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Helsinki en dos días: museos, parques y la iglesia de piedra Temppeliaukio

Continuación de Qué ver en Helsinki el primer día: recorrido por plazas, catedrales y la fortaleza de Suomenlinna.

El Design District y la Iglesia de San Juan

La mañana comenzó en el Design District, ese barrio vibrante que concentra tiendas de diseño, galerías de arte, cafeterías modernas y boutiques donde se respira creatividad por cada esquina. Este distrito refleja muy bien la identidad contemporánea de Helsinki, reconocida mundialmente como capital del diseño. Aquí cada escaparate parece una pequeña exposición, y basta caminar unas calles para entender por qué el estilo finlandés es sinónimo de innovación y sencillez elegante.

Tiendas de diseño en el Design District

Muy cerca se encuentra la Iglesia de San Juan, un templo luterano de estilo neogótico construido a finales del siglo XIX. Con sus torres gemelas que se alzan hacia el cielo y su fachada de ladrillo rojo, es la iglesia más grande de toda Finlandia y un claro ejemplo de la influencia centroeuropea en la arquitectura religiosa del país.

Desayuno en Fazer Café y la fuente Havis Amanda

Tras la visita, regresamos hacia la Esplanade, el pulmón verde y elegante del centro, donde nos esperaba un desayuno completo en Fazer Café, la famosa cadena de pastelerías y chocolaterías finlandesas. Café humeante, panes recién horneados, bollería local y chocolates que hacen la boca agua… un desayuno que no solo alimenta, sino que resume en una mesa el amor de los finlandeses por lo dulce.

Al salir, hicimos una breve parada frente a la fuente Havis Amanda, símbolo de Helsinki. La fuente fue inaugurada en 1908, obra del escultor Ville Vallgren. En el centro se alza la figura de Amanda, una joven desnuda que emerge del mar, rodeada de cuatro focas y chorros de agua que simbolizan la unión entre la naturaleza marina y la ciudad portuaria. Su nombre oficial es Merenneito (la sirena), aunque pronto pasó a conocerse popularmente como Havis Amanda.

Fuente de Havis Amanda

Lo curioso es cómo la fuente ha adquirido un papel protagonista en las celebraciones de la ciudad. Cada año, el 30 de abril, los estudiantes universitarios de Helsinki la convierten en el epicentro de la fiesta de Vappu, la gran celebración de la primavera. Miles de personas se concentran alrededor para ver cómo un grupo de estudiantes trepa hasta la estatua y coloca sobre la cabeza de Amanda una gorra blanca de estudiante, en un ritual festivo que marca el inicio de la temporada estival.

Rautatientori

Seguimos caminando hasta la Rautatientori, o plaza de la Estación, uno de los lugares más bonitos de Helsinki. Aquí se alzan varios edificios monumentales: la Estación Central de Ferrocarril, con sus famosas estatuas de granito sujetando esferas luminosas; el Teatro Nacional de Finlandia, de estilo romántico nacional, con su fachada de piedra que recuerda a un castillo medieval; y el propio Ateneum, el gran museo de arte clásico del país.

Rautatientori

La Estación Central de Ferrocarril de Helsinki

En la Rautatientori, la plaza de la Estación, se levanta uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad: la Estación Central de Ferrocarril (Helsingin päärautatieasema), un lugar que no solo conecta a Helsinki con el resto de Finlandia y Europa, sino que también se ha convertido en un símbolo arquitectónico del país.

Diseñada por el arquitecto Eliel Saarinen e inaugurada en 1919, la estación es un ejemplo magistral del romanticismo nacional finlandés, un estilo que buscaba inspirarse en la naturaleza y en la tradición local para crear una identidad arquitectónica propia. Su fachada, recubierta de granito finlandés, combina formas monumentales con detalles delicados que transmiten tanto robustez como elegancia.

Estación de Ferrocarril de Helsinki

Lo más reconocible son las cuatro estatuas de granito que flanquean la entrada principal, cada una sosteniendo una esfera luminosa. Estas figuras, conocidas como los Lyhdynkantajat (los portadores de faroles), son iconos de la ciudad y se han convertido en parte del imaginario colectivo de los helsinkianos. Por la noche, iluminadas, crean una estampa que mezcla solemnidad y modernidad.

