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San Pedro de Atacama: entre el silencio, la sal y las estrellas

Continuación de Día 2 en Santiago de Chile: arte en Bellavista, vino en Vitacura y miradores entre cerros.

Después de un par de intensos días en Santiago, decidimos viajar al norte para conocer uno de los lugares más inhóspitos y a la vez interesantes del planeta: el desierto de Atacama. Desde hacía años lo tenía en mi lista como punto de partida de un viaje más largo atravesando Bolivia y Perú. Me atraía la sensación de sentirse en una gran soledad desértica mientras observas uno de los mejores cielos estrellados del mundo. La poca contaminación lumínica hace que el cielo aparezca ante ti como la mismísima Capilla Sixtina estrellada. De todas formas, ya contaré más adelante que no tuvimos mucha suerte con esto, ya que nos iluminó la oscuridad una gran luna llena.

Viajar al desierto de Atacama es como viajar a otro planeta. Todo parece suspendido en el tiempo: las montañas teñidas de ocre, los cráteres que recuerdan un paisaje lunar y el silencio absoluto que solo se rompe con el crujido de las rocas. Nuestro punto de partida fue San Pedro de Atacama, un pequeño pueblo que, a pesar de su entorno extremo, se ha convertido en el corazón de uno de los destinos más asombrosos de Sudamérica. De hecho, se ha transformado en un destino de fin de semana de chilenos que se acercan a curiosear (Santiago está a poco más de dos horas en avión), y la mejora de la oferta hotelera, instalaciones, actividades y de restauración, hace de esta escapada una genial elección.

San Pedro de Atacama: el corazón turístico del desierto

El pueblo de San Pedro de Atacama es un destino que, aunque pequeño, alberga una rica historia, cultura y una vibrante vida turística. Ubicado en pleno desierto de Atacama, San Pedro no solo es un punto de entrada a las maravillas naturales del desierto, sino también un refugio donde la tradición y la modernidad se encuentran.

La Iglesia de San Pedro: un ícono histórico

Uno de los principales atractivos de San Pedro es su Iglesia de San Pedro, un edificio de adobe que data del siglo XVIII y es considerado uno de los más antiguos de la región. La iglesia tiene una arquitectura sencilla pero encantadora, con paredes de barro y techos de palma, lo que le otorga un carácter auténtico y único. Su construcción refleja la influencia de los pueblos indígenas locales, que adoptaron las técnicas españolas para adaptarlas a las condiciones del desierto.

La iglesia no solo es un lugar de culto, sino también un símbolo de la resistencia y adaptabilidad del pueblo Lican Antay, quienes han vivido en esta tierra durante siglos. En las tardes, la plaza frente a la iglesia se llena de turistas y locales, creando una atmósfera tranquila y acogedora.

El comercio en San Pedro: artesanía y souvenirs

San Pedro es un lugar ideal para los que buscan llevarse un pedazo del desierto consigo. Sus calles están llenas de tiendas de artesanía, donde los visitantes pueden comprar artículos hechos a mano que reflejan la tradición y la cultura de los pueblos originarios. Desde alfombras de lana de llama hasta joyas de cobre y piedras semipreciosas como la aragonita celeste o crisocola, hay una gran variedad de productos que permiten a los turistas llevarse un recuerdo auténtico.

Los mercados locales también son ideales para quienes buscan disfrutar de la comida típica del norte de Chile. Aquí se pueden encontrar productos frescos como quinoa, maíz y pimientos, esenciales en la dieta de la región, además de salsas picantes y dulces tradicionales que evocan los sabores del desierto.

Gastronomía: sabores del desierto

Aunque San Pedro de Atacama es pequeño, cuenta con una amplia oferta de restaurantes y cafés que permiten disfrutar de una comida aceptable (para ser un lugar recóndito) en medio de un paisaje espectacular. Muchos de estos lugares se enfocan en la gastronomía local, ofreciendo platos tradicionales como la cazuela, una sopa espesa a base de carne, verduras y arroz, o la empanada de pino, una masa rellena de carne, cebolla, aceitunas y huevo duro. Cuenta la historia que Inés de Suárez, de la que hemos hablado anteriormente, trajo la primera empanada de pino de Plasencia, Extremadura.

