El segundo día en Santiago comenzó algo nublado y aire fresco, siendo nuestra primera parada subir a uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: el Cerro Santa Lucía.
Cerro Santa Lucía: el origen de Santiago y su balcón más emblemático
En pleno corazón de la capital, entre avenidas y rascacielos, se eleva el Cerro Santa Lucía, una colina de apenas 70 metros que guarda una historia tan antigua como la ciudad misma. Se llega fácil en taxi o incluso andando desde cualquier zona céntrica y su visita es relativamente corta.
Las hermosas vistas desde el Cerro de Santa Lucía
El 12 de febrero de 1541, Pedro de Valdivia eligió precisamente este cerro como punto estratégico para fundar Santiago del Nuevo Extremo, trazando desde sus faldas las calles que darían origen a la ciudad. Así, el Santa Lucía es literalmente la cuna de Santiago de Chile.
Durante los tres primeros siglos de historia colonial, el cerro fue poco más que un peñón rocoso, árido y sin vegetación, usado como cantera y como defensa militar ocasional. Pero todo cambió en el siglo XIX, cuando el intendente Benjamín Vicuña Mackenna —uno de los grandes visionarios urbanos de Chile— decidió convertir el cerro en un parque público monumental. Inspirado por los jardines europeos que había visto en París y Madrid, Mackenna quiso que el Santa Lucía fuera el símbolo de una nueva capital moderna, culta y ordenada.
Ermita del Cerro Santa Lucía, rodeada de vegetación
Las obras comenzaron en 1872, y en solo tres años se transformó por completo. Se construyeron caminos empedrados, escalinatas, miradores, fuentes, terrazas y jardines, además del Castillo Hidalgo, una fortaleza de piedra que coronó la cima. El resultado fue un parque romántico con estilo neoclásico, lleno de rincones pintorescos y detalles ornamentales. En sus terrazas se colocaron cañones históricos, bustos de próceres y fuentes de hierro fundido traídas desde Europa.
Subiendo el cerro
Un símbolo de modernidad y orgullo nacional
La inauguración del Parque Santa Lucía fue el 17 de septiembre de 1874. Durante el siglo XIX y comienzos del XX, se convirtió en paseo obligado para la sociedad santiaguina: familias, poetas y enamorados subían al cerro para disfrutar de la vista, respirar aire puro o contemplar el atardecer.
Con el tiempo, el cerro adquirió un profundo valor simbólico. Representaba la capacidad de Santiago para transformarse, de convertir la piedra en jardín y el desierto en vida.
El Castillo Hidalgo y las vistas desde la cima
En la parte más alta del cerro se levanta el Castillo Hidalgo, construido originalmente en 1816 por orden del gobernador español Casimiro Marco del Pont para defender la ciudad de posibles invasiones. Durante años sirvió como cuartel militar, pero con las reformas de Vicuña Mackenna fue restaurado y embellecido, transformándose en un mirador privilegiado.
Castillo Hidalgo
Subir hasta su torre es una experiencia imprescindible: desde allí se tienen vistas espectaculares del centro de Santiago, con la Catedral Metropolitana, el Palacio de La Moneda y la Gran Torre Costanera a lo lejos, contrastando con el telón blanco de la Cordillera de los Andes.
Vistas increíbles desde la cima
La entrada principal, en la Avenida Libertador Bernardo O’Higgins (la Alameda), está enmarcada por la Fuente Neptuno, una monumental composición de columnas, estatuas y escaleras simétricas coronadas por el dios del mar.
La monumental entrada y Fuente Neptuno
Cada rincón tiene su encanto: el Patio Circular, el Mirador del Carmelo, la Terraza del Museo Colonial y los cañones históricos que aún apuntan hacia el horizonte.
A los pies del cerro nos llamó la atención una bandera gigantesca de Chile, instalada en 2010 para conmemorar el Bicentenario.
La entrada al Cerro de Santa Lucía con la bandera de ChileEn el parque nos encontramos un precioso mural dedicado a Gabriela Mistral, premio nobel de literatura de 1945, en el que se muestra como una figura maternal y protectora, tendiendo la mano a un grupo de niños desnudos que simbolizan la infancia, la educación y el futuro de América Latina
La Chascona y el arte del barrio Bellavista
Desde Santa Lucía caminamos hacia el barrio Bellavista, corazón artístico y bohemio de la capital. Entre murales coloridos y cafés con terrazas, se encuentra La Chascona, una de las tres casas que pertenecieron al poeta Pablo Neruda. Quizá fue uno de los puntos que más nos gustó en nuestra visita a la ciudad porque es un lugar que ofrece un encanto inigualable. Es un remanso de paz dentro de la urbe ajetreada de Santiago, donde Neruda se esforzó para decorarla con un gran gusto.