La estación recibe diariamente a más de 200.000 pasajeros, lo que la convierte en el edificio público más transitado de Finlandia.

La Estación de Ferrocarril

Para el viajero, la Estación Central es además el portal a muchas experiencias: desde aquí parten trenes hacia Laponia, San Petersburgo (cuando las fronteras lo permiten) o Tampere, y también el tren exprés que conecta directamente con el aeropuerto de Helsinki-Vantaa.

El Teatro Nacional de Finlandia

En la misma Rautatientori, frente a la Estación Central, se alza un edificio que parece sacado de un cuento nórdico: el Teatro Nacional de Finlandia (Suomen Kansallisteatteri). Con su fachada de granito gris y sus tejados puntiagudos, recuerda más a un castillo medieval que a un teatro, y precisamente esa era la intención cuando se inauguró en 1902.

Teatro Nacional de Finlandia

Diseñado por el arquitecto Onni Tarjanne, es uno de los mejores ejemplos del romanticismo nacional finlandés, un estilo arquitectónico que buscaba inspiración en la naturaleza y en la Edad Media para crear una estética propia. La fachada, robusta y solemne, está decorada con detalles que evocan la tradición local, y se integra perfectamente con la monumentalidad de la plaza.

Pero lo más significativo no es solo su aspecto, sino lo que representa: fue el primer teatro construido para acoger obras en finés, en un momento en que el idioma nacional todavía estaba ganando terreno frente al sueco y al ruso. De esta forma, el teatro se convirtió en un símbolo de la afirmación cultural y lingüística de Finlandia a principios del siglo XX.

En el interior, el teatro conserva varias salas de estilo clásico, con capacidad para miles de espectadores. Allí se han estrenado las grandes obras de dramaturgos finlandeses como Aleksis Kivi, considerado el padre de la literatura finlandesa moderna. De hecho, frente al edificio, en la misma plaza, se encuentra una estatua del propio Kivi, como recordatorio de la estrecha relación entre literatura y teatro en la identidad nacional.

Hoy en día, el Teatro Nacional sigue siendo uno de los epicentros culturales de Helsinki. Su programación combina clásicos finlandeses, obras internacionales y nuevas propuestas contemporáneas, manteniendo vivo ese espíritu de puente entre la tradición y la modernidad.

El Ateneum: el corazón del arte finlandés

Al llegar a la plaza de la Estación (Rautatientori), uno de los edificios que más llama la atención es el Ateneum, un museo que ya desde su fachada te invita a entrar en el mundo del arte. Su estilo neorrenacentista de finales del siglo XIX, con esculturas que representan a las musas y alegorías del arte y la cultura, marca un contraste con la modernidad del vecino museo Kiasma. El Ateneum forma parte de la Galería Nacional de Finlandia y guarda en su interior la colección más importante de arte clásico del país.

El Ateneum

Decidimos dedicarle un par de horas, que se pasaron volando, y qué menos debido al importe elevado de la entrada (22 euros). Nada más entrar, la atmósfera cambia: pasillos amplios, luz natural que entra desde los ventanales y salas donde se respira calma, como si cada cuadro exigiera su propio espacio de contemplación.

Lo primero que te llama la atención de la colección son piezas de maestros europeos mundialmente conocidos, desde grabados de Rembrandt hasta pinturas de Van Gogh, Cézanne o Gauguin, que permiten situar el arte finlandés en diálogo con el resto de Europa.

Paul Cezanne
Una de las obras de Paul Gauguin, de su archiconocida temática de Tahití

Sin embargo, una vez pasada la emoción de reconocer a alguno de los grandes artistas, pasas a contemplar y conocer el mayor tesoro del Ateneum, en particular, la maravillosa colección de arte de la escuela finlandesa del SXIX y SXX.