Además, varios restaurantes internacionales ofrecen alternativas para los turistas que buscan sabores más globales, como la pizza artesanal, pasta casera o incluso cocina fusión. La mayoría de los restaurantes en San Pedro ofrecen terrazas con vistas espectaculares al desierto y la cordillera, creando una experiencia única donde el paisaje complementa la gastronomía.

Algunos restaurantes recomendables que visitamos o nos recomendaron son el Adobe, la Casona o la Picada del Indio, entre otros, con buenas reseñas en el buscador de Google.

Turismo y actividades: explorando los alrededores

San Pedro de Atacama es, sin duda, el centro turístico de la región. Desde allí, los visitantes pueden realizar diversas actividades y excursiones que permiten explorar la inmensidad del desierto de Atacama. Las agencias locales ofrecen tours para descubrir maravillas naturales cercanas como el Valle de la Luna, los Géiseres del Tatio, o el Valle de la Muerte, además de rutas para observar flamencos y otras especies autóctonas en las lagunas altiplánicas (aunque los flamencos los pudimos visitar en Bolivia en la laguna colorada).

Los viajeros también pueden disfrutar de paseos a caballo por el desierto, excursiones en bicicleta hasta las dunas cercanas, o incluso trekking nocturno para observar el cielo despejado y las estrellas, ya que Atacama es uno de los mejores lugares del mundo para la observación astronómica.

El desierto más árido del mundo

El Desierto de Atacama, es el lugar no polar más seco del planeta. En su zona central hay áreas donde no ha llovido en miles de años, y la vida, simplemente, no existe. Las condiciones son tan extremas que la NASA ha utilizado esta región como banco de pruebas para sus misiones a Marte.

Sin embargo, en los márgenes del desierto, donde las corrientes de aire húmedo logran colarse entre las montañas, aparecen pequeños oasis como el de San Pedro de Atacama, donde aún habitan los descendientes del pueblo Lican Antay. Este pueblo originario supo adaptarse a la aridez del entorno, aprovechando los escasos recursos del suelo y el agua subterránea para cultivar maíz, quinoa y criar llamas.

Los primeros exploradores y la historia del desierto

El primero en atravesar esta tierra fue Diego de Almagro, en el siglo XVI, durante su expedición hacia Chile. Cruzar el desierto entonces era una hazaña casi imposible: no había caminos, ni fuentes de agua visibles, ni sombras donde refugiarse. Almagro y sus hombres apenas sobrevivieron a las condiciones extremas que definen a Atacama hasta hoy.

Con el paso del tiempo, este paisaje inhóspito se convirtió en escenario de minería, astronomía y ciencia. Hoy, el 25% de la economía local proviene de la extracción de litio y salmuera, otro 25% del turismo y los servicios, un 25% de actividades científicas y astronómicas, y el restante 25% de servicios y economía local que sostiene este equilibrio entre desarrollo y naturaleza.

La cordillera de la sal y las piedras del desierto

Uno de los rasgos más singulares de Atacama es la Cordillera de la Sal, un conjunto de formaciones creadas por la evaporación de antiguos lagos. Los movimientos de la corteza terrestre comprimieron estos sedimentos y los elevaron, dejando capas de yeso, sal y arcilla que hoy se observan como un mosaico de texturas y colores.

El yeso puede cristalizar formando estructuras translúcidas y brillantes conocidas como selenita, que reflejan la luz del sol de manera mágica. Cuando los cristales son más pequeños o parcialmente desarrollados, a veces se les llama piedra luna, evocando su brillo plateado y etéreo al reflejar la luz. En la región de Atacama también se encuentran minerales semipreciosos como la aragonita celeste o la crisocola, que aportan tonos únicos al paisaje. Además, es frecuente observar evaporitas, depósitos minerales que se forman cuando el agua rica en sales se evapora, dejando sobre la superficie capas blancas y brillantes que dan al desierto un aspecto casi lunar.

Valle de la Luna: el corazón mineral de Atacama

Nuestro primer gran hito fue el Valle de la Luna, dentro de la Reserva Nacional Los Flamencos. Su nombre proviene de las formaciones de evaporita que cubren el suelo, creando un paisaje blanquecino que parece sacado de otro mundo. Desde el mirador del anfiteatro, observamos una panorámica impresionante: crestas, dunas y capas de roca que revelan diferentes fases geológicas a lo largo de millones de años.