Él era un gran coleccionista y quiso decorar La Chascona con elementos decorativos, vajillas, menajes, más punteros de la época, y con mucho gusto por aquellos de fabricación europea. Más que una vivienda, es una declaración de amor, una metáfora y un museo de la imaginación, como su propia poesía. Es una vivienda de fábula. El poeta la mandó construir en 1953 para su compañera y musa, Matilde Urrutia, cuando aún mantenían una relación secreta. El apodo “La Chascona”, que en chileno significa despeinada, era el nombre cariñoso con que Neruda llamaba a Matilde por su cabello rojo rebelde.
La camuflada ChasconaCuadro de Matilde
Neruda fue un referente para mí desde mi etapa en el colegio y siempre me apasionó leer su poesía. Siempre me ha transmitido sus emociones con gran intensidad, y de vez en cuando, aun sigo leyendo y repasando su obra. Por tanto, la visita a la Chascona tuvo un significado más especial si cabe por conocer personalmente, dónde pasó parte de sus días y cuál eran sus gustos más allá de la poesía. Si te gusta Neruda o incluso si desconoces su persona, La Chascona es una visita obligada en Santiago, y es una oportunidad para seguir aprendiendo o descubrir en algunos casos, al genio chileno.
Pablo Neruda, cuyo verdadero nombre era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, nació en Parral, Chile, en 1904, y creció en el pequeño pueblo sureño de Temuco, rodeado de bosques, lluvia y soledad. Desde muy joven encontró en las palabras una forma de mirar el mundo y de pertenecer a él. A los 13 años publicó sus primeros textos en un periódico local, y ya entonces adoptó el seudónimo “Neruda” —en homenaje al poeta checo Jan Neruda— para ocultar su vocación literaria a su padre, que deseaba un futuro más práctico para su hijo. En 1924, con apenas 20 años, publicó “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, obra que lo catapultó a la fama y que aún hoy sigue siendo uno de los libros de poesía más leídos en español.
Aproveché a adquirir un ejemplar de Veinte poemas de amor y una canción desesperada como recuerdo
Su vida fue una mezcla constante de poesía y compromiso político. Diplomático de carrera, Neruda representó a Chile en Asia, Europa y Latinoamérica, donde conoció a escritores, intelectuales y líderes políticos que marcaron su pensamiento. En 1945 fue elegido senador y se unió al Partido Comunista, lo que lo llevó al exilio durante el gobierno de González Videla. En sus viajes escribió algunos de sus poemas más potentes, entre ellos “Canto General”, una épica latinoamericana que celebra la naturaleza, la historia y la lucha de los pueblos. Su poesía, a la vez íntima y universal, oscilaba entre el amor, la nostalgia, la denuncia y la esperanza.
En sus últimos años, Neruda vivió entre sus tres casas —La Chascona en Santiago, La Sebastiana en Valparaíso y Isla Negra, frente al Pacífico—, donde coleccionaba objetos marinos, mapas y botellas, y recibía amigos de todo el mundo. En 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura, reconocimiento a una obra inmensa y profundamente humana. Murió en septiembre de 1973, pocos días después del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende, su amigo y compañero político. Su muerte, rodeada de misterio y dolor, coincidió con una de las etapas más oscuras del país. Pero su voz, traducida a más de 60 idiomas, sigue resonando como un símbolo de la poesía, el amor y la libertad latinoamericana.
Un amor escondido entre cerros y pasadizos
En esos años, Neruda aún estaba casado con Delia del Carril, y su relación con Matilde debía mantenerse en la sombra. Cabe destacar que Neruda se llegó a casar hasta 3 veces.
Pablo y Matilde
Por eso la casa fue diseñada con entradas ocultas, pasillos estrechos y niveles distintos, casi como un laberinto. La construyó el arquitecto Germán Rodríguez Arias, amigo del poeta, siguiendo las ideas excéntricas de Neruda: una vivienda inspirada en los barcos, con techos curvos, escaleras estrechas y ventanas que se abren como ojos al paisaje.
Pez Pájaro
Desde afuera parece una casa pequeña, casi humilde, pero al recorrerla uno descubre una sucesión de estancias íntimas: el salón azul lleno de objetos marinos, el comedor con lámparas de cobre y cristales de colores, la biblioteca y la habitación principal, donde aún se respira la complicidad que hubo en su día entre Neruda y Matilde. Todo está dispuesto con ese orden caótico tan característico del poeta: mascarones de proa, botellas de vidrio, mapas, fotografías y recuerdos de sus viajes.
