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Segunda jornada en Omán: Nizwa al amanecer, entre ganado, tradición y Ramadán

El segundo día de nuestro viaje comenzó antes de que el sol se asomara por el horizonte. A las 6:45 de la mañana ya estábamos en ruta, encajonados en nuestro 4×4 rumbo a Nizwa, una de las ciudades más importantes y tradicionales de Omán. El motivo de tanta prisa era presenciar uno de los eventos más emblemáticos del país: el mercado de animales de Nizwa, que solo se celebra los viernes por la mañana.

Pero no era un viernes cualquiera: era el último viernes del Ramadán, un día de especial movimiento comercial porque los compradores acudían a adquirir cabras y vacas con las que celebrar el Eid al-Fitr, la festividad que marca el final del mes sagrado del ayuno. Esta fiesta, también conocida como la Fiesta del Desayuno, es una de las más importantes del calendario musulmán, y se celebra con grandes comidas en familia, donde el consumo de carne tiene un papel protagonista.

Entre remolques y tratos: así es el mercado de animales de Nizwa

A medida que nos acercábamos al centro de Nizwa, empezamos a ver coches y remolques cargados de cabras, vacas y carneros que llegaban desde distintas regiones del país. Aparcamos y seguimos a pie, rodeados de un ambiente vibrante, lleno de voces, olores y polvo. Pronto, llegamos a la estructura circular que alberga la famosa subasta, un espectáculo que mezcla tradición, habilidad de trato y mucha intuición ganadera.

En el centro de este anillo de piedra, los tratantes se mueven cargando en brazos a las cabras que les han sido confiadas por sus dueños. El sistema funciona así: el vendedor acuerda con el tratante un precio mínimo —por ejemplo, 100 riales omaníes— y se establece una comisión variable. Si el tratante logra vender la cabra por 140 riales, su comisión puede subir de 3 a 7 riales o más, según lo pactado.

Pero lo más curioso es el modo de pujar: si un comprador está interesado, lanza una pequeña piedra al tratante. Ese gesto, casi ritual, es la señal de que quiere entrar en la subasta. El tratante anuncia entonces la primera oferta y sigue caminando en círculos mostrando el animal. Si nadie mejora la oferta, la cabra se vende; si hay más interesados, se inicia una subasta improvisada y muy rápida.

La tensión y el bullicio son contagiosos. En un momento, uno de los tratantes cargaba una cabra robusta, color camel, típica de las montañas de Jabal Akhdar, muy valorada por la calidad de su carne. Los compradores más experimentados revisaban los dientes, palpaban el lomo y la musculatura, y hasta miraban al animal a los ojos en busca de signos de salud o nerviosismo.

💡 Dato cultural: en Omán, el ganado no solo es alimento: es también símbolo de hospitalidad y estatus. Comprar una cabra de calidad para el Eid es una forma de honrar tanto a la familia como a la comunidad.

Recomendaciones prácticas para visitar el mercado

  • Horario: cada viernes desde las 6:30 h hasta las 9:00 h aproximadamente. Conviene llegar antes de las 7:00 h.
  • 📍 Ubicación: cerca del zoco de Nizwa, junto a la zona fortificada.
  • 🤐 Consejo: si viajas durante Ramadán, respeta los códigos locales: evita comer en público y viste con ropa recatada.
  • 📸 Fotografía: es posible tomar fotos, pero siempre es recomendable pedir permiso, especialmente a los vendedores.

Nizwa más allá del ganado: dátiles, tahini y tradiciones en su zoco histórico

Después del bullicio del mercado de animales, necesitábamos una pausa más tranquila. A solo unos pasos del lugar de la subasta, nos adentramos en el zoco tradicional de Nizwa, un laberinto de callejuelas cubiertas donde el tiempo parece haberse detenido. Nuestra primera parada fue en la tienda Brandah Dates Market, uno de esos lugares que te atrapan por el aroma y te seducen por el sabor.

Cata de dátiles y sorpresas dulces

Nos ofrecieron una pequeña degustación de dátiles de todas las variedades imaginables: más dulces, más secos, algunos con un toque a miel, otros con sabor a caramelo. Tras probar más de diez tipos, ya era imposible no comprar nada. Me llevé una caja de dátiles rellenos de pistacho que fue un éxito total en casa.