Justo antes de entrar pudimos observar una cruz andina o chakana y la famosa bandera wiphala de los Andes.

La Chakana, o Cruz Andina, es un símbolo sagrado de los pueblos indígenas de los Andes, especialmente de la región de los atacameños, quechuas y aymaras. Su forma es la de una cruz escalonada, con cuatro brazos que representan los cuatro puntos cardinales y un agujero central que simboliza el centro del mundo, el eje entre lo espiritual y lo terrenal. Este símbolo está presente en arquitectura, tejidos, cerámica y ceremonias, y refleja la profunda conexión que estas culturas tenían con la naturaleza, los ciclos agrícolas y la cosmovisión cósmica.

La wiphala es una bandera cuadrangular de siete colores, emblema de los pueblos andinos, especialmente del área que fue el Tahuantinsuyo, y representa la unidad y la diversidad de sus culturas

Caminamos por la gran duna central y llegamos a una curiosa formación conocida como Las Tres Marías, tres pilares naturales tallados por el viento y el tiempo. La figura central y la de la derecha figuran dos mujeres orando. La otra la rompió un descuidado turista.

En otro punto del recorrido, el guía nos pidió guardar silencio. En medio del valle, cuando el aire se enfría al caer la tarde, se escuchan crujidos en las rocas: es la sal que se dilata y contrae con los bruscos cambios de temperatura entre el día y la noche. El desierto literalmente respira.

Uno de los broches al día, fue observar el atardecer desde el Mirador de Ckari (o Piedra del Coyote), un alto desde el que pudimos ver como el sol se apagaba lentamente por el Valle de la Luna. Quizá demasiadas personas reunidas en ese punto en especial para ver el atardecer, pero siempre podías buscar tu hueco sin tener a personal alrededor.

Valle de Marte (o de la muerte): el rojo de otro planeta

Muy cerca del Valle de la Luna se encuentra el Valle de Marte, también conocido como Valle de la Muerte. Su nombre se debe a los tonos rojizos intensos del terreno, producto del hierro oxidado y la ausencia de vegetación. Aquí, las dunas y los acantilados recuerdan los paisajes marcianos, y no es casualidad que muchas agencias espaciales lo utilicen como escenario natural para experimentos de robótica y geología planetaria.

Desde lo alto, el contraste entre el rojo del suelo y el azul profundo del cielo crea una de las postales más icónicas del norte chileno.

La caldera de la pacana: la herencia volcánica

A más de 4.000 metros de altura se encuentra la Caldera de la Pacana, una gigantesca depresión formada por erupciones volcánicas hace más de cinco millones de años. Es una de las estructuras volcánicas más grandes de los Andes, y sus restos —cráteres, domos y columnas de ignimbrita— son testigos del poder geológico que modeló Atacama.

Desde su borde se pueden ver los volcanes Licancabur, Lascar y Toconao, guardianes eternos del altiplano. Aquí, el viento sopla sin tregua y el aire es tan seco que la sensación térmica puede cambiar radicalmente en cuestión de minutos.

El anochecer guardaba una de las mejores actividades, la cual llevaba años esperando realizar: observar el mejor cielo estrellado del mundo.

Una experiencia estelar: atacamastargazing

Una de las actividades más memorables de nuestra estancia en San Pedro de Atacama fue la experiencia nocturna de AtacamaStargazing, una actividad recomendada por todos los viajeros que buscan admirar las estrellas en uno de los cielos más despejados del planeta.

La actividad comenzó con una charla educativa sobre el hemisferio sur, las constelaciones más importantes y las curiosidades astronómicas de la región. Nos hablaron sobre la famosa Cruz del Sur, una de las constelaciones más emblemáticas del cielo austral, y nos explicaron cómo orientarse utilizando este sistema de estrellas, y porqué fue tan importante para los navegantes y descubridores de entonces, que navegaban por las inmensas aguas del Pacífico, orientarse con estas constelaciones.