Un museo que transmite tranquilidad y mucha personalidad nacional finlandesa

Pinceladas de la pintura finlandesa del siglo XIX y XX

Siglo XIX: el despertar nacional
Durante el XIX, la pintura en Finlandia se convirtió en una herramienta para construir identidad en un país dominado por potencias extranjeras. Las temáticas principales giraban en torno a los paisajes, el folclore y la vida cotidiana:

Akseli Gallen-Kallela: el gran pintor del Kalevala, plasmó con fuerza épica los mitos y héroes de la epopeya finlandesa.

Espectacular tríptico sobre algunos mitos nórdicos del Kalevala

Albert Edelfelt: retrató tanto la vida rural finlandesa como escenas históricas y retratos internacionales.

Edefelt retratando la vida rural finlandesa
Edefelt

Helene Schjerfbeck: aunque desarrolló buena parte de su obra a finales de siglo, sus retratos íntimos y modernistas marcaron un antes y un después.

Eero Järnefelt: célebre por sus paisajes naturalistas y escenas rurales, como su icónica pintura Quemando rastrojos (1893), que refleja la dureza y dignidad del trabajo campesino. Justo en nuestra visita al museo coincidía una gran exposición temporal dedicada a su pintura.

Quemando rastrojos
Este cuadro naturalista fue la imagen de la exposición temporal de Eero Järnefelt
Paisaje rural de Eero Järnefelt

Berndt Lindholm: especializado en paisajes marinos y bosques, aportó un tono romántico y melancólico a la naturaleza finlandesa.

Bosque interior de Berdnt Lindholm

Ferdinand von Wright: conocido por sus pinturas de aves y escenas naturalistas, donde combinaba precisión científica con belleza artística.

Pintura naturalista de Von Wright

Gunnar Berndtson: más orientado al retrato académico y escenas de género, aportando una mirada cosmopolita a la pintura finlandesa.

Gunnar Berdnston retratando la clase más elitista finlandesa

Siglo XX: modernidad e introspección
Con la independencia en 1917, la pintura se abrió a influencias modernas y exploraciones más personales:

Helene Schjerfbeck (ya en su madurez): profundizó en retratos psicológicos y autorretratos que transmiten fragilidad y fuerza a la vez.

Tyko Sallinen: representante del expresionismo finlandés, retrató escenas de la vida popular con un estilo crudo y colores intensos.

Cristo crucificado del expresionista Tyko Sallinen

Hugo Simberg: ligado al simbolismo, creó obras enigmáticas como El ángel herido, que exploran lo espiritual y lo onírico.

El ángel herido

En conjunto, la pintura finlandesa pasó de exaltar la naturaleza y los mitos nacionales en el XIX a explorar la identidad individual, lo simbólico y lo moderno en el XX, siempre manteniendo una fuerte conexión con el paisaje y la cultura del país.

Lo que más sorprende es cómo el museo logra transmitir la búsqueda de identidad de Finlandia a través del arte. En cada sala se siente la transición de un país bajo influencia extranjera hacia una nación que empieza a definirse culturalmente por sí misma.

Ateneum

Salimos del Ateneum con la sensación de haber entendido un poco más a Helsinki y a Finlandia, no solo como lugares geográficos, sino como un pueblo que encontró en el arte una forma de reafirmar su identidad. Fue una de las paradas más enriquecedoras de todo el viaje.

Mannerheim

Mientras avanzábamos por la avenida principal de Helsinki, nos topamos con una imponente estatua ecuestre: el mariscal Mannerheim, héroe nacional de Finlandia. Su figura, erguida sobre el caballo, parece observar con calma y firmeza el corazón de la capital, como si aún siguiera protegiéndola. Y es que la vida de Mannerheim bien podría contarse como una novela de guerra, intriga y supervivencia.

La estatua ecuestre del héroe finlandés Mannerheim

Nacido en 1867 en el seno de una familia aristocrática, Mannerheim empezó su carrera militar lejos de Finlandia, sirviendo en el ejército del imperio ruso. Luchó en la guerra ruso-japonesa y recorrió Asia en expediciones que lo curtieron como soldado y explorador.

Pero el verdadero giro de su vida llegó cuando Finlandia declaró su independencia en 1917. Regresó a su tierra natal y asumió el mando de las tropas “blancas” en la guerra civil, imponiéndose sobre las milicias “rojas” apoyadas por los soviéticos. Su figura, ya entonces, empezó a convertirse en sinónimo de orden y resistencia.