Sol y Medusa
Un museo lleno de símbolos
Tras la muerte de Neruda en 1973, pocos días después del golpe de Estado, La Chascona fue saqueada e inundada por militares, que destruyeron parte de su mobiliario. Pero Matilde, con ayuda de amigos y admiradores, la reconstruyó poco a poco hasta convertirla en un museo abierto al público, gestionado hoy por la Fundación Pablo Neruda.
Cada rincón está lleno de simbolismo:
Una del las primeras estancias es la sala del bar del capitán. Hay brújulas, catalejos y maquetas navales que reflejan la obsesión del poeta por el mar y los barcos, y nos invita a sentirnos a bordo de una nave, a pesar de vivir en medio de los Andes. En la imagen destaca el coleccionismo exquisito del poeta a través de una vajilla mejicana, otra inglesa o copas portuguesas. Justo al final del bar se encuentra un pasaje secreto por el que aparecía y desaparecía.
La sala del bar del capitánComedor, más bonito que cómodoPor esta estancia se accedía al pasaje secreto
Si avanzamos de planta, se nos descubre ante nosotros el escritorio y el dormitorio de Matilde con dibujos chinos y algún retrato de la dama.
Escritorio MatildeDormitorio Matilde
En la sala de estar podemos destacar una pintura de Diego Rivera que muestra a Matilde con dos rostros: uno visible y otro oculto entre su melena, representando el amor clandestino. También podemos observar unas copas mejicanas y un caballito indio.
La sala de estarMatilde de dos carasCopas mejicanas y caballito indioObjetos de coleccionista
Desde la terraza, se tiene una de las vistas más románticas de Bellavista, especialmente al atardecer, cuando la luz dorada acaricia las fachadas y los cerros.
Mural los peces del río
En la parte superior, nos encontramos con un alegre y decorado bar de verano, dedicado a los poetas (y por ello hay varias imágenes donde se inmortalizan dichos poetas).
El colorido bar de veranoLas fotos de los poetas
Por último, destaco la biblioteca (aunque gran parte de sus libros no se encuentran allí) donde se pueden observar cartas de su puño y letra, o poemas a máquina de escribir, medallas y distinciones, y en particular la medalla de oro de Alfred Nobel, conmemorativo del merecido Premio Nobel de literatura que recibió el poeta en 1971.
La bibliotecaPoemas de NerudaParte de sus distinciones más famosasMoneda que conmemora el premio nobel
La casa mantiene la sensación de estar habitada: los muebles son los originales, los libros aún guardan dedicatorias y las paredes parecen susurrar versos.
La Chascona hoy: un rincón poético en Bellavista
Hoy, La Chascona es uno de los museos más visitados de Santiago. El recorrido —guiado o con audioguía— permite conocer tanto la historia íntima del poeta como su gusto por el arte y la arquitectura. Está rodeada por un jardín frondoso y murales que celebran su legado, en un barrio lleno de vida cultural, cafés bohemios y tiendas de diseño.
Al salir, dimos una vuelta por Bellavista, entre talleres de arte y tiendas de diseño, donde las paredes parecen respirar poesía.
Barrio Bellavista: arte, bohemia y poesía a los pies del cerro San Cristóbal
Entre el río Mapocho y el cerro San Cristóbal se extiende el Barrio Bellavista, uno de los sectores más emblemáticos de Santiago de Chile.
El barrio de Bellavista
Antiguamente era un barrio residencial de clase media, poblado por familias de artesanos y comerciantes, pero desde mediados del siglo XX se transformó en el epicentro cultural y bohemio de la capital. Aquí vivieron y se inspiraron artistas, escritores y músicos, entre ellos, como hemos visto, el propio Pablo Neruda. Las calles Constitución, Dardignac y Antonia López de Bello están cubiertas de murales, grafitis y mosaicos que van desde retratos de poetas hasta homenajes a la naturaleza o a los pueblos originarios. En las fachadas conviven casas coloniales restauradas, talleres de arte, cafés, tiendas de diseño y pequeños teatros independientes. El ambiente es relajado, diverso y acogedor.
Hay murales que colorean el barrio
Desde restaurantes de cocina chilena contemporánea hasta bares de tapas o locales internacionales, hay opciones para todos los gustos. En la calle Constitución se concentran algunos de los nombres más conocidos: Galindo, con su ambiente tradicional; o Peumayén, que rescata ingredientes precolombinos, por citar dos ejemplos.