Durante la charla, tuvimos la oportunidad de disfrutar de un tentempié que incluía dulces, bocadillos salados, café y té, perfectos para acompañar la fresca noche desértica mientras aprendíamos sobre el sistema solar y los planetas más cercanos a la Tierra.

Después de la explicación, nos llevaron a un telescopio donde pudimos observar varias constelaciones, y aunque el brillo de la luna llena redujo el esplendor del firmamento, pudimos disfrutar de la luna en todo su esplendor, con detalles nítidos y fascinantes a través del telescopio.

La actividad se desarrolló en una finca especialmente preparada para este tipo de observaciones, equipada con sillas cómodas, iluminación tenue y una fogata que nos ofreció calor en la fría noche del desierto.

Aunque la luz de la luna llena impidió una observación óptima de las estrellas más distantes, la experiencia fue increíble, y definitivamente espero regresar en una noche más oscura para disfrutar del cielo de Atacama en todo su esplendor.

La Cruz del Sur y otras constelaciones del hemisferio sur

Una de las mayores maravillas del cielo en el hemisferio sur es la famosa Cruz del Sur (o Crux), que se convierte en un ícono en los cielos del Atacama. Esta constelación es una de las más pequeñas pero más reconocidas, y como he resaltado, ha sido una guía crucial para los navegantes del océano Pacífico durante siglos. La Cruz del Sur está formada por cuatro estrellas principales que forman una figura que parece una cruz. Esta constelación es también especialmente importante en la cultura de los pueblos indígenas del sur de América.

La Cruz del Sur es visible desde muchas partes del planeta, pero en Atacama, debido a la pureza y la altitud del cielo, se puede observar con una claridad excepcional. En la charla de AtacamaStargazing, nos explicaron cómo usar la Cruz del Sur para determinar la dirección del sur. Es conocida por su patrón distintivo y por estar formada por las estrellas Acrux (la más brillante), Becrux, Gacrux y Delta Crucis.

Otras constelaciones del hemisferio sur

Además de la Cruz del Sur, el cielo del hemisferio sur alberga muchas otras constelaciones y objetos celestes que se pueden observar desde Atacama, especialmente durante las noches despejadas. Algunas de las más famosas y que también vimos son las siguientes:

  • Centaurus: Esta es una de las constelaciones más grandes y visibles del hemisferio sur. Se caracteriza por Alpha Centauri, el sistema estelar más cercano a la Tierra, que incluye dos estrellas principales: Alpha Centauri A y Alpha Centauri B. También es famoso por ser el hogar de Proxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro sistema solar.
  • El Escorpión (Scorpius): Esta constelación es fácilmente reconocible por su forma de escorpión, con la brillante Antares como su “corazón”. Antares es una supergigante roja que es visible incluso a simple vista y tiene un color rojizo característico que la hace destacar en el cielo. Esta estrella me sorprendió especialmente, y merece la pena verla a través de un telescopio.
  • El Sagitario (Sagittarius): Esta constelación representa al arquero, y está ubicada en el centro de la Vía Láctea, lo que la convierte en una de las áreas más densas y ricas en estrellas del cielo. Uno de los aspectos más interesantes de Sagitario es que alberga el Centro Galáctico, el núcleo de nuestra galaxia, donde se encuentra un agujero negro supermasivo.
  • La constelación de la Lira (Lyra): Aunque no tan prominente como las otras constelaciones del hemisferio sur, Lyra es conocida por la estrella Vega, una de las más brillantes del cielo nocturno. Vega ha sido un punto de referencia en muchas culturas debido a su prominencia.
  • El Ara o Altar: Esta constelación tiene una forma peculiar que se asemeja a un altar. Fue utilizada por los astrónomos antiguos para representar un altar de sacrificios y es una de las constelaciones más conocidas del sur.

El equilibrio entre ciencia y naturaleza

Como hemos visto, Atacama no es solo desierto, también es un laboratorio natural donde puedes ver las estrellas con más precisión que en casi cualquier otro punto del globo.

Por ello, aquí se ubica el ALMA.

ALMA: el ojo más grande del mundo para explorar el cosmos

El ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) es una de las instalaciones astronómicas más poderosas del planeta, y se encuentra en el Desierto de Atacama, a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar (San Pedro se encuentra a unos 2407 metros sobre el nivel del mar pero puedes viajar a ALMA en coche, y en tan solo una hora desde San Pedro subir un desnivel de más de 2500m).