📦 Precio orientativo:

  • Bolsa al vacío de 600 gramos: 1 OMR (unos 2,5 EUR)
  • En comparación: en España, el medio kilo de dátiles de buena calidad difícilmente baja de 10 EUR

También compramos un pequeño tarro de tahini omaní, una pasta de sésamo molido, muy valorada por su sabor intenso y textura cremosa. Es un ingrediente básico en platos como el hummus o las salsas orientales, pero el tahini de Omán destaca por ser más aromático y artesanal, sin aditivos.

Artesanía, especias y frutas que saben a fruta

Continuamos callejeando por el zoco, entrando en tiendas de cerámica pintada a mano, joyas de plata con motivos árabes, dagas tradicionales, cestería, incienso, y hasta productos de cuero curtido. Todo está hecho con esmero, y aunque hay algo de regateo, el ambiente es muy respetuoso.

Una sección que nos sorprendió fue la de frutas y verduras frescas: tomates intensamente rojos, berenjenas pequeñas, naranjas dulcísimas. Lo más llamativo fue una especie de ajos enormes que parecen cebollas, muy codiciados. Según nos contó el vendedor, se usan para mejorar la circulación y tratar dolencias respiratorias. El precio no es para todos los bolsillos: unos 40 OMR/kg (casi 100 €), pero dicen que su valor está en lo medicinal.

Halwa omaní: el postre más tradicional

En un puesto cercano, nos ofrecieron un trocito de la famosa halwa omaní, un manjar denso, dulce, ligeramente gelatinoso, elaborado con una base de azúcar, agua de rosas, azafrán, nueces, cardamomo y ghee (mantequilla clarificada). Su sabor es único: perfumado, profundo y adictivo. Se sirve en ocasiones especiales y, por supuesto, es un clásico en las celebraciones del Eid al-Fitr.

🍬 Recomendación: compra una cajita pequeña envasada si quieres llevarte un pedacito de Omán sin miedo a que se estropee en el equipaje.

Armas, dagas y tradición guerrera

Ya casi saliendo del zoco, me sorprendió una sección de puestos de armas. Algunas vendían armas de fuego reales, balas, y por supuesto, la mítica daga omaní o khanjar: una espada curva con empuñadura labrada y funda decorada. La khanjar es símbolo de orgullo, honor y herencia, y forma parte del atuendo tradicional omaní masculino. Está presente en fiestas, bodas e incluso en el escudo nacional de Omán.

🛂 Importante: aunque puedas comprar una khanjar decorativa como recuerdo, no es recomendable intentar facturar armas o munición real, ni siquiera con intención decorativa.

El Fuerte de Nizwa: trampas, historia y un sirope que quema más que el aceite

Para entender la importancia real de Nizwa, hay que retroceder en el tiempo. Esta ciudad fue, durante siglos, la capital de Omán y el epicentro político y religioso del país. Situada a unos 140 kilómetros al suroeste de Mascate, en la gobernación de Ad Dakhiliyah, hoy destaca por su equilibrio entre modernidad y tradición. Pero lo que realmente la hace única es su rico patrimonio, reflejado en lugares como su fuerte y su palacio histórico.

Nuestra visita comenzó por el Fuerte de Nizwa, conocido también como Al-Shahba, un nombre que hace referencia tanto a su robustez como a su imponente presencia. Fue construido entre 1649 y 1679 por orden del imán Sultán bin Malik Al-Yarubi, poco después de expulsar a los portugueses coloniales que habían intentado tomar el control de Omán.

Una fortaleza pensada para resistirlo todo

Lo más fascinante del fuerte no es solo su tamaño —24 metros de altura y 40 metros de diámetro en su torre principal—, sino su arquitectura defensiva cargada de trampas. Solo hay una entrada posible, y si el enemigo lograba acercarse, era recibido desde una abertura superior con aceite hirviendo… o algo peor.

Sí, has leído bien: en muchos casos no se usaba aceite, sino sirope de dátiles hirviendo, una sustancia espesa, pegajosa y muy difícil de limpiar que causaba graves quemaduras y ralentizaba al atacante. A su vez, la escalera de acceso está construida en zigzag, para impedir el paso directo de caballos o tropas, y todo el complejo está salpicado de fosos y pasajes estrechos que favorecían la defensa.