Bellavista
Lastarria y la experiencia gastronómica de BocaNariz
El mediodía nos llevó al vecino barrio Lastarria, uno de los más elegantes y culturales de la ciudad. Sus calles empedradas están llenas de librerías, cines de autor y restaurantes con encanto.
Barrio Lastarria: historia, arte y sabor en el corazón cultural de Santiago
El origen del barrio se remonta al siglo XIX, cuando Santiago comenzó a expandirse más allá de su casco colonial. Al pie del Cerro Santa Lucía, familias de clase media alta construyeron elegantes casonas de estilo neoclásico y art nouveau, muchas de las cuales aún se conservan. Con el tiempo, el barrio se convirtió en un centro intelectual y artístico, especialmente tras la fundación de la Iglesia de la Veracruz en 1857, que atrajo a residentes, conventos y colegios.
El nombre Lastarria proviene de José Victorino Lastarria, escritor, político y figura clave del pensamiento liberal chileno, quien vivió en la zona y promovió la educación, la ciencia y las artes. Durante gran parte del siglo XX, el barrio mantuvo ese aire ilustrado, albergando imprentas, librerías y cafés frecuentados por artistas y profesores universitarios.
El renacimiento cultural
Lastarria vivió una renovación urbana ejemplar en la década de 1990. Se restauraron sus fachadas, se peatonalizaron algunas calles y se instalaron centros culturales, museos y teatros.
Lastarria
Entre sus joyas se encuentra el Museo de Artes Visuales (MAVI), que junto con la Galería de Arte Gabriela Mistral y el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) forman un triángulo artístico de primer nivel. Estos espacios son el alma moderna del barrio: exposiciones, música, danza, teatro y conferencias que mantienen vivo el pulso cultural de Santiago.
Puestos callejeros en el animado barrio de Lastarria
A pocos pasos, el Parque Forestal ofrece sombra y calma junto al río Mapocho, y al otro lado del puente se extiende el Barrio Bellas Artes, que complementa perfectamente la experiencia con más arte, diseño y cafés.
Arte Urbano en Lastarria
Cafés, vinos y gastronomía
El Barrio Lastarria es también un paraíso gastronómico. Aquí se encuentran algunos de los mejores restaurantes y bares de Santiago, desde cocina chilena contemporánea hasta propuestas internacionales.
Elegimos almorzar en BocaNariz, un referente de la gastronomía chilena contemporánea y del vino local.
Bocanariz
Comenzamos con una degustación de vinos blancos: 1️⃣ Sauvignon Blanc Tabalí Vetas Blancas, fresco y mineral. 2️⃣ Riesling Sierra de Bellavista, con notas florales y cítricas. 3️⃣ Chardonnay Montes Limited Selection, del Valle del Aconcagua, untuoso y elegante.
La degustación de vinos blancosRegiones de vino de Chile IRegiones de vino de Chile II
De comida, probamos un ceviche de corvina, un tiradito de lisa y un lomo vetado a la parrilla perfectamente sellado.
Ceviche de corvinaTiradito de lisaJugoso lomo vetado
El postre fue una auténtica obra de arte: esfera de chocolate blanco con frambuesa y helado de queso de cabra con peta zetas, una explosión de texturas y sorpresa. Todo acompañado de un servicio impecable y el ambiente relajado de una tarde santiaguina entre risas, vino y conversación.
Esfera de chocolate blanco
Adicionalmente, las terrazas de Café del Museo, Mulato, Chipe Libre o Sur Patagónico son ideales para disfrutar de un vino, un pisco sour o un café mientras el barrio vibra a tu alrededor.
Chipe Libre
El Parque Metropolitano y el Cerro San Cristóbal
Por la tarde, subimos al Parque Metropolitano de Santiago, el pulmón verde más grande de la ciudad, donde se encuentra el famoso Cerro San Cristóbal.
Vistas increíbles de Santiago desde Cerro San Cristóbal
Cerro San Cristóbal: el mirador del alma santiaguina
Dominando el norte de la ciudad, el Cerro San Cristóbal se alza con más de 880 metros sobre el nivel del mar, convirtiéndose en el segundo punto más alto de Santiago (solo superado por el cerro Renca). Forma parte del Parque Metropolitano de Santiago, el espacio verde urbano más grande de Chile, y uno de los parques metropolitanos más amplios de América Latina.