Años después, durante la Segunda Guerra Mundial, volvió a liderar a los finlandeses en un momento crítico: la Guerra de Invierno de 1939-40. Contra todo pronóstico, las pequeñas tropas finlandesas resistieron al coloso soviético bajo temperaturas gélidas, y aunque Finlandia tuvo que ceder territorio, logró mantener lo esencial: su independencia. Fue el mayor triunfo de Mannerheim y el motivo por el que se le recuerda como el guardián de la nación.

Tras la guerra, en 1944, aceptó convertirse en presidente de Finlandia, un cargo que ejerció más como deber que como ambición personal. Su misión fue negociar una paz difícil con la Unión Soviética y garantizar que el país pudiera sobrevivir en un mundo dividido por la Guerra Fría.

Murió en 1951, pero en Finlandia sigue siendo una figura casi mítica: un soldado noble que se enfrentó a enemigos enormes y, con su determinación, ayudó a que una nación pequeña conservara su lugar en el mapa.

El Kiasma y su contraste con el Ateneum

Muy cerca de la estatua ecuestre del héroe finés, apenas hay que caminar unos minutos para encontrarse con una visión totalmente distinta de la que vimos en el Ateneum: el Museo de Arte Contemporáneo Kiasma.

El edificio ya lo dice todo. Diseñado por el arquitecto estadounidense Steven Holl e inaugurado en 1998, el Kiasma es un bloque de cristal, acero y curvas inesperadas que parecen desafiar a la rectitud neoclásica de la ciudad. Su forma recuerda a una ola o a un haz de luz, y no es casual: el nombre Kiasma hace referencia al “quiasma óptico”, el punto donde se cruzan los nervios visuales en el cerebro. Es decir, un lugar de cruces y nuevas perspectivas, que refleja muy bien la misión del museo.

El disruptivo Kiasma

Si el Ateneum es la casa del arte clásico, de las raíces nacionales y de los grandes maestros que dieron identidad a Finlandia, el Kiasma es su contrapunto: un espacio abierto a la experimentación, lo efímero y lo provocador. Dentro se encuentran instalaciones interactivas, obras de performance, fotografía contemporánea y videoarte. Aquí los artistas finlandeses actuales dialogan con creadores internacionales en un lenguaje completamente distinto, que a veces desconcierta, pero siempre invita a reflexionar.

Caminar de uno al otro en el mismo día es como viajar en el tiempo: del pasado que forjó la identidad finlandesa al presente que cuestiona y reinventa esa identidad. Y quizás sea en ese contraste donde Helsinki muestra mejor quién es: una ciudad que no olvida sus raíces pero que tampoco teme mirar hacia el futuro.

El Edificio del Parlamento

Siguiendo la gran avenida Mannerheimintie, uno de los puntos que más llama la atención es el Edificio del Parlamento de Finlandia (Eduskuntatalo), un símbolo de la democracia finlandesa y una obra maestra del estilo neoclásico monumental. Inaugurado en 1931, fue diseñado por el arquitecto Johan Sigfrid Sirén tras un concurso nacional, en un momento en que el joven país independiente necesitaba un edificio que representara estabilidad y autoridad.

Parlamento Finlandés

La primera impresión que transmite es de solidez y sobriedad. Su fachada, construida en granito finlandés de tonos cálidos, está formada por catorce columnas corintias de corte clásico que se elevan de manera imponente sobre la escalinata.

En el interior —visitado solo con tour guiado (y que no pudimos hacer)— se encuentra la sala de plenos, donde se reúnen los 200 parlamentarios que representan al pueblo finlandés. También destaca la biblioteca parlamentaria, de acceso público, considerada una de las más completas en ciencias sociales y jurídicas del país.

Más allá de lo arquitectónico, el Parlamento es un símbolo de cómo Finlandia, tras independizarse en 1917 y superar guerras y tensiones con sus vecinos, logró consolidar un sistema democrático fuerte. Para los finlandeses, este edificio no es solo una sede política: es la representación física de su soberanía nacional.