Una vez dentro, el fuerte funcionaba como una ciudad autosuficiente: había una mezquita, cañones defensivos, torres de vigilancia, cuarteles, y varios pozos de agua. Desde lo alto de las murallas se obtiene una de las mejores vistas de Nizwa y el valle que la rodea, extendiéndose decenas de kilómetros en todas direcciones.

El almacén de dátiles: dulce y defensa

Justo al lado del fuerte se conserva el antiguo almacén de dátiles, un lugar que sorprende por su ingenio. Los agricultores almacenaban enormes cantidades de dátiles apilándolos y presionándolos con pesos para que, con el tiempo y el calor, soltaran un sirope espeso similar a la miel.

Este sirope tenía varios usos: se consumía como alimento de alto valor energético… y también se empleaba como arma de defensa. Tras calentarlo, se arrojaba desde las aberturas del fuerte sobre los enemigos. Su poder abrasivo era comparable al del aceite, pero su capacidad de adherirse lo hacía aún más temible.

🛢️ Método de conservación:
El sirope se almacenaba en jarrones sellados artesanalmente. El proceso consistía en:

  • Verter el sirope en un recipiente de barro
  • Colocar piel de animal, barro mojado, y una capa de césped prensado como tapón
  • Sellar con otra piel
  • Enterrar el recipiente para conservarlo incluso durante 50 a 70 años.
    Una técnica ancestral de conservación al vacío… antes de que existiera el vacío.

El Castillo de Nizwa: un palacio de sabiduría en el corazón de Omán

A escasos metros del fuerte se alza el imponente Castillo de Nizwa, aunque su nombre puede inducir a error: más que un castillo al estilo medieval europeo, este edificio recuerda más a una madraza palaciega, una fusión de centro de poder, residencia del imán y escuela de conocimiento que refleja la grandeza del desarrollo intelectual árabe entre los siglos VIII y XVII.

Un palacio con siglos de historia

El castillo fue iniciado a finales del siglo VIII por el Imán Mohammed bin Abdullah Al-Yahmadi, ampliado en el siglo IX por el Imán A’ssalt bin Malik Al Kharusi, y más tarde renovado por el Imán Sultán bin Malik Al-Yarubi (1624–1649), el mismo que mandó construir el fuerte contiguo. Durante el auge de los califatos, este castillo simbolizaba el avance cultural, religioso y político de Omán.

En su interior hay una sorprendente variedad de espacios que combinan lo doméstico, lo político y lo espiritual:

  • Al Barza (el salón público de reuniones)
  • Residencia familiar del Imán
  • Estancias para estudiantes
  • Salas de estudio
  • Alojamientos para invitados
  • Almacenes de dátiles

Nizwa, ciudad de ciencia y navegación

Nuestra visita comenzó en las habitaciones donde estudiaban y residían los alumnos, espacios austeros que recuerdan a las tradicionales madrazas islámicas. Durante siglos, Omán fue un importante centro de conocimiento, al que acudían estudiantes de todo el mundo árabe, especialmente para formarse en astronomía, navegación y derecho islámico.

Entre los siglos XIV y XVII, los dos cargos más prestigiosos eran el de juez (qadi) y el de capitán de barco. La educación estaba fuertemente ligada a la religión, pero también al comercio y la expansión marítima.

Al Barza: el lugar donde se decidía el destino del país

La sala más significativa es sin duda Al Barza, donde el imán recibía a líderes tribales, jueces, académicos y personas relevantes de la comunidad para debatir asuntos importantes. Este modelo de escucha activa del pueblo lo mantuvo vivo el Sultán Qaboos, quien durante décadas recorrió el país para escuchar en persona a sus ciudadanos, gesto que cimentó su enorme popularidad y legitimidad como gobernante cercano.