El cerro fue originalmente conocido por los pueblos indígenas como Tupahue, que significa “lugar de los dioses”. Durante la colonia, los españoles lo rebautizaron como San Cristóbal, en honor al santo patrono de los viajeros, quizá por su ubicación protectora sobre la ciudad recién fundada. Durante siglos permaneció casi intacto, un terreno agreste y seco cubierto de arbustos y cactus, hasta que en el siglo XX comenzó su transformación en el gran pulmón verde de la capital.
Un pulmón verde desde el cual te puedes asomar a Santiago
En 1916, se construyó en su cima una capilla y se colocó la primera piedra del monumento más icónico de Santiago: la imagen de la Virgen Inmaculada Concepción, de 22 metros de altura (14 de estatua y 8 de pedestal). La escultura, diseñada por el arquitecto Ignacio Cremonesi y fundida en Francia, fue inaugurada en 1908 y se convirtió en símbolo visible de la fe católica chilena y punto de peregrinación nacional.
Estatua de la Virgen de la Inmaculada concepción
El funicular: una joya patrimonial en movimiento
Uno de los mayores encantos del Cerro San Cristóbal es su funicular, inaugurado en 1925 y declarado monumento histórico nacional.
El funicular
Subir en el funicular tiene un encanto nostálgico: sus chirridos, el vaivén suave y la panorámica de la ciudad hacen sentir que uno asciende no solo físicamente, sino también en el tiempo.
El camino de las Siete Palabras
Para los más devotos —o los que prefieren subir caminando— existe una ruta llamada el Camino de las Siete Palabras, una especie de vía crucis que parte desde el acceso de Pío Nono. A lo largo del ascenso se encuentran cruces, capillas y murales que representan los momentos finales de Jesús, culminando en el Santuario de la Inmaculada Concepción. El trayecto está rodeado de vegetación y miradores naturales, y ofrece un silencio poco común en medio del bullicio urbano.
Una de las 7 palabras
Casi en la cima se halla la Plaza Vasca, donde se levanta una pequeña iglesia adornada con mosaicos dedicados a la vida de la Virgen María.
La bonita plaza vascaLo más destacado de la iglesia fueron los relieves de la vida de la virgen MaríaLo más destacado de la iglesia fueron los relieves de la vida de la virgen María
En la cima: el Santuario y las mejores vistas de Santiago
Desde la cima del cerro, la vista es simplemente inolvidable. Hacia el oriente, la Cordillera de los Andes se levanta majestuosa, con picos nevados que parecen flotar sobre la ciudad. Hacia el poniente, Santiago se extiende hasta perderse en una neblina dorada, y al atardecer, el cielo se tiñe de tonos rosados y violeta. Es el lugar perfecto para comprender la geografía de la ciudad: una metrópoli enorme pero rodeada de naturaleza por todos lados. En una de las capillas aprendimos sobre Santa Teresa de Jesús de los Andes, la primera santa chilena, y comprendimos por qué este cerro es un lugar tan especial para creyentes y viajeros por igual.
Las mejores vistas de la ciudad
Santa Teresa de Jesús de los Andes —cuyo nombre de nacimiento fue Juanita Fernández Solar— nació en Santiago de Chile en 1900, en una familia acomodada y profundamente religiosa. Desde pequeña mostró una sensibilidad especial por la oración y el servicio a los demás. Su vida fue breve, pero intensa: a los 19 años ingresó al Carmelo de Los Andes, donde tomó el nombre con el que se la conoce hoy. Apenas un año después, en 1920, murió de tifus, dejando tras de sí un diario espiritual lleno de luz y humildad. Su historia, marcada por la pureza y la alegría, tocó el corazón de miles de personas, convirtiéndola en modelo de santidad para los jóvenes.
Teresa veía a Dios en lo cotidiano: en la amistad, en la familia, en la naturaleza. Su fe estaba impregnada de ternura, pero también de una fuerte determinación: “Yo quiero ser toda de Jesús”, escribió poco antes de morir. Su vida interior se resume en tres palabras que ella misma repetía constantemente: amor, alegría y sacrificio. En una época convulsa, su serenidad y su sonrisa sincera se volvieron un refugio para quienes buscaban esperanza.
Fue beatificada por el papa Juan Pablo II en 1987 durante su visita a Chile, y canonizada en 1993, convirtiéndose en la primera santa chilena. Su tumba, en el Santuario de Auco, cerca de Los Andes, se ha transformado en uno de los principales lugares de peregrinación del país. Cada año, miles de personas visitan su santuario, inspiradas por su mensaje de fe alegre y entrega sin condiciones. Desde entonces, Santa Teresa de Jesús de los Andes no solo es un símbolo religioso, sino también una figura espiritual profundamente ligada a la identidad chilena, recordando que la santidad puede florecer incluso en la vida más sencilla.