Situado en la Playa de Chajnantor, ALMA es una red de 66 antenas de radio que trabajan juntas como un solo telescopio gigante. Estas antenas se distribuyen a lo largo de un área de hasta 16 kilómetros de diámetro, lo que permite a los astrónomos observar el cosmos con una precisión y detalle impresionantes.

ALMA es único debido a su capacidad para estudiar el universo en longitudes de onda milimétricas y submilimétricas, que son una especie de “interfaz” entre la luz visible y las ondas de radio. Este rango de frecuencias es esencial para observar fenómenos en las primeras etapas de la formación de estrellas y galaxias, que no son visibles con telescopios ópticos tradicionales. ALMA permite ver a través del polvo que oculta muchas de estas formaciones, revelando detalles del nacimiento de nuevas estrellas y planetas, la estructura de los agujeros negros supermasivos y la composición química de las primeras galaxias del universo.

Las antenas de ALMA trabajan en conjunto para formar un telescopio interferométrico, una técnica que combina las señales de todas las antenas para crear una imagen precisa y detallada del espacio. Cada antena está equipada con sensores y tecnología que permiten medir ondas milimétricas y submilimétricas provenientes de fuentes astronómicas distantes. Los datos recolectados son procesados en supercomputadoras que convierten las señales en imágenes de alta resolución.

Desde su apertura, ha contribuido a grandes descubrimientos en el estudio de agujeros negros supermasivos, el comportamiento de los exoplanetas, y el estudio de las primeras galaxias formadas después del Big Bang.

ALMA ha realizado algunas de las observaciones más significativas de la astronomía contemporánea. Entre sus contribuciones destacan:

  • La observación del nacimiento de estrellas
  • Agujeros negros supermasivos
  • Exoplanetas
  • La observación de las primeras galaxias
  • La ubicación privilegiada de ALMA

La ubicación de ALMA en el desierto de Atacama no es casualidad. Este desierto es conocido por su cielo extremadamente claro, seco y libre de contaminación lumínica, lo que lo convierte en uno de los mejores lugares del mundo para la observación astronómica. A más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, el aire es extremadamente delgado, lo que minimiza la atmósfera que podría distorsionar las observaciones.

Además, las altas temperaturas del desierto y la estabilidad atmosférica del área son factores que optimizan el funcionamiento de los telescopios. La remota ubicación de ALMA también minimiza la interferencia de señales externas, lo que permite una observación más precisa del espacio profundo.

Aunque ALMA está en funcionamiento principalmente para fines científicos, el sitio también ofrece visitas turísticas guiadas.

Cuando visitamos Atacama intentamos realizar la visita turística a sus instalaciones, pero desafortunadamente estaban cerradas en ese momento.

Los Géiseres del Tatio: el despertar de la tierra

Antes del amanecer del día siguiente de la observación astronómica, partimos hacia los Géiseres del Tatio, ubicados a 4.320 metros sobre el nivel del mar. Es el campo geotérmico más alto del mundo y uno de los mayores de Sudamérica. A esa hora, el frío es extremo —puede llegar a los -10 °C—, pero el espectáculo compensa cualquier incomodidad: columnas de vapor que emergen de la tierra, el olor a azufre en el aire y los primeros rayos del sol tiñendo las fumarolas de dorado.

Los géiseres se originan por el contacto del agua subterránea con rocas volcánicas calientes. Al alcanzar el punto de ebullición, el agua asciende violentamente en forma de vapor. Muy similares son los géiseres del Sol de Mañana, en Bolivia, situados en el altiplano cerca de Uyuni, lo que demuestra la continuidad geotérmica de toda esta región andina.

Explorando el pasado: Pukará de Quitor, Catarpe y la Aldea de Tulor

Después de nuestra fascinante experiencia con los géiseres, nos adentrarnos en el pasado precolombino de la región, visitando tres importantes sitios arqueológicos de la cultura atacameña: Pukará de Quitor, Catarpe y la Aldea de Tulor. Aunque el tiempo era limitado, cada uno de estos lugares ofreció una mirada única a la historia y tradiciones de los antiguos habitantes de Atacama.