Tesoros escondidos entre los muros

Durante el recorrido, descubrimos otros elementos únicos del castillo:

  • Pozos de agua: existen 17 pozos en total, de los cuales 4 están en la fortaleza y el resto se reparten por el palacio y el exterior. Lo más impresionante: muchos siguen funcionando hoy en día.
  • Cañones históricos: la entrada principal está flanqueada por dos cañones originales, uno sueco y otro portugués, vestigios del pasado colonial. A ellos se suman un británico y un otomano, además de 21 cañones decorativos añadidos recientemente.
  • Puertas defensivas: elaboradas con las mejores maderas de Omán, bellamente decoradas y reforzadas con hierro.
  • Museo interior: contiene piezas de cobre, plata, joyas antiguas, manuscritos religiosos y armas tradicionales.
  • Jardines exteriores: tranquilos y bien cuidados, con palmeras, canales del sistema falaj, bancos a la sombra y espacio para pasear.

🌿 Un lugar para detenerse y respirar historia, literalmente.


Con esta visita completamos el descubrimiento de Nizwa, una ciudad que sorprende no solo por su patrimonio arquitectónico, sino por su capacidad de mantener vivas las raíces de la cultura omaní en pleno siglo XXI.

Misfat Al Abriyeen: arquitectura sobre piedra y relojes de sombra

Después de empaparnos de historia en Nizwa, retomamos el camino en dirección a las montañas, haciendo una breve pero reveladora parada en el pintoresco pueblo de Misfat Al Abriyeen, uno de los asentamientos más antiguos y mejor conservados de Omán.

Este pueblo, literalmente construido sobre piedra, se aferra a la ladera de una montaña con una arquitectura orgánica, donde las casas se adaptan a la forma del terreno en lugar de modificarlo. Lo primero que llama la atención es su distribución funcional y adaptada al clima:

  • El almacén se ubica en la planta baja, protegida del calor.
  • Las cocinas están fuera de la vivienda, para evitar que el fuego y el humo recalienten el interior.
  • Y los dormitorios, en la parte superior, aprovechando la corriente de aire fresco durante los abrasadores veranos omaníes.

El falaj y el tiempo medido con la sombra

Como en otros oasis omaníes, Misfat cuenta con su propio sistema falaj, que sigue regando bancales de plátanos, palmeras datileras, y plantas aromáticas como la albahaca. Pero aquí descubrimos algo aún más fascinante: cómo medían el tiempo para repartir el agua sin tener relojes.

Durante el día, usaban relojes solares: estructuras de piedra colocadas estratégicamente en el terreno que, según la posición de la sombra, indicaban la hora y marcaban el cambio de turno en la distribución del agua.

Astronomía práctica: las estrellas como guía nocturna

Pero, ¿y por la noche? Aquí es donde el ingenio omaní brilla con fuerza. Al no poder ver sombras, los aldeanos de Misfat miraban al cielo. Gracias a su conocimiento del firmamento, seguían las estrellas y su trayectoria a través de una serie de referencias talladas o marcadas en lo alto de las montañas. Cuando una determinada estrella cruzaba un punto específico, sabían que era hora de cortar el riego y ceder el agua a la siguiente parcela.

🌌 En este pequeño rincón del mundo, la astronomía era una herramienta agrícola. Nada de telescopios ni observatorios: el cielo y las montañas eran suficientes.


Esta parada fue breve, pero dejó una huella profunda: Misfat Al Abriyeen es un testimonio vivo de cómo la tradición, la ciencia y la adaptación al entorno pueden convivir en equilibrio perfecto.

Old Al Hamra: el pasado atrapado en barro

Antes de poner rumbo al desierto, hicimos una última parada en otro de esos lugares que parecen suspendidos en el tiempo: Old Al Hamra, un pueblo tradicional omaní de más de 400 años que todavía conserva en pie muchas de sus construcciones originales realizadas con adobe y piedra.

Lo que hace especial a este lugar es que ha sobrevivido sin apenas cambios estructurales, ofreciendo una imagen muy precisa de cómo vivían las familias omaníes de interior en siglos pasados. A diferencia de otras aldeas, aquí muchas de las casas de barro de dos y tres plantas siguen en uso, o al menos en pie, gracias al clima seco que ralentiza su deterioro.

Un museo al aire libre

Caminar por las callejuelas de Old Al Hamra es como entrar en un museo al aire libre. Las puertas de madera talladas, las ventanas de celosía y los techos de palma y barro muestran el ingenio de la arquitectura vernacular omaní. Es fácil imaginar a los comerciantes, pastores y eruditos que un día transitaron por estas mismas calles.