Tarde-noche en Vitacura: elegancia y vino chileno
Al caer la tarde, nos dirigimos hacia el norte para conocer Vitacura, uno de los barrios más modernos y sofisticados de Santiago.
La elegante Vitacura
Vitacura: elegancia, parques y vino en el Santiago más sofisticado
Ubicada al noreste de la capital, Vitacura es uno de los barrios más exclusivos y armónicos de Santiago de Chile. Rodeada por los cerros y el río Mapocho, y con vistas privilegiadas a la Cordillera de los Andes, esta comuna se ha convertido en sinónimo de vida tranquila, buen gusto y modernidad. Aquí se encuentran embajadas, galerías de arte, tiendas de diseño, vinotecas, restaurantes de autor y algunos de los parques urbanos más bellos del país. Es, en muchos sentidos, la cara más cosmopolita de Santiago, donde la ciudad se abre a un ritmo más pausado, verde y contemplativo.
De tierras agrícolas a enclave moderno
El nombre Vitacura proviene del cacique Butacura, líder mapuche que habitaba la zona en tiempos precolombinos. Durante la colonia, el área era un conjunto de haciendas agrícolas y chacras rurales. No fue hasta mediados del siglo XX cuando, impulsada por el crecimiento urbano y la construcción de nuevas avenidas como Kennedy y Vespucio Norte, Vitacura comenzó a transformarse en un sector residencial de alto nivel.
Hoy es uno de los distritos con mayor calidad de vida de Chile, un modelo de urbanismo cuidado, con calles limpias, amplias ciclovías, jardines y un paisaje arquitectónico que mezcla casas modernas con edificios de cristal y acero. A diferencia del ajetreo de Providencia o Las Condes, aquí se respira un aire de calma elegante: el ruido baja, los espacios se abren y la ciudad parece tomar un respiro.
Parque Bicentenario: el corazón verde de Vitacura
El Parque Bicentenario es el pulmón del barrio y uno de los espacios más apreciados por los santiaguinos. Inaugurado en 2007, se extiende a lo largo de más de 30 hectáreas junto al río Mapocho y combina lagunas artificiales con flamencos rosados, senderos para caminar, ciclovías, jardines y áreas para picnic. Desde el parque se tienen vistas magníficas de la Cordillera de los Andes y de la Gran Torre Costanera, visible en el horizonte. Al atardecer, la luz dorada cae sobre el agua y las montañas, creando una de las postales más fotogénicas de Santiago. En los alrededores se encuentran varios de los mejores restaurantes del sector y cafés con terrazas ideales para cerrar el día con una copa de vino chileno.
Rodeado de la cordillera de los Andes
Vino, diseño y gastronomía
Vitacura también es un punto neurálgico para los amantes del vino y la buena comida.
La Vinoteca
Uno de los locales más emblemáticos es La Vinoteca, un espacio elegante donde se pueden degustar etiquetas de todo Chile: desde un Carmenere del Valle del Maipo hasta un Pinot Noir de Casablanca. Aquí probamos dos joyas locales: el Casas Patronales Leal 2020, suave y equilibrado, y el Pérez Cruz Liguai, del Valle del Maipo, un tinto profundo y estructurado.
Casas PatronalesPérez Cruz
Acompañamos con zamburiñas y un xanxo de calabaza y patata, en una experiencia gastronómica que resume el espíritu del barrio: discreto, refinado y memorable.
Increíbles zamburiñasInsuperable xanxo
Además, Vitacura es sede de galerías de arte contemporáneo, tiendas de decoración y moda chilena, así como de algunos de los hoteles boutique más exclusivos de la capital.
Tiendas de lujo como marron
Sus calles más elegantes —Nueva Costanera, Alonso de Córdova y Vitacura— concentran lo mejor del diseño nacional e internacional, con una atmósfera que recuerda a los barrios altos de Buenos Aires o Lima, pero con el toque inconfundible del paisaje chileno.
Tiendas punteras de diseño
De regreso por Providencia y la Gran Torre Costanera
En el taxi de vuelta cruzamos el extenso barrio de Providencia, con sus avenidas arboladas y su mezcla de edificios modernos y residencias clásicas.
Skyline Providencia
Desde allí se aprecia la Gran Torre Costanera, el rascacielos más alto de América Latina, que domina el skyline santiaguino con sus 300 metros de altura y 62 pisos. Su silueta, visible desde el Cerro San Cristóbal, es la mejor metáfora de la nueva Santiago: una ciudad que crece hacia el cielo, sin olvidar su historia a los pies de los cerros.