El lago Töölönlahti y su parque

Hicimos una pausa para comer unas sencillas pero deliciosas tostas de salmón, y continuamos nuestro paseo. Se nos abrió un espacio totalmente distinto: el lago Töölönlahti, un remanso de naturaleza en pleno corazón de Helsinki.

El salmón es de pedido obligatorio en lugares como Finlandia. Es excepcional.
El letrero de Helsinki que da la entrada al parque

El parque que rodea el lago es uno de los lugares más queridos por los helsinkianos. Senderos arbolados recorren todo su perímetro, perfectos para pasear, correr o simplemente sentarse en un banco y contemplar la vida cotidiana. En verano, la hierba se llena de familias y grupos de amigos que hacen picnic bajo el sol; en invierno, cuando el lago se congela, el paisaje se convierte en una postal blanca que invita a caminar abrigado, con la nieve crujiente bajo los pies.

Lago congelado Töölönlahti
Lago congelado Töölönlahti

Lo más interesante es cómo el lago conecta cultura y naturaleza:

  • Al sur, se alza la moderna Biblioteca Central Oodi – un edificio de diseño vanguardista que es mucho más que una biblioteca: un centro cultural abierto, con salas de lectura, estudios de grabación, espacios de coworking e incluso impresoras 3D.
  • En la orilla oeste, la inconfundible Finlandia Hall de Alvar Aalto.
  • Al norte, la Ópera Nacional de Finlandia, con sus ventanales mirando al agua.
  • Y un poco más allá, aunque esta vez no llegamos, el Estadio Olímpico, completando el círculo cultural y deportivo.
Biblioteca Central Oodi
Finlandia Hall o Sala Finlandia

La sensación al recorrer el Töölönlahti es la de estar en un espacio de respiro, un pulmón verde que equilibra la seriedad monumental de los edificios cercanos. Para los locales, es un lugar cotidiano —para pasear al perro, salir a correr o simplemente disfrutar del aire libre—, pero para el viajero es una sorpresa: un parque natural en pleno centro de la capital.

La Ópera Nacional de Finlandia

Mientras bordeábamos el lago Töölönlahti, entre parques y senderos tranquilos, la mirada se detenía en una construcción moderna de líneas claras y ventanales que reflejaban el agua: la Ópera Nacional de Finlandia. Inaugurada en 1993, este edificio sustituyó a la antigua sede de la ópera, demasiado pequeña para un país que quería proyectar su cultura al mundo.

La primera impresión es su armonía con el entorno. Con fachada blanca de mármol de Carrara, formas geométricas y amplios ventanales, el edificio consigue integrarse en el paisaje nórdico sin imponerse. De día, refleja el cielo cambiante de Helsinki; de noche, iluminado desde dentro, parece una linterna cultural a orillas del lago.

Ópera Nacional de Finlandia

En su interior, la sensación es aún más imponente. El auditorio principal, con capacidad para unas 1.300 personas, está diseñado para ofrecer una acústica impecable, combinando madera clara y detalles modernos que transmiten calidez. No solo se representan óperas clásicas como La Traviata o El anillo del nibelungo, sino también ballet, conciertos sinfónicos y producciones contemporáneas. De hecho, es sede tanto de la Ópera Nacional como del Ballet Nacional de Finlandia, un detalle que demuestra la amplitud de su programación.

El Estadio Olímpico de Helsinki

Aunque en esta ocasión nos quedamos a las puertas por falta de tiempo, vale la pena imaginar cómo habría sido adentrarse en el Estadio Olímpico de Helsinki, uno de los símbolos deportivos más importantes de Finlandia. Inaugurado en 1938, fue concebido para acoger los Juegos Olímpicos de 1940, que finalmente se cancelaron por la Segunda Guerra Mundial. La gran cita llegó más tarde, en 1952, cuando el mundo se recuperaba del conflicto y Finlandia quiso mostrar al exterior su capacidad de resiliencia.

Desde fuera, el estadio sorprende por su estética funcionalista: líneas simples, sobriedad nórdica y un perfil dominado por su torre de 72 metros, a la que se puede subir para disfrutar de una de las mejores panorámicas de Helsinki. Desde lo alto, se abre un paisaje que mezcla modernidad y naturaleza: la silueta del Parlamento, la bahía de Töölönlahti y, al fondo, los bosques que abrazan la capital.