Algunas casas han sido rehabilitadas como pequeños museos familiares o casas de té, donde los viajeros pueden sentarse a conversar, tomar un café omaní con dátiles, o incluso escuchar historias locales transmitidas de generación en generación.

📜 Curiosidad: Old Al Hamra fue también un importante centro de estudios religiosos y se cree que muchos estudiantes de Misfat o Bahla venían aquí a estudiar antes de partir a Nizwa o Mascate.

Wahiba Sands: dunas doradas, adrenalina y un atardecer inolvidable

Con el sol descendiendo lentamente por detrás de las montañas de Ad Dakhiliyah, nos despedimos del interior de Omán para adentrarnos en otro mundo: el desierto de Wahiba Sands, también conocido como Sharqiya Sands. Dejamos atrás el asfalto, la cobertura del móvil y la noción del tiempo. Tras unos 190 km desde Nizwa (unas 3 horas de trayecto), nos adentramos por caminos de tierra y arena, cada vez más anchos, cada vez más rojos, hasta que la silueta de las dunas empezó a dominar el paisaje.

Un mar de dunas vivas

Wahiba Sands no es un desierto cualquiera. A diferencia del Sahara o el desierto de Gobi, este territorio destaca por sus dunas longitudinales que pueden alcanzar hasta 100 metros de altura, formadas por la constante acción de los vientos del Golfo. Sus arenas tienen un tono rojizo-dorado, debido al alto contenido en hierro, y su orientación sur-norte crea un patrón hipnótico.

🌬️ Se considera un desierto vivo, ya que sus dunas se mueven y cambian de forma constantemente.

Dune bashing: adrenalina sobre la arena

Apenas llegamos, subimos de nuevo al 4×4 para vivir una experiencia brutal: el dune bashing, una actividad que consiste en subir y bajar dunas a gran velocidad, deslizándonos por pendientes imposibles.

Nuestro conductor, con una sonrisa tranquila y unas manos firmes sobre el volante, nos confesó después que había participado en una etapa del París-Dakar en Arabia Saudí, y no nos extrañó. Su destreza para maniobrar en la arena era alucinante. Las pendientes, los giros, la flotación del coche sobre el polvo… fue como surfear el desierto.

Entre subida y bajada, divisamos familias de camellos árabes caminando lentamente entre las dunas. Nos detuvimos un momento para hacernos fotos en medio de la nada. Solo arena, cielo y nosotros. Ni una señal de civilización a la vista.

Desert Nights Resort: lujo entre dunas

Tras el subidón de adrenalina, llegamos al Desert Nights Resort, nuestro alojamiento para esa noche. El complejo está formado por haimas de lujo (tiendas beduinas modernizadas), distribuidas de forma armoniosa en un espacio llano del desierto. Cada haima dispone de su propio baño, cama tipo king size, aire acondicionado y una decoración sencilla pero muy cuidada, con detalles tradicionales omaníes.

El resort ofrece una hoja de servicios muy completa:

  • Restaurante con platos árabes e internacionales
  • Actividades diurnas y nocturnas
  • Servicio de té y café omaní
  • Excursiones guiadas, sandboarding, quads, yoga al amanecer
  • Un espacio chill out con hamacas bajo las estrellas

Un atardecer mágico

A eso de las 5 de la tarde, uno de los guías del resort nos llevó en coche a lo alto de una duna cercana para ver el atardecer. Las palabras se quedan cortas: el cielo se tiñó de tonos amarillos, naranjas, rojos y púrpura, y el silencio absoluto del desierto hizo que el momento fuera aún más especial. Fue uno de los atardeceres más bellos que hemos visto.

Estrellas y paz absoluta

Ya de noche, tras una cena exótica en el restaurante del resort (tajines, arroces, cordero especiado, verduras a la brasa y dulces típicos, entre otros), nos tumbamos en unas hamacas a contemplar el cielo estrellado. No había contaminación lumínica, ni ruido, ni viento. Solo el fresco de finales de marzo y un manto de estrellas que parecía al alcance de nuestras manos.

🌡️ Consejo práctico: marzo es un mes perfecto para visitar el desierto de Omán. Las temperaturas durante el día rondan los 28-30ºC y por la noche bajan a unos 16-18ºC, creando el clima ideal para disfrutar sin sufrir el calor extremo del verano.