Desde Cerro San Cristóbal se aprecia la inmensidad de la Gran Torre Costanera
Ubicada en el sector financiero conocido como Sanhattan —una mezcla entre Santiago y Manhattan—, la torre se ha convertido en símbolo del Santiago contemporáneo, una urbe que se eleva hacia el cielo en medio del valle. Hoy forma parte del complejo Costanera Center, que incluye el centro comercial más grande de Sudamérica, el Hotel AC Marriott y un sistema de torres menores de oficinas.
Noche en el Barrio Brasil
Para terminar el día, dimos una vuelta por el Barrio Brasil, muy cercano a nuestro alojamiento y uno de los sectores con más carácter de la capital.
Barrio Brasil: el alma popular y artística de Santiago
Su nombre proviene de la Plaza Brasil, el corazón del vecindario, y su historia resume como pocos lugares la evolución de Santiago: de la aristocracia al arte, de la decadencia a la revitalización cultural. Hoy, sus calles son un mosaico de casas coloridas, cafés alternativos, murales gigantes y vida callejera, donde conviven artistas, estudiantes, familias y viajeros curiosos.
Plaza Brasil
El Barrio Brasil surgió en el siglo XIX, cuando las familias más adineradas de Santiago comenzaron a construir aquí sus residencias. Era una zona elegante, cercana al centro y con amplias casonas de estilo neoclásico, gótico y art nouveau, muchas de las cuales aún se conservan. Durante las primeras décadas del siglo XX, la vida social giraba en torno a la Plaza Brasil, donde se organizaban paseos dominicales, conciertos y actos patrios. Con el tiempo, sin embargo, la elite se trasladó hacia el oriente —a Providencia y Las Condes—, y el barrio fue cayendo en un lento abandono.
Murales, arte y vida nocturna
Uno de los mayores atractivos de Barrio Brasil es su arte urbano. Las calles Compañía, Maturana y Santo Domingo están cubiertas de murales gigantes que retratan desde íconos de la cultura chilena —como Violeta Parra, Víctor Jara o Gabriela Mistral— hasta escenas sociales, reivindicaciones feministas o temas medioambientales.
La tranquila Plaza Brasil
Como anécdota, recordamos nuestra primera noche en la ciudad, cuando cenamos en Squella, un clásico restaurante marisquero. Probamos almejas crudas y pata de pulpo, mientras unos mariachis contratados por una mesa vecina celebraban un cumpleaños.
Unas curiosas almejas crudasMás zamburiñas, muy típicas de SantiagoSabrosa pata de pulpo
Fue el preludio perfecto de todo lo que vendría: un Santiago que se muestra en capas, entre tradición, arte y sabor.
Barrio Yungay: deberes pendientes para la próxima visita a Santiago
En el poniente del centro histórico, entre las calles Compañía de Jesús, Portales y Santo Domingo, se extiende el Barrio Yungay, uno de los sectores más antiguos y con más identidad de Santiago de Chile. Fundado oficialmente en 1839, debe su nombre a la Batalla de Yungay, en la que las tropas chilenas vencieron al ejército confederado de Perú y Bolivia. El barrio nació como un proyecto urbano ilustrado, pensado para las familias acomodadas de la época republicana, con amplias avenidas, plazas y casas de arquitectura neoclásica. El corazón del barrio es la Plaza Yungay, donde se alza la estatua del Roto Chileno, símbolo del pueblo trabajador y de la identidad nacional. A su alrededor, se conservan casas de época con patios interiores, rejas de hierro forjado y balcones de madera tallada que parecen sobrevivir al paso del tiempo. Entre sus joyas patrimoniales destacan el Museo de la Educación Gabriela Mistral, instalado en una antigua escuela pública; el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, que recuerda las víctimas de la dictadura; y el Museo de Arte Contemporáneo de Quinta Normal, a pocos pasos del parque del mismo nombre.
Nos quedamos con las ganas de descubrirlo y sin duda volveremos en nuestra próxima visita a Santiago.
Preguntas frecuentes sobre el segundo día en Santiago de Chile
¿Cuánto tiempo se necesita para recorrer el Cerro Santa Lucía? Aproximadamente 1 hora y media permite subir tranquilamente hasta el Castillo Hidalgo, disfrutar de las vistas y recorrer los jardines. Si vas al atardecer, tendrás una de las mejores panorámicas del centro de Santiago.