Estadio Olímpico de Helsinki

Caminar por sus gradas es un viaje en el tiempo. Aquí se reunieron más de 70.000 espectadores en los Juegos del 52, donde brillaron figuras como Emil Zátopek, el legendario corredor checo que ganó tres oros en pruebas de fondo. También fue el escenario donde Finlandia, tierra de grandes atletas como Paavo Nurmi, reafirmó su identidad deportiva en el mapa mundial.

Hoy, tras una renovación integral concluida en 2020, el estadio combina su función histórica con la modernidad: acoge competiciones internacionales, conciertos multitudinarios y eventos culturales. Las instalaciones incluyen un museo del deporte finlandés, donde se puede recorrer la historia olímpica del país, ver trofeos y conocer de cerca la pasión nórdica por el atletismo y los deportes de invierno.

Temppeliaukio, la iglesia de piedra

El día en Helsinki lo cerramos con una de las visitas más sorprendentes y originales de toda la ciudad: la Iglesia de Temppeliaukio, más conocida como la iglesia de piedra. Situada en el barrio de Töölö, no parece gran cosa desde fuera; apenas una estructura baja y circular que se confunde con el paisaje urbano. Pero basta atravesar la entrada para entender por qué es uno de los templos más visitados de Finlandia.

Iglesia de Temppeliaukio

La iglesia fue inaugurada en 1969 y diseñada por los hermanos arquitectos Timo y Tuomo Suomalainen. Lo verdaderamente asombroso es que está excavada directamente en la roca sólida, integrando las paredes naturales del granito en la propia arquitectura. Esto le da un aire primitivo, como si fuera una caverna convertida en santuario, pero a la vez moderno y funcional.

Iglesia de Temppeliaukio

El elemento que más llama la atención es su cúpula de cobre, un círculo perfecto que parece flotar sobre las paredes de piedra gracias a una franja de ventanales que deja entrar la luz natural. Cuando el sol atraviesa esas rendijas, el interior se ilumina de manera casi mágica, resaltando la textura del granito y creando un ambiente espiritual que no necesita adornos recargados.

El espacio es sobrio pero tremendamente especial: bancos de madera clara, un altar sencillo y un órgano que aprovecha la acústica excepcional del lugar. De hecho, además de ser iglesia luterana en activo, Temppeliaukio es también una sala de conciertos muy popular, ya que la combinación de roca y cobre crea una resonancia única.

Iglesia de Temppeliaukio

Un lugar mágico para acabar nuestra visita turística a esta más que recomendable ciudad.

Conclusión de la visita a Helsinki en dos días

En solo dos días, Helsinki se nos reveló como una ciudad llena de contrastes: capaz de mostrar su pasado ruso y sueco en plazas como la del Senado o en la catedral ortodoxa de Uspenskij, y a la vez proyectarse al futuro con espacios como la Biblioteca Oodi o el museo Kiasma. Entre fortalezas insulares como Suomenlinna, mercados donde probar sopa de salmón o bollos de cardamomo, y parques abiertos al Báltico como Töölönlahti, la capital finlandesa combina historia, cultura y naturaleza de una manera singular.

Atardecer en Helsinki

Helsinki no deslumbra con la monumentalidad de otras capitales europeas, pero atrapa con su equilibrio entre tradición y modernidad, con su escala humana y con su carácter acogedor. Es una ciudad que se recorre con calma, que invita tanto a contemplar catedrales como a perderse en museos, a probar un khachapuri georgiano en Esplanade o a relajarse en una sauna frente al mar.

Dos días son suficientes para intuir su esencia, aunque siempre dejan ganas de volver: ya sea para explorar su cara más contemporánea, descubrir más de sus museos o adentrarse en el norte, hacia Laponia o el sur hacia los bálticos.

Helsinki no es solo una escala entre Escandinavia y los países bálticos; es un destino con identidad propia, que se disfruta mejor en pequeñas dosis y que sabe dejar huella en cada viajero.