Pukará de Quitor: la fortaleza ancestral

Nuestro primer destino fue el Pukará de Quitor, un impresionante fuerte prehispánico ubicado a solo 3 kilómetros de San Pedro de Atacama. Este sitio es una fortaleza construida por los Lican Antay, el pueblo indígena de la zona, alrededor del siglo XII. Desde su posición estratégica en lo alto de una colina, el Pukará de Quitor ofrecía una excelente vista de la región circundante, lo que permitía a sus habitantes defenderse de los posibles ataques de pueblos vecinos.

El recorrido por Pukará de Quitor nos llevó a explorar sus murallas de piedra, que han sido parcialmente restauradas, y a conocer cómo este sitio jugaba un papel crucial en la organización social y defensa del pueblo atacameño. Las ruinas incluyen terrazas agrícolas y habitaciones que muestran cómo vivían sus habitantes en armonía con el entorno desértico.

Desde el mirador, se pueden observar vistas espectaculares de la cordillera de los Andes y el valle de Atacama, haciendo de este lugar una experiencia visual y cultural memorable. Además, la cercanía con la rio Quitor añade un toque especial, ya que era una fuente de agua vital para los habitantes del Pukará.

Catarpe: el oasis ancestral

A unos pocos kilómetros de Pukará de Quitor se encuentra Catarpe, un pequeño valle verde que se destaca por su biodiversidad en un entorno tan árido. Catarpe era un oasis agrícola utilizado por los habitantes de la región para cultivar y recolectar agua. La zona es famosa por su canal de riego ancestral, un ingenioso sistema de irrigación utilizado por los atacameños para mantener los cultivos en la región.

Durante la visita, exploramos las terrazas de cultivo que se extienden por las laderas del valle, donde los Lican Antay cultivaban maíz, quinoa y pimientos. Además, vimos las antiguas estructuras de piedra utilizadas para almacenar alimentos y protegerse de las inclemencias del desierto.

Catarpe es un lugar perfecto para entender la relación simbiótica que los atacameños establecieron con su entorno. Aquí, la gestión del agua y el sistema agrícola eran fundamentales para la vida cotidiana, lo que reflejaba una sabiduría ancestral profundamente conectada con la naturaleza.

Aldea de Tulor: un vistazo al pasado remoto

Nuestro último destino de ese día fue la Aldea de Tulor, uno de los asentamientos más antiguos de la región, datado aproximadamente del 1000 a.C.. Tulor es un pueblo de adobe que fue descubierto en 1957 y que pertenece a una de las primeras culturas sedentarias que habitaron el Desierto de Atacama. Su arquitectura es notable por el uso de circularidad en sus viviendas, lo que refleja el profundo conocimiento que sus habitantes tenían de la geografía y el clima del lugar.

A medida que explorábamos las ruinas circulares de Tulor, nos dimos cuenta de lo avanzado que era este pueblo en términos de ingeniería y organización social. Las viviendas eran construidas con muros de adobe que ofrecían aislamiento térmico frente a las temperaturas extremas del desierto. La Aldea de Tulor también es conocida por su sistema de agua subterránea y las calzadas que conectaban las diferentes partes del pueblo, lo que demuestra una notable capacidad para adaptarse a las duras condiciones del desierto.

Visitar Tulor nos permitió viajar en el tiempo y sentirnos conectados con aquellos que habitaron este lugar hace más de 3.000 años, dejando una huella que sigue viva en las tradiciones de los pueblos atacameños actuales.

Un viaje en el tiempo por Atacama

Al visitar Pukará de Quitor, Catarpe y la Aldea de Tulor, pudimos comprender mejor cómo los Lican Antay y otros pueblos prehispánicos de la región lograron adaptarse a las duras condiciones del desierto de Atacama. Estos sitios arqueológicos no solo ofrecen un vistazo fascinante al pasado, sino que también destacan la sabiduría ancestral y la relación profunda que estos pueblos mantenían con su entorno natural. Aunque el tiempo fue corto, esta excursión nos dejó una profunda admiración por la resiliencia de los antiguos habitantes del desierto y por la riqueza cultural que aún perdura en el presente.