¿Vale la pena visitar La Chascona, la casa de Pablo Neruda? Sí, absolutamente. Es una visita muy emotiva y artística. La entrada incluye audioguía en varios idiomas, y se recomienda reservar con antelación. El recorrido dura unos 45 minutos, y es ideal combinarlo con un paseo por el Barrio Bellavista.
¿Dónde comer en el barrio Lastarria? El barrio está lleno de excelentes restaurantes. Uno de los más recomendables es BocaNariz, especializado en vino chileno y maridajes. También destacan Peumayén (cocina con raíces precolombinas) y Chipe Libre (gran selección de piscos).
¿Cómo se puede subir al Cerro San Cristóbal? Hay tres opciones: caminando, en bicicleta o en el funicular, una joya patrimonial de 1925. También se puede descender en teleférico, disfrutando de una vista aérea del parque y de la ciudad.
¿Qué se puede ver en la cima del Cerro San Cristóbal? Arriba se encuentra el Santuario de la Inmaculada Concepción, con su gran estatua blanca visible desde todo Santiago. También hay miradores, capillas y zonas de descanso con vistas espectaculares a la ciudad y la Cordillera de los Andes.
¿Quién fue Santa Teresa de Jesús de los Andes? Fue una joven carmelita chilena canonizada en 1993, considerada la primera santa de Chile. Su vida fue breve pero llena de espiritualidad y alegría. Es una figura muy venerada en el país, símbolo de pureza y entrega.
¿Qué tiene de especial el barrio Vitacura? Vitacura representa el Santiago más elegante y moderno. Es ideal para caminar por el Parque Bicentenario, visitar La Vinoteca o cenar en alguno de sus restaurantes con terraza. Perfecto para terminar el día con calma y un buen vino chileno.
¿Qué vinos probar en Santiago? Los Carmeneres del Valle del Maipo son imprescindibles, como el Pérez Cruz Liguai, junto con blancos del Valle del Aconcagua como el Chardonnay Montes Limited Selection. Santiago es una excelente puerta de entrada al mundo del vino chileno.
¿Se puede visitar la Gran Torre Costanera? Sí. El mirador Sky Costanera, en los pisos 61 y 62, ofrece una vista de 360° de Santiago. Abre todos los días y la mejor hora para subir es al atardecer, cuando la luz dorada baña los Andes y las luces de la ciudad comienzan a encenderse.
¿Es seguro moverse por Santiago de noche? En general sí, especialmente en zonas como Lastarria, Providencia y Vitacura. Sin embargo, conviene evitar calles solitarias y mantener precauciones básicas, como en cualquier gran ciudad. Barrio Brasil y Yungay son más tranquilos durante el día.
Conclusión de la estancia en Santiago de Chile
Viajar a Santiago de Chile fue como abrir un libro en el que cada página revela un capítulo distinto de la historia del país. El primer día nos llevó al corazón político y colonial de la ciudad: la Plaza de la Constitución, el solemne Palacio de La Moneda, las calles históricas de la Plaza de Armas y los templos donde se fundó la fe de un pueblo que ha sabido resistir siglos de terremotos, dictaduras y renacimientos. Caminar por el centro fue entender el peso de la historia chilena —sus luchas, sus símbolos, su orgullo republicano—, pero también descubrir una ciudad viva, que no se queda en el pasado, sino que lo transforma en memoria y en arte.
Plaza de armas
El segundo día nos mostró un Santiago completamente distinto: más íntimo, más humano. Subimos al Cerro Santa Lucía, donde la ciudad nació entre piedras y jardines, y visitamos La Chascona, el refugio poético de Neruda, en el corazón colorido de Bellavista. En Lastarria, el arte y el vino se mezclaron con el aroma de una cocina moderna que sabe a identidad; y desde el Cerro San Cristóbal, con su santuario y su silencio sobrecogedor, contemplamos el alma espiritual de la capital. La tarde en Vitacura, con su elegancia moderna y su Parque Bicentenario, cerró el día entre vino, luz dorada y calma, recordándonos que Santiago es una ciudad que se reinventa sin perder su esencia.
Entre la historia del primer día y la emoción del segundo, Santiago se nos reveló como un país de contrastes y carácter, donde lo antiguo y lo nuevo conviven con naturalidad. Desde los murales del Barrio Brasil hasta las fachadas del Congreso Antiguo, desde los versos de Neruda hasta la fe de Santa Teresa de Los Andes, sentimos que esta ciudad tiene algo que decirle a quien sabe escucharla. Nos fuimos con la certeza de que Santiago no solo se recorre: se vive, se piensa y se siente.