beach es más fácil que en el resto de los clubes porque puedes reservar con antelación. Básicamente compras una entrada para ver un DJ, y de paso, puedes entrar al recinto. Las entradas puedes variar entre 80 y 150 EUR. Merece la pena reservar dos noches porque la segunda noche sale mucho mejor de precio. Lo dicho, con un par de semanas de antelación en agosto debería funcionar.

Y después de consumir las pizzas más caras de nuestras vidas, empezó la verdadera fiesta. Phi Beach es pura sofisticación: mesas VIP con botellas de champán, camas balinesas, público internacional y un cartel de DJs que rivaliza con Ibiza o Mykonos. Aunque aquella noche el DJ set estaba en manos de un nombre que no conocía (Carlita), la energía se sentía en cada latido del bajo. Bailar allí, frente al mar abierto, con las olas rompiendo contra las rocas y un cielo lleno de estrellas, fue una experiencia difícil de superar.
He de destacar el ambiente de exclusividad, donde parte del público atracaba directamente sus yates en la bahía cercana y se unía a la fiesta en lanchas que les dejaban en la entrada acuática de Phi. También que un patrocinador del lugar fuera una de las marcas más exclusivas de lujo de relojes, Audemars Piguet. Estos y otros muchos detalles, hicieron una de las noches más interesantes de Costa Esmeralda.

Tercer día: Ira beach, Porto Cervo y la noche en Billionaire
La jornada comenzó en Ira Beach, una playa de arena dorada y aguas turquesas que es todo un símbolo de la Costa Esmeralda. Perfecta para nadar, descansar o practicar deportes acuáticos, ofrecía un contraste ideal con la intensidad de las noches anteriores.

Al mediodía nos quedamos en Porto Cervo para almorzar en sus trattorias y disfrutar de un paseo por la Piazzetta, rodeados de boutiques de lujo y terrazas llenas de vida. La tarde fue para dejarnos llevar por el ritmo tranquilo del centro, entre escaparates de moda y rincones con encanto.
Unas pinceladas de Porto Cervo
Porto Cervo no nació de manera espontánea como tantos pueblos sardos, sino que fue creado en los años 60 bajo la visión del Aga Khan, quien imaginó una marina y un pueblo que se integraran con el paisaje, pero ofreciendo lo más exclusivo del Mediterráneo. Y lo logró: hoy Porto Cervo es un escenario que parece sacado de una película, donde cada rincón está pensado para sorprender.
El pueblo se articula en torno a La Piazzetta, una pequeña plaza rodeada de terrazas, boutiques y cafeterías que se convierte en el lugar de encuentro natural de residentes y visitantes. Desde allí parten callejuelas estrechas, con pasadizos y balcones floridos que combinan la arquitectura tradicional sarda con el diseño contemporáneo. Caminar por estas calles es sentir la mezcla de autenticidad y sofisticación: tiendas de artesanía local conviven con escaparates de Dior, Gucci o Prada.

La Marina de Porto Cervo es otro de sus símbolos. Considerada uno de los puertos deportivos más exclusivos de Europa, acoge yates que parecen auténticas mansiones flotantes. Pasear por sus muelles es casi un espectáculo en sí mismo, ya que algunos barcos son tan grandes y cuentan con diseños tan diferentes, que hace del paseo casi como un museo marítimo.

En definitiva, Porto Cervo es el escaparate de la Costa Esmeralda: una combinación de tradición reinterpretada, lujo mediterráneo y ese magnetismo que lo hace irresistible tanto de día como de noche, aunque puede pecar de una zona un tanto artificial.
Billionaire Porto Cervo
Pero la noche nos esperaba con un plato fuerte: Billionaire Porto Cervo. Fundado por Flavio Briatore, este club es uno de los más famosos y exclusivos de toda la Costa Esmeralda.

Es otro lugar que puede costarte unos EUR 100 la entrada. Gracias a las peripecias y arte de uno de nuestros integrantes pudimos colarnos y entrar en el reservado (es decir, la exclusividad dentro de la exclusividad). Es cierto, que a diferencia que Phi o Ritual, en ese escenario sí abundaba algo más los señores de cierta edad y evidente poder adquisitivo, rodeados de un exceso de acompañantes.
Quizá lo que realmente marca la diferencia son sus espectáculos: bailarines, shows extravagantes y una atmósfera vibrante que hace sentir que uno está en el epicentro del glamour mediterráneo. Es un escenario de excesos, lujo y pura energía. El DJ era un cierto influencer conocido en el mundillo, aunque no por su habilidad con la electrónica sino por haber salido con una chica muy seguida en redes sociales.
Cuarto día: Baia Caddinas y San Pantaleo
El último día quisimos bajar el ritmo y explorar otra cara de la Costa Esmeralda. La mañana la pasamos en Baia Caddinas, una playa más tranquila y familiar, con un ambiente relajado y aguas cristalinas perfectas para un baño calmado.

Para el almuerzo optamos por restaurantes locales de la zona, donde el pescado fresco y los sabores tradicionales sardos nos recordaban que esta isla es mucho más que fiesta y lujo. La otra cara de Cerdeña es su cara mayoritaria – una isla donde puedes alojarte y comer con gran calidad, disfrutar de playas paradisíacas, sin un precio excesivo a medida que te vas alejando de la Costa Esmeralda.
Por la tarde nos adentramos en el interior para descubrir San Pantaleo, un pueblo encantador con calles empedradas, casas de piedra y un ambiente bohemio. Allí, entre mercadillos de artesanía y bares sencillos, encontramos la esencia más auténtica de Cerdeña, muy lejos de los focos de Porto Cervo.





Tomar algo al atardecer en su plaza central fue la forma perfecta de despedirnos, con la sensación de haber conocido no solo el lujo de la Costa Esmeralda, sino también su alma más genuina. De hecho, esto es lo que llamamos como “serendipia”, un lugar mágico que encontramos por puro azar y que cautivó a los integrantes del equipo.
Cómo llegar a la Costa Esmeralda
El aeropuerto más cercano y adonde llegamos es Olbia Costa Smeralda (OLB), a unos 30 minutos en coche de Porto Cervo. Para moverse por la zona, el coche de alquiler es imprescindible, ya que las distancias entre playas, clubs y pueblos hacen difícil depender solo de taxis o transporte público. Te puedes ahorrar la noche en Olbia porque no tiene nada que ver. Si vuelas en un chárter de madrugada quizá sea la única opción para esa noche.
Consejos prácticos
- Mejor época: junio y septiembre, cuando el clima es ideal y la zona no está tan masificada como en julio y agosto. Aun así decidimos ir en agosto para coincidir todos los amigos. Los alojamientos hay que mirarlos con mucha antelación porque TODO se reserva.
- Reservas: tanto restaurantes como clubs como Phi Beach requieren reservar con antelación. Algunos como Rituals o Billionaire mi consejo es llegar pronto para aumentar las posibilidad de entrar.
- Presupuesto: Porto Cervo es caro, pero ofrece experiencias únicas que justifican la inversión.
- Equilibrio: combina las noches de fiesta con visitas a pueblos como San Pantaleo o Arzachena para ver la cara más auténtica de la isla.
Conclusión
Al final, la Costa Esmeralda no fue solo un escenario de lujo y noches legendarias, sino un lugar donde todo convivía en un equilibrio curioso: la sofisticación de Porto Cervo frente a la sencillez de pueblos como San Pantaleo; los clubs más exclusivos de Europa junto a playas pequeñas y recónditas que aún guardan un aire salvaje; la solemnidad de una pasta con langosta servida con vino blanco, que contrasta con la informalidad de ponerse un simple babero de papel.

Ese contraste es, en realidad, lo que hace especial a Cerdeña: poder bailar hasta el amanecer en Billionaire, brindar al atardecer en Phi Beach, perderse en las cuevas místicas de Ritual Beach, pero también sentarse en una trattoria sencilla, mirar el mar y descubrir que, más allá del brillo y la exclusividad, la isla conserva un alma auténtica y mediterránea que lo envuelve todo.

La Costa Esmeralda es lujo, sí. Es fiesta, también. Pero, sobre todo, es una invitación a vivir intensamente, entre la elegancia y la espontaneidad, en uno de los rincones más magnéticos del Mediterráneo.